El tambaleante círculo de los favoritos de Putin
Casi todas las piezas que conforman el sanedrín del presidente proceden de la capital de los zares y a todos ellos hay que buscarlos #en el seno del Consejo de Seguridad de la Federación Rusa. Fueron indestructibles en otro tiempo, pero los errores de cálculo en la guerra de Ucrania han provocado que su posición se tambalee
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Iniciar sesiónSiempre han sido muchas las especulaciones sobre quiénes componen el núcleo de allegados más próximos al presidente Vladímir Putin y, al igual que en la época soviética hacían los ‘kremlinólogos’, ahora las afinidades del máximo dirigente se detectan también en los gestos, miradas, ... actitudes, lugar ocupado en una determinada reunión o el sitio en la foto.
Los analistas, sin embargo, coinciden en señalar que el Politburó de Putin hay que buscarlo en el seno del Consejo de Seguridad de la Federación Rusa (Sovbez RF) y, más concretamente, entre sus miembros permanentes. Este órgano asesor del presidente tiene funciones consultivas, pero dado el alto rango de quienes lo constituyen, puede considerarse el centro de poder real del país.
En la cúpula del Sovbez se encuentra Putin y su adjunto es el expresidente y exprimer ministro, Dmitri Medvédev . Este conclave cuenta además con otros 28 funcionarios y son 11 los considerados miembros permanentes, además de Putin y Medvédev. Ahí entran el jefe del Gobierno, los presidentes de las dos Cámaras parlamentarias, el jefe de la Administración del Kremlin, los responsables de la inteligencia exterior y servicios secretos, así como los titulares de los principales ministerios. La última reunión del Sovbez se celebró el pasado 24 de marzo, se hizo por videoconferencia para analizar la marcha de la campaña en Ucrania, fue a puerta cerrada y en ella, además de Putin, participaron 11 altos responsables, todos los miembros permanentes salvo Antón Vaino, jefe de la Administración presidencial.
Según las momentáneas imágenes sin sonido difundidas el jueves por las televisiones, en la pantalla instalada en el despacho del primer mandatario ruso, la cuadrícula mostrando al ministro de Defensa, Serguéi Shoigu, no hacía más que parpadear con repetición una y otra vez de la misma secuencia. Esto hizo que algunos medios, como ‘Moscow Times’, hicieran conjeturas sobre la posibilidad de que la comparecencia en línea de Shoigu fuera un montaje para aparentar que se encuentra perfectamente y desmentir los rumores que circulan en cuanto a que padece una supuesta afección cardiaca.
Pero la reunión más ilustrativa que se recuerda del Sovbez, con la presencia de casi todos sus miembros -no sólo los permanentes- en relación con las simpatías y preferencias de Putin se produjo el 21 de febrero, tres días antes del lanzamiento de la «operación especial» contra Ucrania para su «desmilitarización y desnazificación». Fue retransmitida por los canales públicos, tuvo lugar de forma presencial en el Kremlin, tomaron la palabra 13 personas y estuvo dedicada a deliberar sobre la necesidad de reconocer como estados las repúblicas rebeldes de Donetsk y Lugansk (Donbás), decisión que el presidente adoptó esa misma tarde y sirvió de antesala para el comienzo de la guerra.
Lo más llamativo del encuentro fue el displicente trato que Putin dispensó al director del Servicio de Inteligencia Exterior (SVR), Serguéi Narishkin , a quien urgió, al igual que a los otros trece oradores, a pronunciarse taxativamente al respecto de la única cuestión del orden del día puesta sobre la mesa.
Narishkin propuso dar «una última oportunidad» para que Occidente presione a Kiev hacia una negociación con los rebeldes de Donetsk y Lugansk, antes de proceder a reconocer su independencia. Y Putin le espetó: «¿Usted propone iniciar un proceso de conversaciones o reconocer la independencia de las dos repúblicas?». El jefe del SVR se quedó prácticamente sin respiración y balbuceó, mientras el jefe del Estado le conminaba a hablar claro, «apoyaré la propuesta de reconocer…» y fue de nuevo interrumpido por Putin, que le corrigió diciendo: «¿Apoyará o apoya?».
SERGUÉI NARISHKIN
Nervioso, Narishkin se equivocó al decir: «Apoyo la inclusión de Donetsk y Lugansk en la Federación de Rusia», palabras que sacaron definitivamente a Putin de quicio subrayando que no es eso lo que se estaba discutiendo sino el reconocimiento de la independencia. Al final manifestó estar a favor de reconocer a los dos territorios de Donbás como estados independientes, Putin le dio las gracias y pidió que se sentara sin ocultar su descontento por los inexactos informes de la Inteligencia sobre la fuerza del Ejército ucraniano. Pero sus relaciones con el presidente fueron siempre buenas. Los dos proceden de San Petersburgo y allí se conocieron. De la mano de Putin, Narishkin fue su ayudante en el municipio de la capital imperial, ocupó el cargo de presidente de la Duma (Cámara Baja del Parlamento), de jefe de la Administración del Kremlin y de viceprimer ministro.
DMITRI MEDVÉDEV
La propuesta de Putin sobre Donbass recibió el respaldo inequívoco de todos los demás componentes del Consejo de Seguridad sin reserva alguna. Medvédev animó incluso a no temer las previsibles sanciones de Occidente. Este conoció a Putin en la Facultad de Derecho de la Universidad de Leningrado (LGU) y trabajaron juntos en el Ayuntamiento de San Petersburgo en los años 90. Desde entonces mantuvieron un vínculo indestructible. Después de desempeñar tareas en el Kremlin y en el Gobierno, Medvédev fue propuesto por su mentor para sucederle al frente del país durante cuatro años (2008-2012). Tras recuperar la jefatura del Estado, Putin nombró a Medvédev primer ministro, pero lo destituyó en enero de 2020 para situarle como «número dos» del Sovbez. Ahora con la guerra, Medvédev vuelve a hacerse notar.
NIKOLÁI PÁTRUSHEV
Nikolái Pátrushev, con rango de general, también es de San Petersburgo. Dirigió el Servicio Federal de Seguridad (FSB, el KGB soviético) entre 1999 y 2008. Después, fue nombrado secretario del Consejo de Seguridad, cargo que conserva en la actualidad y cuya función es clave, ya que coordina todas las Fuerzas de Seguridad del Estado en momentos críticos. El antiguo agente del KGB, Alexánder Litvinenko, asesinado en Londres con polonio en 2006, le señaló como el organizador de los sangrientos «atentados» en el otoño de 1999, que se atribuyeron a los separatistas chechenos, pero que nunca fueron reivindicados.
ALEXÁNDER BÓRTNIKOV
Alexánder Bórtnikov, también general, es una pieza imprescindible en el sanedrín de Putin por ser igualmente de máxima confianza y dirigir los servicios secretos. El FSB es sobre todo un órgano de coerción y control de la sociedad. Aunque nació en Mólotov, actual Perm, toda su carrera la hizo en Leningrado.
Estudió con Putin en la Escuela del KGB. Fue designado al frente del FSB en mayo de 2008 y jugó un papel crucial en la anexión de Crimea y en la revuelta separatista en Donbás. Escenificó en el Consejo de Seguridad previo a la intervención militar en Ucrania un informe hablando de «múltiples ataques y del genocidio» sufrido por los habitantes de Donetsk y Lugansk. Ahora su posición se tambalea por no calcular bien la respuesta ucraniana a la invasión.
SERGUÉI SHOIGU
El ministro de Defensa, Serguéi Shoigu, es uno de los pocos miembros del círculo de Putin que no procede de San Petersburgo. Llegó de la república siberiana de Tuvá y el entonces presidente Borís Yeltsin le nombró en 1994 ministro de Protección Civil, cargó que siguió ocupando cuando Putin llegó al Kremlin. Fue puesto al frente de la Cartera de Defensa en 2012 y en su haber tiene la supuesta modernización del Ejercito y los éxitos cosechados en Siria.
Su nombré llegó a sonar como posible sucesor de Putin. Suele acompañar al líder ruso a hacer senderismo en Siberia. Pero no aparece en público desde el pasado 11 de marzo y se rumorea que pueda estar enfermo. Lo cierto es que se encuentra entre los posibles chivos expiatorios por no haberse logrado ocupar rápidamente el conjunto de Ucrania y tomar Kiev.
SERGUÉI LAVROV
El ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, tampoco es de la capital de los zares. Es de Moscú y goza de un enorme prestigio como diplomático tanto fuera como dentro de Rusia. Desde 1994 y hasta que fue nombrado ministro de Exteriores, en 2004, fue el embajador de su país ante Naciones Unidas. Trabajador incansable y negociador inflexible, sigue la senda del inefable jefe de la Diplomacia soviética, Andréi Gromiko, el famoso «míster no». Explicó su posición a favor de medidas duras contra Ucrania en el hecho de que Occidente «ignorara» las reivindicaciones rusas sobre «garantías de seguridad», que incluían un veto absoluto a que Kiev pueda incorporarse a la OTAN.
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