Las fuerzas de Gadafi resisten en su Sirte natal
Con el respaldo de los bombardeos aliados, los rebeldes se aproximan a 40 kilómetros del bastión del dictador, ciudad clave en el avance hacia Trípoli
MIKEL AYESTARÁN
Los rebeldes se alimentan gracias a Gadafi. Las furgonetas hacen cola a las puertas de un almacén del Ejército en Ras Lanuf, penúltimo enclave liberado antes de Bin Yawad, para cargar alimentos, bebidas, mantas y ropa, y partir hacia el frente de Sirte. «¡Comida de ... Muamar, comida de Muamar!», gritan mientras sacan cajas sin parar del interior de las naves próximas a la gran refinería. Es el epílogo de una larga jornada de lucha que amaneció con tiros y explosiones de felicidad en las calles de Bengasi por la supuesta toma de la localidad natal del líder libio. Desde las tres de la mañana la ciudad no pudo dormir a causa de una celebración demasiado temprana de una liberación que tendrá que esperar.
Miles de jóvenes salieron de las ciudades y pueblos con dirección al oeste, y junto a ellos el grueso de la prensa extranjera presente en la Libia liberada desde el estallido revolucionario del 17 de febrero. Los bombardeos de la alianza acabaron con la resistencia gadafista en Ajdabiya el sábado y las últimas 48 horas habían sido un paseo triunfal rebelde hasta llegar a las puertas de Sirte. Brega y Ras Lanuf, importantes enclaves petrolíferos, reviven las mismas escenas de comienzos de marzo, con largas caravanas de vehículos con la enseña tricolor rumbo al frente. El último puesto de control y frontera de la Libia liberada se estableció en Bin Yawad, a 140 kilómetros de Sirte, desde donde algunos mandos rebeldes desbordados trataban de organizar el ataque sin demasiado éxito.
Combates en Misrata
«El combate se sitúa a unos cuarenta kilómetros de la ciudad, donde está la primera línea de defensa con camiones lanzamisiles», informa Rabee Abdula, que regresa de la zona más caliente al volante de su autobús con el que «llevo a los jóvenes a luchar y regreso a por más». Más hacia el oeste, las fuerzas de Gadafi recuperaron parte de Misrata, la tercera ciudad de Libia, donde junto con Sirte se centraron los enfrentamientos.
El paso de las semanas ha traído cierta serenidad al inexperto ejército revolucionario. Aunque la ofensiva sigue siendo caótica y «cada uno vamos hasta donde podemos, siempre hay alguien que intenta decir hacia dónde ir, pero al final es uno mismo quien manda», confiesa Ibrahim Abdula, que conduce una furgoneta robada a los soldados gadafistas, armada con una gran metralleta de la que cuelga una bandera francesa, como gesto de agradecimiento a Nicolás Sarkozy por la luz verde a los ataques aéreos. Al mismo tiempo que mucha gente parte al frente, otros se quedan en las plazas liberadas intentado rescatar entre la chatarra cualquier objeto de valor que los soldados han dejado en su retirada.
Decenas de jóvenes desarmados esperan a la sombra el paso de algún vehículo que les acerque a la primera línea de combate. Las noticias son confusas o nulas, como desde el inicio de la revuelta. Los más optimistas hablan de la llegada de «Khalifa Heftar a bordo de su Hummer rojo, ya está en primera línea controlándolo todo», apunta Yousef Faraj. Recién llegado de Ajdabiya, espera sentado en una silla de plástico, de una de las cafeterías próximas reducidas a escombros, «la llegada de algunas provisiones antes de avanzar». Todos ensalzan la figura del veterano de la guerra de Chad y gran opositor a Gadafi, llegado de un exilio de tres décadas para liderar el frente armado.
Entre el fervor guerrero sorprende encontrarse a alguien que pide «calma porque lo importante de verdad es resucitar a la sociedad civil y redactar una nueva Constitución, sólo así ganaremos de verdad la guerra». Las palabras de Mohamed, miembro de un organismo recién nacido llamado Solidarity ,que trata de recopilar información sobre la revolución para elaborar un documental, quedan silenciadas por los disparos de una batería antiaérea rebelde. Disparos de alegría por salir hacia Sirte, disparos para descargar la adrenalina ante el riesgo que se avecina. Pese al fervor, todos miran al cielo a la espera del bombardeo salvador aliado que les facilite las cosas. Pero en esta ocasión son ellos los que atacan, no las fuerzas gadafistas que defienden una de sus plazas fuertes.
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