«Sí, soy feo, pero sé gobernar»
«El feo» (Rubén Mendoza, PAN), «el guapo» (Enrique Peña, PRI) y «la empresaria» (Yeidckol Polevnsky, PRD) se disputan el próximo domingo el gobierno del Estado de México, la región con mayor número de votantes del país americano CIUDAD DE MÉXICO. «Aquí yo no voy a estar apoltronado porque soy feo como muchos mexicanos, porque tengo mis labios grandotes y tengo mi nariz aguileña y porque soy «prietito» (moreno). Pero no soy bonito, ¡soy mexicano!, esto no es concurso de belleza», gritaba en uno de sus mítines el candidato del Partido Acción Nacional (PAN, conservador) al gobierno del Estado de México, Rubén Mendoza. Sus lemas de campaña: «Nunca seré guapo, pero seré un buen gobernador» o «Sí, soy feo, pero sé gobernar». Enfrente, el principal favorito: Enrique Peña Nieto, de la Alianza por México entre el Partido Revolucionario Institucional (PRI, socialdemócrata, 72 años en el poder) y el Verde Ecologista (PVEM). Un joven guaperas a quien sus rivales califican como «metrosexual». El abrumador despliegue de su campaña ha despertado las denuncias de sus adversarios, quienes sospechan que ha rebasado los límites establecidos por la institución electoral para gastos de propaganda. Finalmente, Yeidckol Polevnsky Gurwitz, empresaria (fabrica un producto ecológico contra la mosca de la fruta) y ex presidenta de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación. La candidata del Partido de la Revolución Democrática, (PRD, izquierda) se pasea del bracete de Andrés Manuel López Obrador, el populista alcalde de Ciudad de México, y la prensa local ha revelado que su verdadero nombre es Citlali Ibáñez Camacho, pero su madre le modificó la identidad tras quedar embarazada con doce años. Las elecciones en el Estado de México vienen precedidas de un escándalo de presunta corrupción en el que se vieron involucrados varios consejeros del independiente Instituto Electoral, que tuvieron que dimitir en bloque. Una cámara de televisión los había sorprendido mientras discutían la tajada que iban a sacar con la compra de un determinado modelo de urnas, en detrimento de otras opciones. Los muy caraduras pretendieron hacer creer a la opinión pública que aquello sólo se trataba de una broma. La batalla que se dirime el próximo domingo en el departamento con mayor número de electores en toda la República debería de servir como termómetro ante las elecciones presidenciales del próximo año. De hecho, estos comicios han movilizado a toda la clase política del país, que ya bulle en el interior de los partidos en busca de una candidatura para julio de 2006. Campaña agresiva Peña Nieto, a quien apadrina el actual gobernador mexiquense y precandidato a la presidencia, Arturo Montiel, ha realizado la campaña más agresiva en medios, en kilómetros y en sudor: su entrega a la causa lo ha llevado a saludar, uno por uno, a los dos mil quinientos asistentes a uno de sus actos electorales. Firma ante notario público sus compromisos en cada municipio. Va hecho un pincel y la claque femenina del PRI le canta «Enrique, amor, serás gobernador», «Enrique, bombón, contigo hasta el colchón» y barbaridades semejantes. Pero, en las formas, el más bravo ha sido Rubén Mendoza, quien no se corta en desvalijar camionetas con propaganda de la competencia si se las ponen a tiro: «Unos «canijos» (malas personas) del PRI me pusieron una camioneta con pelotas en Jiquipilco y fui a por ellas, porque tengo las pelotas grandes y van y tiznan a su madre», se justificaría después el ex alcalde de Tlanepantla. Compromete de palabra sus promesas, pues dice que éstas se cumplen, no se firman. Se le adjudica cierta afición a las bebidas espiritosas. Más sosegada, sin apenas haber hecho proselitismo, Polevnsky propone para los mexiquenses las mismas medidas asistenciales aplicadas por López Obrador en el vecino Distrito Federal y que «El Peje» pretende trasladar a todo el país, más cercanas a la caridad que al desarrollo equitativo. Las últimas encuestas sitúan a Peña con el 46 por ciento de las preferencias electorales, muy por delante de Mendoza y de Polevnsky, a quienes los sondeos colocan por debajo del 30 por ciento.
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