Un S.O.S. de cuatro décadas

Estamos en Rabuni, capital administrativa del Frente Polisario en los campamentos de refugiados de Tinduf (sur de Argelia) levantados desde 1975. Aquí también se ha acabado el azúcar y las legumbres y solo queda aceite y cebada para un mes. Estos stocks que se han esfumado son los que se tenían como colchón para hacer frente a una coyuntura difícil como la que atraviesa el PAM, cuyos responsables en la zona reconocen que no da más de sí.

En cuanto al agua, esencial en medio del desierto en unos campamentos donde no hay redes de abastecimiento, el panorama es igual de pesimista. «El agua es escasa y mala» , dice abiertamente el ministro de Agua y Medio Ambiente del Gobierno saharaui, Hamdi Mayara, que no esconde que la repatriación de cooperantes españoles por la amenaza de secuestro ha paralizado la construcción de dos nuevos pozos en el campo de refugiados de Auserd . Los depósitos que tienen asignados cada familia acaban convirtiendo el agua que les llega en camiones cisterna en insalubre, denuncia Mayara.

«Prevemos un efecto retardado de la crisis sobre la aportación de la ayuda superior al que se está manifestando hasta el momento, que puede agravar aún más una situación ya vulnerable», señala en un informe la Media Luna (equivalente a la Cruz Roja en países musulmanes).

No hay medios para repartir los aproximadamente 15 litros que necesita una persona al día en estas condiciones. Tampoco para suministrarles la dieta necesaria de unas 2.100 kilocalorías, se queja Buhobeini. «La dependencia de la ayuda humanitaria es absoluta» , dice la Media Luna en el citado documento. Ninguno de los alimentos básicos llega a los refugiados en las cantidades recomendadas por Naciones Unidas para una correcta alimentación, según ese documento.

Muchos de los problemas en la asistencia a los refugiados saharauis, entiende este responsable, se deben a que «la respuesta humanitaria que se presta es inadecuada por aplicar normas de emergencia clásica» a personas que llevan casi cuatro décadas viviendo en las mismas condiciones. Además, de la veintena de donantes que llegaron a apoyarles se ha pasado a apenas media docena (Unión Europea, Estados Unidos, Suiza, Italia y España).

Unos se han desentendido al ver que el conflicto no avanza. Otros, reconoce el presidente de la Media Luna Roja Saharaui, «desvían sus prioridades» y centran su atención en nuevas emergencias en torno a la Primavera Árabe. Esto «condena al olvido» al Sahara.

Todo ello en un lugar donde las temperaturas en verano alcanzan durante el día los 50 grados centígrados de día y los 30 durante la noche . Y no se trata de una ola de calor de la que se informe en los telediarios. Es el día a día durante más de cuatro meses al año.

La crisis económica, la amenaza del terrorismo, la ausencia de enfrentamiento armado y el cansancio de los donantes están haciendo mella en la parte más débil de un conflicto casi ausente de las agendas internacionales, especialmente a nivel político. Aunque «con paracetamol no curamos la política» , sí se pueden aplicar soluciones a la crisis humanitaria, apunta el presidente de la Media Luna.

En primer lugar propone un mecanismo bajo el paraguas de Naciones Unidas que permita a los saharauis beneficiarse de los recursos naturales de su territorio y que en estos momentos se hallan mayoritariamente en manos de las autoridades marroquíes. Segundo, dar con unos criterios de asistencia más a largo plazo adecuados a la «situación de refugio prolongado» de una población que es atendida desde hace décadas como si viviera bajo una emergencia temporal o como si fuera víctima de una catástrofe natural. Y tercero, que España, «bajo la responsabilidad histórica» con su ex colonia, impulse una conferencia de donantes con la ONU para sortear la crisis y poder seguir aferrados a la esperanza.