Bo Xilai, el «principito» ambicioso
Su afán de protagonismo truncó el brillante futuro que se le auguraba a una de las figuras más populares del acartonado régimen chino

A sus 63 años, Bo Xilai era una de las figuras más populares del acartonado régimen chino y, según un diplomático español, «un político que ganaría elecciones en una democracia». Hijo de uno de los «Ocho Inmortales» que abrió China al mundo junto a Deng Xiaoping en los años 80, al «principito» Bo Xilai se le auguraba un brillante futuro porque había protagonizado una carrera meteórica. Como alcalde de Dalian , embelleció esta ciudad costera y la convirtió en un centro de investigación tecnológica y luego, al frente del Ministerio de Comercio, negoció las cuotas textiles con EE.UU. y la Unión Europea. Como ya formaba parte de los 25 miembros del Politburó del Partido, se rumoreaba que su siguiente paso sería ocupar uno de los nueve puestos del todopoderoso Comité Permanente , que será renovado en otoño y verá la designación del nuevo secretario general y próximo presidente de China, el también «principito» Xi Jinping .
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Pero su ambición y afán de protagonismo ante las cámaras, inusual para los grises gerifaltes del régimen, le habían granjeado muchas enemistades desde que, en noviembre de 2007, fuera nombrado secretario del Partido en Chongqing . En estos casi cinco años, limpió esta caótica y dura ciudad próxima a la presa de las Tres Gargantas con sonadas redadas contra las mafias locales que acabaron con 2.000 detenciones, 500 procesamientos y 13 ejecuciones, incluyendo al anterior responsable de la Oficina Judicial por corrupción y violación. La operación policial le valió el aplauso del público y los medios, pero levantó ampollas entre numerosos empresarios y políticos con oscuras conexiones económicas.
Bo es demasiado personalista e independiente para un régimen tan monolítico como el chino
Además, impulsó una campaña con canciones patrióticas de la época de Mao que recordó a los tiempos de la infame «Revolución Cultural» (1966-76) e incomodó a la cúpula del régimen en Pekín. Cuando el primer ministro, Wen Jiabao , repudió esta década de terror y caos en su multitudinaria rueda de prensa tras la clausura de la última Asamblea Nacional en marzo , en realidad estaba sentenciando a Bo Xilai. Al día siguiente, su estrella, demasiado personalista e independiente para un régimen tan monolítico como el chino, se apagó definitivamente, no sin antes desatar algunas muestras populares de apoyo e incluso habladurías de un golpe de Estado.
Lucha abierta por el poder
A pesar de la censura, por internet se propagaron rumores de que había tanques en las calles de Pekín y hasta un tiroteo en el complejo gubernamental de Zhongnanhai , adyacente a la Plaza de Tiananmen y la Ciudad Prohibida. Tras esta asonada militar se situaría, presuntamente, el responsable de las Fuerzas de Seguridad, Zhou Yongkang, un miembro del «ala dura» del Comité Permanente cercano al anterior presidente de China, Jiang Zemin . En el ojo del huracán por su apoyo a Bo Xilai, incluso estuvo varios días desaparecido hasta que la televisión estatal volvió a mostrarlo en una atípica reunión con el ministro de Exteriores de Indonesia. Para atajar los rumores, el régimen cerró varias páginas web y bloqueó durante un fin de semana los comentarios en Weibo , el Twitter chino, pero la lucha de poder sigue abierta en China y es probable que siga deparando nuevos y sorprendentes capítulos.
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