Pedro Rodríguez - De lejos
TikTok y Tal y Tal
En su cuestionable estilo marbellí, Trump mezcla política con negocio, gobierno y empresa privada
Pedro Rodríguez
A Calvin Coolidge -uno de los más taciturnos ocupantes de la Casa Blanca- se le atribuye en los años 20 del siglo pasado aquello de que «el negocio principal de EE.UU. son los negocios ». Un siglo después, a Donald Trump -uno de ... los más locuaces presidentes de Estados Unidos- se le atribuye el irrefrenable impulso marbellí de mezclar política con negocio, gobierno con empresa privada, según estaría quedando una vez más de manifiesto en la saga de la red social TikTok .
Que el presidente Trump se empeñe en actuar desde el despacho oval como consejero delegado en jefe de la América corporativa resulta especialmente rechinante para un país con una sólida tradición de mínima interferencia del poder político en el poder empresarial. Aunque no se pueda decir exactamente lo mismo de la desproporcionada influencia de los «intereses especiales» en Washington y de la eficacia del lobby privado en la cosa pública de EE.UU. Las reiteradas injerencias de Trump en los asuntos de compañías privadas (Carrier, General Motors, Boeing, Merck, Amazon y demás gigantes tecnológicos) en virtud de sus instintos bastante incomprensibles suponen un giro copernicano con respecto a la distancia institucional sobre política industrial o relaciones comerciales que cuidadosamente han mantenido sus predecesores en la Presidencia. No importa, según recalcaba The New York Times, que fueran del Partido Republicano o del Partido Demócrata.
El último ejemplo de estas chocantes intromisiones es la ofensiva contra la aplicación TikTok, propiedad de una empresa china y que representaría un grave riesgo de seguridad por ofrecer al régimen de Beijing acceso a los datos y contenidos de sus cien millones de usuarios en EE.UU. El primer impulso de Trump ha sido amenazar con prohibir y eliminar esa aplicación en el mercado americano. Sin problemas para contradecirse a la velocidad del rayo, ha expresado después su voluntad de «perdonar» a TikTok siempre que sea vendida a una empresa de EE.UU.
Para rematar este alarde de mangoneo, Trump ha dado de plazo hasta el 15 de septiembre para que la compañía TikTok de EE.UU. sea vendida a Microsoft u otra empresa «muy americana» . Aunque lo mejor de todo, con diferencia, ha sido la ocurrencia de que el Tesoro debe recibir «una porción muy sustancial» de esta forzadísima operación en base a un atrabiliario régimen fiscal que de momento solo existe en la cabecita de Trump. Nadie cuestiona que el presidente de EE.UU. tenga todo el derecho a plantar cara a las amenazas (en este caso tecnológicas) procedentes de China. Sin embargo, su forma tan delirante de hacer las cosas, de gestionar en base a impulsos viscerales, solamente terminan haciendo daño a EE.UU. y a sus propios intereses económicos.
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