Por la barbarie hacia la victoria

Si los militares y mercenarios rusos hubieran tenido mucho más éxito durante los últimos cuarenta días de hostilidades, habría muchos más pueblos masacrados como Bucha con la vergonzosa excusa de ‘desnazificar’ Ucrania . Aunque ya se sabe que no hay genocidio, por lo menos desde el perpetrado por el Imperio Otomano contra los armenios, sin su correspondiente coro de negacionistas.

Las pruebas desgarradoras de las atrocidades cometidas van a tener consecuencias inmediatas en la guerra de Putin. La más previsible será multiplicar la voluntad de resistencia demostrada por los ucranianos. El odio, como ha explicado con elocuencia Yuval Noa Harari, sirve como un tesoro escondido para los pueblos oprimidos . Como reconocía Nelya Lytvynenko, una anciana ucraniana de 82 años, para ella los soldados rusos eran ‘Nimtsy’ o ‘alemanes’: «¿Qué otra cosa podrías llamarles?», explicaba esta superviviente de tantos horrores a ‘The Economist’.

Estos crímenes también van a forzar a que Occidente aumente su respuesta con armas cada vez más sofisticadas para Ucrania y sanciones económicas que terminen con la imposible situación de seguir financiando toda esta brutalidad con la compra a Rusia de petróleo y gas . Al traducir la repugnancia moral en un mayor respaldo a Ucrania, los riesgos de escalada aumentarán de forma significativa.

Y en cuanto al calendario, las débiles esperanzas de llegar a una paz negociada se alejan en el tiempo. Y en este tipo de guerras, el tiempo es sinónimo perfecto de más muerte, destrucción y dolor.