De lejos
Atrapados en el populismo
¿Por qué la izquierda radical está logrando tantas segundas oportunidades en América Latina?
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Iniciar sesiónEn el creciente corpus sobre el declive de las democracias, América Latina ocupa un destacado capítulo. Mientras los partidos tradicionales no levantan cabeza, y el eje del chándal se perpetúa en el poder, la transformación de la política regional en un ajuste de cuentas está ... forzando situaciones tan estrambóticas como la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Colombia convertida en un pulso entre dos populistas muy poco cualificados para solventar los gravísimos problemas de sus conciudadanos: Rodolfo Hernández y Gustavo Petro.
Puestos a elegir entre un chiflado de peluquín y un guerrillero socialdemócrata, los colombianos han canalizado sus frustraciones electorales a favor de Petro. Sin embargo, el nefasto dilema de Colombia resulta familiar en todo el continente americano. En esa parte tan importante del mundo, el descontento ya era endémico antes de la pandemia y la política ha dejado de ofrecer moderación y compromiso frente a una peligrosa sucesión de explosiones sociales.
El triunfo en cascada de la izquierda radical y de los candidatos anti-stablishment –Colombia, Chile, Perú, Honduras y Costa Rica– sitúa a estas naciones en un camino cuando menos incierto. Las economías de América Latina, con un exceso de monopolios y una falta de innovación, se resienten de una década de crecimiento muy limitado y deflación. La gente más joven, la que protesta en las calles o vota a favor de opciones extremas, no soporta la falta de oportunidades especialmente dolorosa tras los avances en educación con respecto a la generación de sus padres.
Esta frustración se dirige contra la política tradicional, percibida como disfuncional y fragmentada, con partidos políticos cada vez más débiles, gobiernos ineficientes e inestables y creciente polarización hacia los extremos. Estos problemas son prevalentes en muchas partes del mundo pero en América Latina resultan mucho más acuciantes. Sus veinte países y más de 600 millones de personas necesitan sacar adelante las reformas necesarias para compensar sus déficits y no volver a desaprovechar la demanda de energía, minerales y alimentos multiplicada por la guerra de Ucrania.
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