Muere Popeye, exjefe de los sicarios de Pablo Escobar, de un cáncer de esófago

Para muchos la vida de Vásquez Velásquez (Yarumal, Antioquia, 1962) parece, desde la pantalla de la televisión, un cuento fantástico. Pero para los colombianos representa la pesadilla de una época de sangre y fuego que casi acaba con el país.

«Popeye», gozando de buena salud, se preciaba de haber asesinado con mano y arma propias a más de 300 personas , incluida una novia, acusada por Escobar de ser informante. A su cuenta y cargo está el asesinato de Luis Carlos Galán , candidato presidencial acribillado en 1989 y declarado enemigo de Escobar Gaviria y las demás mafias. También la logística para la bomba del avión de Avianca , la toma del Palacio de Justicia por parte de la guerrilla del M-19, con el encargo de Escobar Gaviria de destruir los expedientes de los capos extraditables a EE.UU., y el asesinato de Guillermo Cano, director del diario El Espectador . Ministros, gobernadores, coroneles y cientos de policías asesinados también se suman a su macabro prontuario.

Por algunos de la infinidad de delitos cometidos pagó 24 años de cárcel, tres quintas partes de la pena a 30 años a la que fue condenado. El encierro terminó en agosto de 2014, tras el pago de una fianza de nueve millones de pesos. Su salida de prisión, como casi todo en su vida, estuvo marcada por la atención mediática y los excesos: una caravana de cinco camionetas y 10 motos, con 50 policías, lo escoltaron a la libertad.

El país entero contuvo la respiración a la espera de más violencia o de que él hablara sobre los vínculos de políticos y otras figuras poderosas que estuvieron involucradas con la estructura del Cartel de Medellín, que pocos como él conocían desde las entrañas. Efectivamente, «Popeye» colaboró con la justicia y sus recuentos llevaron a famosos políticos a la cárcel y aún hoy tienen a jefes de inteligencia militar en procesos judiciales. Sus recuentos del crimen también mencionaron a los hermanos Castros y los supuestos vínculos de Cuba con las rutas del narcotráfico del Cartel de Medellín, el secuestro del exvicepresidente Francisco Santos, y del expresidente Andrés Pastrana, que afirmó hizo personalmente.

En sus años de libertad, hasta 2018, Colombia vio a un «Popeye» farandulero, activista contra la entonces guerrilla de las FARC y a favor del partido Centro Democrático y sus dirigentes; dueño de su propia marca y negociante con su nombre y pasado en redes sociales, libros y hasta en series de televisión.

A pesar de los vídeos de arrepentimiento y otros más donde se preciaba de su vida pasada como jefe de sicarios, la verdad es que «Popeye» jamás dejó de ser un delincuente. Y tampoco dejó de ser un encantador de serpientes o culebrero, como se le dice en Colombia a los que tienen mucha labia para convencer y manipular a otros.

El más reciente delito, de 2018, fue por amenazar a través de sus redes sociales a los seguidores del entonces candidato presidencial Gustavo Petro , hoy senador. Un año antes le imputaron cargos por vínculos con la mafia, tras ser sorprendido en una fiesta de uno de los nuevos líderes del crimen en Medellín; y otros por extorsión al presionar a ciudadanos para que entregaran tierras o bienes que, a su juicio, hacían parte del Cartel de Medellín y le pertenecían.

Ayer Colombia revivió el horror y tuvo por tema del día a «Popeye» y el recuerdo del mal revivió. Que en paz descansen sus víctimas, como seguramente también lo harán varios implicados en las tramas del Cartel de Medellín que muchos aseguran aún tenía por denunciar.