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Tiroteo El Paso

La matanza de El Paso, el peor ataque dirigido contra la comunidad hispana

Tras el tiroteo de El Paso que causó 20 muertos en Texas, líderes hispanos acusan a Trump de poner «una diana en la espalda» a los miembros de esta comunidad

Tiroteo El Paso Vídeo: Atlas
Javier Ansorena

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El 3 de agosto se recordará como una fecha trágica en la historia de EE.UU. Por la mañana, un joven de 21 años, Patrick Crusius, acababa con la vida de 20 personas en un centro comercial de El Paso (Texas), en la frontera con México. Con el país todavía conmocionado, esa misma noche, 2.500 kilómetros hacia el noreste, otro hombre abría fuego en un bar de Dayton (Ohio) y mataba a nueve personas. Los últimos episodios de la epidemia de la violencia con armas en EE.UU. dejaban además decenas de heridos. Y el día podría haber sido todavía peor. Ya de madrugada, no muy lejos de Dayton, en Chicago, la capital del Medio Oeste, un hombre tiroteó desde un coche a un grupo de personas reunidas en un parque, con un balance de siete heridos.

Una fecha por desgracia histórica, sobre todo para la comunidad hispana, que aparece como el objetivo del ataque en El Paso, una ciudad mayoritariamente hispana y que constituye el segundo principal paso fronterizo con México. Las autoridades creen que Crusius es el autor de un manifiesto publicado en internet veinte minutos antes del tiroteo en el que se justifica la carnicería por «la invasión de hispanos en Texas». Su objetivo era «matar a cuantos más mexicanos mejor», anunciaba.

«Ellos son los instigadores, no yo», dice el autor sobre los hispanos que se convertirían en sus víctimas. «Yo simplemente estoy defendiendo a mi país de una sustitución cultural y étnica provocada por una invasión».

El término «invasión» ha sido repetido hasta la saciedad por Trump para explicar la crisis migratoria que vive EE.UU. y el aluvión de inmigrantes indocumentado en el país, sobre todo desde finales del año pasado, que ha colapsado la frontera con México.

La oposición al presidente de EE.UU. ha criticado que su ascenso al poder, impulsado por una retórica divisiva y racista, con los inmigrantes como principal chivo expiatorio, ha sido el caldo de cultivo de ataques de odio en el país. Trump estrenó su campaña electoral para la presidencia con un discurso en su torre de Nueva York en la que calificaba de forma genérica a los inmigrantes mexicanos como violadores, narcotraficantes y criminales. Desde entonces, su retórica antiinmigrante no ha bajado el tono, en especial con las reiteradas alusión a la «invasión» desde México y con uno de los episodios más criticados de su legislatura, cuando exigió a cuatro legisladoras demócratas -todas de minorías raciales, algunas musulmanas y nacidas fuera de EE.UU., una de ellas hispana nacida en Nueva York- que se volvieran «a sus países».

Referencia a Christchurch

Este comentario propició gritos de «mándalas de vuelta a su país» entre sus seguidores en un mitin (el único republicano negro de la Cámara de Representante, el texano Will Hurd, anunció que no se presentaría a las próximas elecciones poco después de esta polémica). De forma periódica, asoman en los medios ataques de odio a hispanos, por su color de piel o simplemente por hablar español entre ellos.

El manifiesto publicado antes de la matanza de El Paso incluye referencias a los atentados en Christchurch, Nueva Zelanda, donde murieron 50 personas y en el que el atacante también dejó un manifiesto en el que hablaba de la «gran sustitución», en referencia a la idea del supremacismo blanco de que las minorías raciales les están quitando su sitio. En los disturbios de Charlottesville del verano de 2017, donde hubo un muerto a manos de activistas supremacistas, los grupos neonazis que desfilaban con antorchas por las calles de la ciudad de Virginia coreaban «los judíos no nos remplazarán». Al día siguiente, Trump, en uno de sus momentos más bajos como presidente, aseguraba que había «gente muy buena» entre los manifestantes.

Entre el silencio de muchos republicanos, varios líderes hispanos no han dudado en relacionar la retórica de Trump con lo ocurrido en El Paso. «El presidente ha puesto una diana en la espalda de la comunidad hispana durante años, y esa retórica que divide en lo racial tiene un coste», aseguró a Vice News Joaquín Castro, representante del distrito de San Antonio (Texas) en la cámara baja del Congreso.

«El discurso xenófobo de odio del presidente Trump ha avivado las llamas del odio racial y ha llevado a la muerte de hombres, mujeres y niños inocentes en El Paso», dijo en un comunicado Domingo García, presidente de la Liga de Ciudadanos Americanos Latinos Unidos (Lulac, en sus siglas en inglés).

El manifiesto detalla que las ideas que motivaron el ataque son anteriores a la llegada de Trump al poder, algo en lo que insistió su jefe de gabinete, Mick Mulvaney, en una entrevista con la cadena ABC. «Ningún político es responsable», dijo sobre los ataques. «Los responsables son quienes aprietan el gatillo». Castro opina diferente: «La gente puede ser la chispa que crea este racismo y estas acciones, y, en mi opinión, eso es lo que el presidente ha hecho».

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