El «Josef Fritz americano» cree que puede hablar con los ángeles
Phillip Craig Garrido, quien ha confesado ser el autor del secuestro hace dieciocho años de Jaycee Lee Dugard –que entonces sólo contaba once años- y ser el padre de sus dos hijas nacidas en cautiverio cree que puede hablar con los ángeles y controlar los ... sonidos con la fuerza de su mente. Así lo afirma en su blog, Voices Revealed y en una entrevista que ha concedido desde la cárcel a un reportero.
Se podría sospechar si Garrido no dice estas cosas para ayudar al desdichado abogado que tenga que defenderle. Y que lo tiene todo en contra: notorio delincuente sexual, en libertad bajo palabra por rapto y violación de una menor, secuestra –con la ayuda de su mujer, Nancy, también imputada ya- a una niña de once años y la mantiene durante dieciocho años oculta en un cobertizo. Tiene con ella dos hijas, de 15 y 11 años a día de hoy, a las que nunca ha visto un maestro de escuela ni un médico. Nunca habían salido de debajo de las lonas azules de su prisión.
Hasta ahora. Jaycee Lee Dugard y sus dos hijas nacidas en cautiverio se han reunido ya con la madre y abuela, Terry Probin, con la hermana menor de Jaycee –que tenía un año cuando ella fue raptada- y con otro familiar.
El que no estaba en esta reunión pero en cambio es el único que ha hablado de ella es el exmarido de Terry y padrastro de Jaycee, Carl Probyn. Él fue quien presenció hace más de tres lustros cómo unos desconocidos metían a la niña en un coche y se la llevaban. Intentó desesperadamente darles alcance con una bicicleta. Y nada más se supo durante todos estos años.
Carl Probyn habla ahora de la ordalía de haber sido sospechoso “hasta hace dos días”. Aquello acabó con su matrimonio y casi con la salud de su exmujer. Ahora sienten que les ha tocado “la lotería”. Aunque los psicólogos advierten de que lo más duro está por llegar. Jaycee Lee Dugard ha vivido más tiempo con los Garrido que con su propia familia. Phillip Garrido no deja de ser el padre de sus hijas y alguien con quien ella creó vínculos. Es algo más que un pasajero síndrome de Estocolmo.
Aunque para trastornos los de Phillip Garrido. No da la impresión de que el Josef Fritz americano esté fingiendo su iluminación para librarse de la cárcel. Más bien una cosa le ha llevado a la otra: The New York Times informa de que estaba repartiendo propaganda religiosa –por llamarla de alguna manera- en un campus cuando un policía le pidió identificarse. Al comprobar que se trataba de alguien en observación por delitos sexuales, le conminó a hacer una detenida visita a las oficinas donde se controlaba su libertad bajo palabra.
Y allí que se presentó Garrido con toda su familia, la legal y la ilegal: con su esposa Nancy, con Jaycee, a la que llamaban Allissa, y con las dos hijas de esta. Los oficiales que controlaban la libertad bajo palabra de Garrido nunca las habían visto cuando visitaban el domicilio de los Garrido, y esto prendió las sospechas. Y el desenlace del caso.
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