Ingrid Betancourt se encuentra por primera vez a sus captores de las FARC
La exguerrilla practicó el secuestro como método económico, político y de presión militar, especialmente a lo largo de la década de los 90 e inicios de este siglo, que se traduce en 21.396 casos registrados ante la Justicia Especial para la Paz
Poly Martínez
Años, tuvieron que pasar años, para que se diera un encuentro que aún asombra, conmueve e indigna a los colombianos, no solo por el peso histórico y moral del mismo, sino porque hasta hace diez años habría sido impensable.
Íngrid Betancourt lloró. Y ... se indignó. Y dijo lo que le salió del fondo de su corazón, pero de manera pausada, como los colombianos y el mundo se han acostumbrado ya a oírla. Reflexiva, sensata y a la vez crítica del triste legado que le ha dejado la guerra a Colombia y del impacto que tuvo en ella y su familia, una más entre miles arrasadas emocional y, con mucha frecuencia, económicamente por el secuestro de seres queridos.
La exguerrilla de las FARC practicó el secuestro como método económico, político y de presión militar, especialmente a lo largo de la década de los 90 e inicios de este siglo, que a la fecha se traduce en 21.396 casos registrados ante la Justicia Especial para la Paz, en el famoso Caso 001 que lleva como parte de los procesos de Verdad, Justicia, Reparación y no Repetición previstos en el Acuerdo de Paz firmado en 2016.
Este fue un encuentro público, así como fue público el secuestro de Íngrid Betancourt , en ese 23 de febrero de 2002 candidata presidencial; y fue pública su liberación, seis años después; y, con mayor o menos presencia, ha sido público el largo camino recorrido buscando recomponer su vida y olvidar las pesadillas que aún la persiguen de noche, como les sucede a sus compañeros de encierro. El martes, 13 años después, volvió a ver a sus captores y habló de cómo la guerra ha sido esa otra cadena que ha sujetado y sigue reteniendo la prosperidad en el país
La cita ante la Comisión de la Verdad no fue cosa mediática a pesar de ser ampliamente difundida, sino un duro paso para reestablecer, si así se puede decir, la dignidad de las víctimas y exigir a los victimarios no solo reconocer su responsabilidad, sino poner la cara y pedir perdón ante el país. Ella, de camisa blanca, iluminada y sola en medio del escenario del Teatro Libre de Bogotá, fue a la vez todas las víctimas, fue el recuento de las atrocidades que ha permitido el país- de todos los bandos involucrados en el conflicto interno- y que no deben suceder más.
Rodrigo Londoño
Antes, Rodrigo Londoño, hoy líder del Partido Comunes y excomandante de las FARC , suplicó perdón y dijo: «Reconocemos que las víctimas del secuestro fueron sometidas a tratos inhumanos y que un alto número de ellas perdieron su vida estando en nuestras manos», práctica que esa guerrilla sostuvo hasta 2010.
Por su parte, hablando de última, Íngrid Betancourt, cuatro horas después de iniciado este encuentro y tras oír a otras víctimas y lo dicho por los excomandantes de las FARC, dijo: «Aquí estamos los que estamos, cargando con nuestras heridas y nuestros muertos, con la dificultad de mirarnos a las caras, con el dolor de oírnos y con el pudor de nuestras emociones».
Las emociones fueron protagonistas, pero no por el drama, sino por el cuestionamiento que les hizo –y que resume las dos caras de la guerra contra las FARC- frente a no derramar ni una lágrima durante este acto, mientras que las víctimas, años después, aún no logran contenerlas. Un cuestionamiento al grado de insensibilidad y degradación al que llegó el país y la dificultad de los colombianos para entender realmente el horror que es la guerra y la obligación de todos a detenerla.
«Lo que quiero transmitirle al país, en esta situación que atravesamos, es que la violencia nunca ha sido ni es la solución», dijo Betancourt. Y, refiriéndose al contexto actual colombiano, hizo un claro llamado: «Es cierto que todos queremos la paz, pero la paz necesita un cambio profundo de nuestra relación con el otro». Y pidió que su experiencia y la de sus compañeros de cautiverio, de quienes habló y con voz indignada cuestionó el mal trato recibido y sus muertes sin compasión, sea parte de la memoria pública y se enseñe en los colegios «para que esto nunca vuelva a suceder».
Y terminó de decir su verdad, hablando a nombre de miles de víctimas: «Le dejamos a la Historia nuestra única verdad, la de que como colombianos no queremos volver nunca al pasado y estamos listos para enmendar y construir hombre a hombro un nuevo futuro para todos».
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