El implacable cerco al enchufismo en Francia
En contraste con la laxitud española a la hora de colocar a familiares y amigos, el país vecino castiga con la dimisión e incluso con penas de cárcel los favores a los allegados de los gobernantes
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Iniciar sesiónGobernantes y políticos franceses, de izquierda y derecha, son muy sensibles a los cantos de sirenas del amiguismo, el enchufismo, las prebendas materiales y la corrupción. Pero la indignación cívica, popular, y el cumplimiento estricto de la Ley funcionan con eficacia «sanitaria». Las «debilidades», no ... siempre ilegales ni punibles por la justicia de algunos políticos, durante la campaña presidencial que dio la victoria Emmanuel Macron , la primavera de 2017, y los tres años de su mandato, ilustran de manera muy elocuente el comportamiento de las élites políticas francesas, sometidas a toda hora a la luz de la información periodística, literaria y visual.
A las pocas horas de conocerse la noticia oficiosa de su elección como presidente, a través de las estimaciones de las cadenas de radio y TV, Emmanuel Macron y su esposa Brigitte celebraron el acontecimiento con sus amigos en un restaurante, «La Rotonde», que tuvo sus días de gloria en la historia del barrio de Montparnasse, frecuentado por artistas, escritores noctámbulos, en sus días de ajada gloria. Celebración pagada con su dinero personal, lejos de la sede de su partido, cuyo alquiler se sostenía con las subvenciones recibidas por todos los candidatos a la presidencia. Días más tarde, Macron celebró su triunfo de manera institucional, en la plaza de la entrada principal del Museo del Louvre , antigua residencia real. Lugar simbólico de la historia nacional.
Todo estaba dicho: alegría privada, familiar, celebrada con dinero propio en un restaurante popular; ceremonia institucional, en un espacio que celebra, al mismo tiempo, siempre, la memoria de los reyes que construyeron el Louvre y la memoria de los revolucionarios que convirtieron la antigua residencia real en museo emblemático de la historia común. Esa separación intachable de lo público y lo privado, la familia, las amistades, y el trabajo propio de un hombre de Estado, es una norma canónica.
Cuando los Macron desean reunirse con sus familiares y amigos viajan hasta su casa personal, en Le Touquet-Paris-Plage, en el norte de Francia, y allí reciben a las amistades de siempre. El presidente juega al tenis con amigos y conocidos. Su esposa va de tiendas con amigas, conocidas y familiares. Lejos del protocolo de Estado. Cuando los Macron se toman unos días de vacaciones veraniegas, oficiales, se instalan en una residencia oficial, como el fuerte de Brégançon, entre la Provenza, la Costa Azul y España. En esa residencia, oficial, Macron y su esposa reciben a políticos y personalidades internacionales, Putin , Angela Merkel , Theresa May . En un «clima veraniego y distendido», el presidente recibe y agasaja como hombre de Estado.
Cuando los Macron desean pasar unas horas con sus amigos o familiares, durante las vacaciones veraniegas, el encuentro se consuma fuera de la residencia de Estado. El presidente y su esposa abandonan el fuerte de Brégançon y organizan una cena con familiares o amigos en una pizzería de un pueblecito cercano, lejos del protocolo, pagando de su bolsillo una merienda / cena con cervezas, pizzas, pinchos o un plato de quesos, con ensalada. En Francia, sería sencillamente impensable que un presidente o un primer ministro invitasen a sus familiares o amigos a pasar parte de las vacaciones en una residencia propiedad del Estado. La opinión pública percibiría tal comportamiento, impensable, como una «fechoría».
El olvido de tan elementales normas de comportamiento cívico puede tener consecuencias escandalosas, precipitando «terremotos» políticos. En julio de 2019, varios medios parisinos descubrieron que François de Rugy , expresidente de la Asamblea Nacional, había utilizado el personal, los salones, la cava y la cocina de la institución para organizar «cenas privadas»… Ecologista moderado, «macroniano» muy temprano, personaje simpático, Rugy había sido nombrado por Macron presidente de la Asamblea Nacional (AN), tras la victoria de su partido en las elecciones legislativas del mes de junio de 2017. El presidente de la AN es una de las primeras personalidades en la jerarquía del Estado. Es leyenda que la cava y la cocina de la Asamblea son «vitrinas» excepcionales de los vinos y la gastronomía francesa.
Cenas privadas
La prensa descubrió que Rugy había organizado numerosas cenas «privadas», entre 2017 y 2018. El presidente de la AN comenzó por responder que se trataba de cenas destinadas a «dialogar» con la «sociedad civil», empresarios, intelectuales, artistas, etcétera. La prensa no tardó en publicar las fotos que precipitaron la catástrofe política: mesas de servicio donde se exponían bandejas de langostas, hileras de botellas de champagne… las imágenes del lujo de Estado, puesto al servicio de la «sociedad civil» y los amigos íntimos de Rugy y su esposa, causaron un impacto excepcional. Rugy repitió hasta la saciedad que no había cometido ningún delito, no había robado, no se había dejado corromper. Eran «simples cenas». La «simplicidad» de las bandejas de langostas «regadas» con champagne causaron un estupor «cataclismático». El presidente de la AN tardó dos semanas cortas en presentar su dimisión, tras anunciar que pagaría, con su dinero, el costo de las cenas celebradas con algunos amigos.
El caso de Rugy tiene mucho de emblemático. Por tratarse de un ecologista moderado y simpaticote, con un perfil público de «chico bien». Sus ligerezas amistosas lo marcaron para siempre en el corazón del sistema democrático francés, la Asamblea Nacional (AN), nido célebre de la marea negra del amiguismo y las prebendas de toda la clase política. La legislación francesa ofrece a todos los diputados un dinero de «libre disposición» , con el que pagar, con dinero público, el trabajo de asistentes y consejeros de todos los diputados de Francia. Con frecuencia, los diputados han utilizado ese dinero público para pagar sueldos oficiosos, legales, a sus novias, novios, hijos y esposas.
En marzo de 2017, en el momento álgido de la campaña presidencial que daría la victoria a Emmanuel Macron, la prensa reveló que Bruno Le Roux, ministro del Interior (socialista), llevaba años pagando a dos de sus hijas un salario de «colaboradoras parlamentarias». Dos chicas de 15 y 16 euros habían ganado en dos años cortos unos 55.000 euros. François Hollande , presidente de la República de la época, apenas tardó una semana en convocar personalmente a su ministro del Interior, forzado a dimitir sobre la marcha. Aquella primavera de 2017, también culminó el más célebre y devastador escándalo de amiguismo, enchufismo y prebendas públicas: el escándalo François Fillon, que fue primer ministro de Nicolas Sarkozy, entre 2007 y 2012, candidato fallido de la derecha tradicional a la elección presidencial de 2017. Durante más de seis meses, entre el mes de octubre de 2016 y el mes de febrero de 2017, Fillon se cotizaba como futuro presidente de Francia: todos los sondeos lo daban como ganador «seguro», muy por delante de Macron y el resto de los candidatos, socialistas o de extrema derecha.
En enero de 2017 se descubrió que Fillon aceptaba regalos de trajes de lujo (a 5.000 euros la pieza), camisas, corbatas y zapatos de «gama muy alta». El candidato conservador se limitó a responder que no había nada de «ilegal» en recibir regalos «amistosos», que no estaban «fuera de la ley» ni «comprometían a nada ni a nadie». Más tarde se descubrió que su esposa cobraba «colaboraciones literarias» en alguna revista «amiga» pagadas a precios por encima de los mil euros el folio. Tampoco había nada ilegal en cobrar por el talento literario presumido. Hasta que el semanario satírico «Le Canard enchaîné» descubrió que Fillon llevaba años pagando con dinero público sustanciales sueldos a su esposa e hijos, «contratadas» como consejeros y asistentes parlamentarios.
«Nada ilegal», respondió Fillon. En efecto. El ex primer ministro y exdiputado, tenía formalmente derecho a utilizar el dinero de la Asamblea Nacional para pagar a sus «colaboradores y colaboradoras», esposa e hijos. El caso se complicó cuando se descubrió que varios amigos políticos y familiares de Fillon también se habían beneficiado de sus prebendas y «enchufismo». Fillon puso el grito en el cielo , afirmando que todo era un montaje del Gobierno socialista de la época, anunciando una querella judicial para «limpiar su honor». Antes siquiera de que pudiera comenzar el esperpéntico proceso que siguió, la opinión pública dictó sentencia irrevocable: el espectáculo de un personaje que se dejaba regalar trajes y zapatos de lujo, «enchufando» a su esposa e hijos, pagados generosamente con dinero público, hundió a Fillon en la más absoluta miseria política.
Falta de ejemplaridad
Por vez primera en la historia de la V República, el candidato conservador quedó relegado a un humillante tercer puesto, detrás de Macron y Marine Le Pen, eliminado, en la primera vuelta de la elección presidencial. Las ligerezas, amiguismo, enchufismo y prebendas de Fillon se convirtieron en un terremoto devastador para la derecha francesa, heredera del general de Gaulle, Giscard d’Estaing y Jacques Chirac . Humillado y desterrado de la acción política, François Fillon se obstinó en «salvar» su honor, perdido, estimando que no había cometido ningún delito. Comenzó un proceso que culminaría el 29 de junio pasado, cuando el Tribunal de París condenó a Fillon a cinco años de cárcel: tres años con remisión de pena y dos de prisión firme. Fillon y su familia fueron condenados, igualmente, a devolver a la Asamblea Nacional (AN) un millón de euros cobrados con «empleos ficticios», prebendas pagadas con dinero público.
En su sentencia, el Tribunal Correccional de París insistió en que Fillon «hizo prevalecer su interés personal contra el interés común, contribuyendo a erosionar la confianza de los ciudadanos. Utilizando los fondos públicos para uso personal, completando los ingresos de su familia, faltó a la ejemplaridad indispensable, sabiendo que estaba extorsionando dinero público».
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