Huida a Kiev por el corredor de la muerte
El corredor de Irpín es «rojo» por la sangre de los civiles muertos en el camino, como la familia Perebyinis, abatida el domingo por fuego de mortero ruso
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Más de 40.000 personas huyen por los corredores humanitarios mientras Rusia recrudece los ataques
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Iniciar sesión«No es un corredor verde, es rojo porque salimos entre las bombas y hay cuerpos en el camino», apunta Irina desde el interior de uno de los autobuses amarillos que esperan a los civiles que salen por el corredor de Irpín, al norte ... de Kiev. Ha necesitado cuatro días para hacer un trayecto que antes de la guerra costaba cuarenta minutos. Aunque Rusia anunció durante dos días que respetaría el alto el fuego, «es mentira, los combates no han parado y por eso al final es decisión de uno mismo salir de su escondite y dirigirse al corredor, nadie te asegura que vayas a llegar con vida. Los soldados rusos se comportan de manera violenta en sus puestos de control, no es nada sencillo llegar», asegura Irina, que se siente segura en Kiev.
Los corredores se pactan en despachos, donde se mantienen reuniones entre políticos y militares de Ucrania y Rusia. Los ministerios de Defensa los anuncian a bombo y platillo y las dos partes se suelen acusar de forma sistemática de no respetar lo pactado si las cosas van mal . El problema es que quienes negocian estos caminos, saben que no los tienen que probar en primera persona.
El corredor de Irpín es «rojo» por la sangre de los civiles muertos en el camino, como la familia Perebyinis, abatida el domingo por fuego de mortero ruso disparado de forma deliberada. Unas flores les recuerdan, aunque nadie tiene un minuto para detenerse frente a ellas. Este paso suena a las explosiones que retumban a unos kilómetros y las detonaciones se mezclan con el llanto de los recién llegados, rotos por el cansancio y la tensión acumulados. Es un llanto agrio, con los ojos llenos de lágrimas. Inconsolable. El olor de los hongos de humo negro que se elevan al cielo después de cada detonación lo impregna todo.
El Ejército ucraniano dinamitó el puente que conectaba Irpín con Kiev para complicar el avance de las tropas rusas y ahora la vía de escape es una pasarela de madera sobre el río. La mayor parte de quienes salen son ancianos y necesitan ayuda. En brazos, en camillas improvisadas o a la espalda, los voluntarios y familiares más jóvenes ayudan a los mayores a superar el camino en medio de un viento helador. Los cargan con cariño, pero con la prisa que obliga la guerra. La escena congela el corazón.
Sufrimiento y miedo
«Yo estaba sola cuando estalló la guerra porque mis hijos emigraron hace años. Nací durante la Segunda Guerra Mundial, mi padre fue asesinado entonces y mi madre también murió. Soy huérfana desde los siete años y ahora, en mi vejez, tengo que sufrir la guerra de nuevo. Gracias a todos los que ayudan, se lo agradezco con mis lágrimas, se necesita ayuda porque mucha gente sigue atrapada sin poder salir», cuenta María Vasylivna, que ha hecho el camino con la ayuda de unos vecinos de su mismo bloque de viviendas. En su barrio llevaban cuatro días sin agua, luz, ni gas y la temperatura en el interior del garaje donde se escondían estaba por debajo de los diez grados.
«Nací durante la Segunda Guerra Mundial, mi padre fue asesinado entonces y mi madre también murió. Soy huérfana desde los siete años», señala María
Todos comparten una historia similar de sufrimiento y miedo . «Yo tenía una vida normal, era una persona feliz en mi casa, con mi huerto, y de pronto estalló la guerra y todo acabó», dice Oleg, quien ha salido con su mujer, su hijo, dos perros y un gato. En su caso, se enteró de la existencia del corredor por rumores entre los vecinos, pero cuando salió de su casa en dirección a Kiev no tenía nada claro que se pudiera pasar. «Nadie informa de nada, es una lotería», lamenta Oleg.
Nadie olvida el ataque directo sufrido por este lugar, pero tampoco pierden de vista las informaciones que llegan desde Mariúpol , ciudad del sur del país asediada desde hace diez días. «Hemos sufrido ataques con misiles a los edificios más altos, visto helicópteros volando a baja altura… y en muchos pueblos ahora las casas están ocupadas por soldados rusos», detalla Tatiana, quien espera que todo acabe lo antes posible para poder volver a su casa.
No se atreven a poner una fecha para el final del conflicto, pero cada día que pasa el desastre es mayor. Más muertos, más destrucción, más refugiados fuera del país y más desplazados internos. El encuentro celebrado en Antalya entre los ministros de Exteriores de Rusia y Ucrania queda demasiado lejos de esta pequeña vía que separa la vida de la muerte. El viaje para ellos no ha hecho más que empezar y la brújula se orienta a Occidente, lo más lejos posible de las bombas.
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