Hermanos de sangre y horror

Salah Abdeslam también iba a seguir los pasos de su hermano Ibrahim en París. Éste, de 31 años y nacido en Francia, murió al hacer estallar su carga explosiva en el ataque al restaurante Le Comptoir Voltaire, en el bulevar Voltaire, aquel viernes 13 de noviembre de 2015 en que París se vistió de luto. Salah, su hermano menor, debía haber hecho estallar su cinturón de explosivos en el estadio de Francia de Saint Denis, pero en el último momento se echó atrás y huyó.

Said y Cherif Kouachi no dudaron. Con aterradora frialdad, estos hermanos franceses de origen argelino atacaron en enero de 2015 la sede del semanario satírico francés «Charlie Hebdo» , dejando 12 muertos y 11 heridos, cuatro de ellos graves. Tras su huida, se atrincheraron en una imprenta en una zona industrial de Dammartin-en-Goele, al noreste de París. Acorralados, salieron del local disparando a las fuerzas de seguridad, que respondieron a tiros.

El mismo final encontró Mohamed Merah , abatido tras atrincherarse en una vivienda durante más de 32 horas. Al asesino de Toulouse , que mató en marzo de 2012 a siete personas, entre ellas tres niños en una escuela judía, le ayudó a preparar los ataques su hermano mayor Abdelkader , según los cargos que pesan contra él.

Los hermanos Tsarnaev también intentaron huir tras la masacre en el maratón de Boston. Tamerlán, de 26 años, murió tras un tiroteo con la Policía y Dzhokhar, de 19 años, fue capturado poco después. « Fue Tamerlán Tsarnaev quien se radicalizó, Dzhokhar le siguió », aseguró la abogada del joven, que fue condenado a la pena de muerte en Estados Unidos.

Es un patrón que se repite, según expertos consultados por ABC. «El hermano mayor arrastra al pequeño» hasta el punto de conducirlo incluso hasta la muerte en algunos casos.

El vínculo que existe entre hermanos es «muy intenso» porque un hermano «es una fuente de identidad» , un fuerte motivador con el que se crea «una relación muy potente» . Para el pequeño, el mayor es un modelo más cercano que el de los padres, que se convierte en fuente de identificación y de admiración.

«Captar a uno puede arrastrar al otro», explican los expertos, sin que necesariamente el resto de la familia conozca o comparta esta radicalización.

El caladero para captar a estos jóvenes suele ser la adolescencia , -«que hoy es un periodo largo», apuntan los expertos- por ser el momento en el que una persona busca un proyecto de vida, un ideal. Y tras el mayor, es frecuente que el pequeño le siga en su radicalización.

Una vez captados, no resulta casual que los terroristas elijan a hermanos para cometer atentados. « Tiran del fuerte vínculo que les une para asegurar el éxito de sus acciones », señalan.