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La guerra comercial global y la falta de unidad marcan el G-7

Macron fija en un discurso los objetivos de la cumbre: más crecimiento para crear más empleo, evitar nuevos aranceles e invertir en el futuro

Tusk comienza la cumbre del G-7 con reprimendas a EE.UU. EP
Juan Pedro Quiñonero

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Las guerras económicas entre grandes potencias de ambiciones mundiales, y las divisiones entre aliados europeos y aliados trasatlánticos, hipotecan los resultados concretos del G-7 de Biarritz, el cuadragésimo quinto y más problemático de la historia. Horas antes de iniciarse la cena de trabajo de los representantes de los siete grandes y la UE, Emmanuel Macron resumió de manera muy gráfica el estado de crisis del G-7 en estos términos: «Quizá no nos pongamos de acuerdo en todo. Pero nuestra voluntad es esta: hacer proposiciones, reducir los desacuerdos, no aceptar la fatalidad. Tenemos desacuerdos, pero los grandes temas no los podremos resolver si no trabajamos juntos».

Ante el problema esencial de la paz y la estabilidad internacionales, los EE. UU., los distintos miembros de la UE, Japón y Canadá, tienen posiciones diferentes o muy diferentes sobre todas las grandes crisis inflamables: Irán, Siria, Ucrania, puesto de Rusia en la nueva escena internacional.

Emmanuel Macron desearía oficiar de intermediario entre Teherán y Washington. Pero sus servicios no son siempre apreciados, ni están apoyados por la mayoría de los aliados europeos. El presidente de Francia, como Trump, apoyaría la vuelta de la Rusia de Putin al G7. Pero una mayoría aparente de miembros del club no parece dispuesta a aceptar tal sugerencia. Por el contrario, Ucrania pudiera ser invitada a próximos G-7. Para irritación de Putin.

Macron se entrevistó con el presidente ruso la semana pasada en el Fuerte de Bregançon, residencia veraniega de los presidente de Francia, intentando reconstruir las relaciones de la Rusia de Putin con Europa occidental. En vano. El presidente ruso siempre está dispuesto al recurso a la fuerza armada, en Siria, en el este de Europa, para apoyar sus decisiones.

La presencia del Reino Unido en el G-7, a dos meses de la «salida final, cueste lo que cueste» de la UE, según Boris Johnson, crea una cierta unión entre los aliados europeos, pero recuerda el abismo trasatlántico: Donald Trump alienta al Reino Unido a romper con las «cadenas» de la UE.

Los enfrentamientos diplomáticos, tecnológicos, fiscales y comerciales de Donald Trump con Pekín, la UE y varios países europeos (Francia, Alemania) se han convertido en una hipoteca grave para la prosperidad mundial, que Macron resume de este modo: «Necesitamos más crecimiento para crear más puestos de trabajo; debemos ser conscientes que las tensiones son malas para todo el mundo… este G-7 debe evitar guerras comerciales, relanzar acuerdos e invertir en el futuro».

Reflexión personal que el presidente francés repitió cara a cara al presidente norteamericano en una primera comida de trabajo, la tarde del sábado, con un resultado imprevisible. Trump abrió el «fuego», días pasados, calificando de estúpida la decisión macroniana de imponer cargas fiscales a los GAFA (Google, Apple, Facebook, Amazon), advirtiendo que estaba dispuesto a subir los aranceles norteamericanos sobre los vinos franceses. El duelo verbal Macron/Trump desembocó en una incierta negociación en el seno de la OCDE. Pero el presidente saliente del Consejo Europeo (CE) llegó a Biarritz lanzando una advertencia personal al presidente norteamericano: «Si E.UU. impone aranceles a los vinos franceses, la UE responderá del mismo modo, en defensa de un país miembro. Pese a que lo último que necesitamos es una confrontación, especialmente con nuestro mejor aliado, Estados Unidos, tenemos que estar preparados para ese escenario».

Esas y otras crisis de fondo son percibidas desde distintas perspectivas por todos los miembros de la UE y por los miembros europeos del G-7. De ahí que el líder francés organizase la tarde del sábado una reunión de coordinación para intentar armonizar las posiciones de los aliados europeos ante la primera reunión plenaria de la cumbre, el domingo.

Como cualquier presidente de la V República que se precie, Macron ha deseado innovar y modernizar el G-7, modificando el formato e introduciendo nuevos temas de trabajo. Complicando de manera espectacular la toma de decisiones prácticas.

Una vez confirmadas sus convergencias (escasas) y divergencias (numerosas), los siete grandes se reunirán durante un día y medio muy corto, con los representantes de países de varios continentes, Europa incluida: España, Australia, Chile, la India, Burkina Faso, Egipto, Senegal, Rwanda y Sudáfrica. Los siete grandes, primero, y los nueve invitados, más tarde, deberán discutir y «tomar decisiones» en temas tan complejos como la «lucha contra las desigualdades», el cambio climático, la biodiversidad y el gran tema más inflamable de la cumbre, el futuro de la Amazonia y la cuenca del Amazonas, en Brasil y el cono sur americano.

En el terreno de la lucha contra las desigualdades (una propuesta de trabajo del anfitrión, mal recibida por la mayoría del G-7), Macron se considera «optimista», y cree posible contar con la buena voluntad de las empresas y los estados para mejorar las condiciones de trabajo y la igualdad entre hombres y mujeres, en los cinco continente del planeta. No es un secreto que las políticas económicas y sociales de la zona euro, el Reino Unidos y los EE. UU. son muy diversas y no siempre conciliables.

Acuerdo comercial

En el terreno de la biodiversidad y el medio ambiente, Macron ha introducido varios temas que han creado divisiones inflamables. El presidente francés anunció la tarde del viernes que su Gobierno rechazará el acuerdo comercial entre la UE y Mercosur (al igual que España), para protestar contra el comportamiento del gobierno de Brasil ante la crisis de Amazonia. El gobierno alemán se apresuró a matizar, afirmando, oficialmente, que la ruptura del acuerdo UE/Mercosur le parece «muy mala idea». Macron y Merkel quizá coinciden en la necesidad de un gesto fuerte. El presidente francés propone hacer valer la solidaridad internacional con Brasil para luchar contra la gran crisis ecológica en curso, incluso favoreciendo alguna forma de colaboración mundial en la reforestación del Amazonas. No está claro como reaccionarán los miembros de la UE ante tales propuestas; y parece no muy razonable esperar que Trump se embarque en combates ecológicos de ese tipo… Otros problemas secundarios, como la inmigración, han quedado en un relativo segundo plano. Pero nadie olvida que la UE está profundamente dividida y fragmentada en ese terreno.

Desde la óptica de la potencia convocante de esta edición del G-7, Francia, quizá lo esencial sea evitar la propagación incontrolada de las crisis en curso, intentando crear puentes y evitar nuevas catástrofes, contra las que Macron advierte de este modo: «No podemos resolver los grandes problemas mundiales si no trabajamos juntos». Veremos.

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