Abdulrazak Abú Hajar: «Me fui de Libia para que mis hijas no hicieran la mili»
Un miembro de los Hermanos Musulmanes es el nuevo gobernador de Trípoli. Abú Hajar insiste en defender todas las opciones políticas para las futuras elecciones.
LUIS DE VEGA
Detenido por el régimen en los años setenta acusado de pertenecer a los Hermanos Musulmanes, el actual presidente del Consejo de Trípoli —cargo equivalente al de gobernador—, abandonó el país definitivamente cuando Muamar Gadafi impuso el servicio militar obligatorio para las mujeres, algo ... que no quería para sus hijas.
—¿Qué hizo usted antes de llegar a este puesto?
—Nací en Trípoli en 1941 y fui a la madrasa a estudiar el Corán. Bajo la Monarquía fui profesor de matemáticas antes de incorporarme a los negocios textiles familiares. Del barrio de Tajoura (Trípoli) pasé a expandir mi empresa con una fábrica en El Cairo (Egipto), que sigue abierta aunque ya son mis hijos los que están al frente. En 1973 fui detenido y encarcelado durante 18 meses acusado de opositor. En 1981 decidí instalarme en El Cairo. Fue ese el año en el que Gadafi impuso el servicio militar obligatorio para las mujeres y yo no quería eso para mis dos hijas, que entonces tendrían 15 o 16 años. Eso iba en contra de las tradiciones de los musulmanes. Desde aquel año permanecí una década sin regresar a Libia y cuando volví ya no podía disfrutar de mucha libertad de movimientos.
—¿Cómo ha vivido la revolución?
—Junto a un nutrido grupo de abogados, escritores y hombres de negocios me uní al pensamiento de la revolución del pasado 17 de febrero. Celebramos reuniones clandestinas en un despacho de Trípoli. Propusimos incluso mandar una carta al régimen para que detuviera el baño de sangre. Las autoridades no se creían todavía que las masas se hubieran echado a la calle y hasta los militares se veían a veces superados. Algunos no obedecieron las órdenes de disparar y huyeron. Estuve en Trípoli hasta el 10 de mayo, cuando salí hacia El Cairo, donde me encontraba cuando me llamaron del Consejo Nacional Transitorio para que fuera gobernador de la capital. Entré en Trípoli al día siguiente de que fuera tomada por los revolucionarios. Entonces dejé de ocupar el cargo en la sombra y fui nombrado oficialmente.
—Muchos ciudadanos se agolpan en este edificio desde primeras horas de la mañana. ¿Qué le piden?
—De todo. La ciudad necesita muchas cosas. Carreteras, obras diversas, escuelas mejor preparadas que las actuales. Lo difícil no es hacer muchos edificios, lo difícil es construir la mente del ser humano y aquí durante 42 años han estado destruyendo ideas. Cada ciudadano trae sus problemas, desde disputas vecinales, heridos de la guerra, falta de vivienda…
—¿Grupos hasta ahora clandestinos como los Hermanos Musulmanes saldrán ahora a la luz?
—Claro, no habrá más clandestinidad.
—¿Cuál será el papel de los Hermanos Musulmanes en la nueva Libia?
—En 1973 cuando fui detenido me acusaron de pertenecer a los Hermanos Musulmanes. Para mí, lo más importante es la paz, la justicia y la libertad de cada uno para elegir su camino. Evidentemente no todo el mundo es musulmán, aunque sí es ese el camino que a mí me gustaría que todo el mundo escogiera. El islam es la religión de la paz.
—¿Sabe que en el extranjero se ve con miedo que el jefe del Consejo Nacional Transitorio, Mustafá Abdeljalil, haya dicho que la base legal desde ahora será la Sharía?
—Somos musulmanes. Claro, lo dijo Abdeljalil y es verdad. La base fundamental de la Sharía es el Corán, que no es solo lo que piensa Occidente. Que haya que eliminar de la sociedad a los asesinos para que no propaguen la muerte es solo una parte de la Sharía, creada por Dios, que a su vez es el creador de los hombres. De la misma manera, Dios te permite casarte con una, dos, tres, cuatro… mujeres siempre que te lo puedas permitir.
—¿Y cuál será su papel en los Hermanos Musulmanes en Libia tras haber vivido tantos años en Egipto?
—Secundario. Ahora lo que me importa es que Trípoli avance. Fue la novia del Mediterráneo y debe volver a serlo.
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