Funerales revolucionarios
El 8 de septiembre de 1978, los soldados leales al Sha dispararon sobre los manifestantes y mataron a decenas de ellos. El periodo de luto de 40 días que siguió a este «viernes negro» abrió un ciclo de duelo y protestas que marcó el ritmo de la revolucióniraní
Digan lo que digan los libros de Historia, es difícil establecer el punto en que una revuelta popular de descontentos con un régimen desemboca en una revolución en toda regla que derroca el poder establecido. ¿En qué punto se halla la «revolución verde»? Es una ... de las frustraciones mayores del oficio del periodista: no poder calibrar si los acontecimientos que pasan a toda velocidad por su mesa de trabajo constituyen esquejes de un acontecimiento único y definitivo a los que la Historia pondrá fecha, nombre y apellidos... o una crisis política más en un país lejano.
Los funerales convocados a partir de hoy en Irán pueden ayudarnos a comprender el alcance de lo que allí ocurre. El 8 de septiembre de 1978, cuatro meses antes del retorno del imán Jomeini al aeropuerto de Teherán, las fuerzas militares leales al Sha de Persia dispararon contra la multitud en Teherán y mataron a decenas de ellos. La Historia bautizó la jornada como el «viernes negro» de la revolución iraní. Las prácticas religiosas chiíes hicieron el resto.
Las muertes llevaron a miles de iraníes a guardar los 40 días de luto que exige la tradición, al final de los cuales se reactivaban las protestas, con nuevos muertos sobre las calles que daban paso a un nuevo ciclo de procesiones funerarias. Este ciclo en rojo y negro se acrecentó con la llegada del mes santo del chiísmo (moharrán) a comienzos de diciembre. Cientos de miles de iraníes -entre seis y diecisiete millones según algunos historiadores- salieron a las calles a rememorar el martirio del imán Hussein a la vez que gritaban «¡Muerte al Sha!». El 16 de enero, Mohamed Reza Sha y su esposa fara Diba abandonaron el país.
Los siete manifestantes muertos en las protestas en la capital iraní el lunes pasado -algunas fuentes apuntan a la muerte de otros cinco el martes en la Universidad de Teherán- podrían, por tanto, marcar el principio del fin del régimen teocrático. O no. No lo sabemos. Un joven iraní escribía ayer: «la presencia o no presencia de Musavi en las manifestaciones, su aprobación o no, va quedando poco a poco en un segundo plazo en unos acontecimientos y dinámicas que está creando la propia gente».
I nstantes definitivos
No hay reglas de la Historia que permitan predecir el resultado de este tipo de «dinámicas» revolucionarias. El escritor y periodista Ryszard Kapuscinski intentó desmadejarlas en su libro «El Sha o la desmesura del poder», en el que describe el preciso momento en que un soldado es poseído por el miedo y se niega a disparar sobre la multitud. Ahí, en ese preciso instante -según el maestro polaco-, surge la revolución.
¿Tendrá la «revolución verde» ese momento definitivo? ¿Acaso ha tenido ya lugar y la censura informativa, o las prisas de este oficio, nos han impedido verlo, firmarlo, contarlo? El régimen se ha visto obligado a mostrar un rostro represivo que les aleja de la categoría de democracia electoral chií para ubicar al Irán actual más cerca de las dictaduras china y cubana. El régimen parece sufrir un aislamiento de las demandas populares que recuerda al que rodeó a la corte del Sha. Paralelismos históricos esperanzadores que, previsiblemente, se estrellarán contra la realidad del control que los ayatolás ejercen sobre la población y la amplia base de apoyo popular que tiene. ¿O quizás no?
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