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La filtración de WikiLeaks amenaza el futuro de las misiones de la CIA

La agencia de inteligencia advierte de que estas revelaciones perjudican su capacidad para proteger a los americanos y equipa a sus adversarios con "herramientas para hacerles daño"

Trump, «profundamente preocupado» por la mayor humillación para la inteligencia de EE.UU. desde las revelaciones de Snowden en 2013

Manuel Trillo

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La novela de espías en la que parece haberse convertido el mes y medio que lleva Donald Trump en la Casa Blanca ha dado un nuevo giro con la filtración por WikiLeaks de miles de documentos de la Agencia Central de Inteligencia de EE.UU. (CIA) que ponen al descubierto sus métodos para piratear dispositivos tecnológicos de uso común, como teléfonos móviles y televisores, y convertirlos en herramientas de vigilancia.

La humillante exposición ante los ojos de todo el mundo de sus procedimientos supone un duro golpe para la credibilidad de la agencia norteamericana, cuyo éxito depende precisamente del secreto con que lleve a cabo sus operaciones.

Los documentos publicados, fechados en su mayoría entre 2013 y 2016, son aparentemente auténticos, según han apuntado en distintos medios funcionarios anónimos de la inteligencia de EE.UU., si bien oficialmente la CIA no lo ha confirmado.

Se trata, cuando menos, del mayor revés que sufren los servicios de inteligencia estadounidense desde la masiva revelación de documentos clasificados de programas de vigilancia de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) a través de la prensa por el informático contratado por la CIA Edward Snowden, en 2013.

Aunque sin querer confirmar la autenticidad de los documentos ni comentar nada sobre la investigación acerca de semejante fuga, la CIA ha advertido este miércoles (ya jueves en España) en un comunicado que los americanos deberían estar "muy preocupados" por cualquier revelación dirigida a dañar la capacidad de la inteligencia estadounidense para protegerles de sus adversarios: "Estas revelaciones no solo ponen en peligro a personal y operaciones de EE.UU. , sino que equipa a nuestros adversarios con las herramientas y la información para hacernos daño".

La agencia señala que su misión es "recopilar activamente inteligencia extranjera en otros países para proteger a América de terroristas, naciones hostiles y otros adversarios" y que su trabajo es ser "innovador", estar "en vanguardia" y constituir "la primera línea de defensa para proteger ese país de enemigos exteriores". "América no merece menos", asevera.

Puntualiza, además, que la CIA tiene legalmente prohibido llevar a cabo vigilancia electrónica dirigida a individuos en el interior del país, incluyendo a los ciudadanos americanos, y que no lo hace. Sus actividades, recalca, están sujetas a "rigurosa supervisión para asegurar que cumplen plenamente con la ley y la Constitución de EE.UU.".

El propio presidente estaría «profundamente preocupado» por la filtración, de acuerdo con lo que señaló ayer el secretario de prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer , en su comparecencia diaria ante los periodistas, si bien tampoco confirmó la autenticidad de los documentos.

Expertos y antiguos cargos del espionaje norteamericano han alertado de la gravedad de la filtración. «Cualquier exposición de estas herramientas va a causar un grave daño , si no irreparable, a la capacidad de nuestras agencias de inteligencia para llevar a cabo su misión», ha señalado a «The Washington Post» un exresponsable en estas labores. La fuga de información puede comprometer la tarea de la CIA en la lucha contra Daesh y otras organizaciones terroristas o a la hora de acceder a las defensas informáticas de países como Rusia, China o Irán.

Además, esto puede no haber acabado, ya que WikiLeaks dice que lo filtrado ahora es solo parte de los 9.000 documentos en su poder y que amenaza con ir publicando.

Pugna política

La convulsión generada por la publicación el pasado martes de los documentos por WikiLeaks llega en un momento político ya agitado por las investigaciones en el Congreso de las conexiones entre el equipo de campaña del hoy presidente de EE.UU. y las autoridades rusas, así como por la acusación de Trump a su antecesor, Barack Obama, de haber ordenado pincharle el teléfono de su rascacielos en Nueva York poco antes de la elección, que lanzó sin pruebas en Twitter el pasado sábado.

Aunque WikiLeaks no identifica a la fuente que le ha proporcionado los documentos, agrupados bajo el nombre de «Vault 7», sí apunta que habrían «circulado entre antiguos hackers y contratistas del gobierno de EE.UU. de una manera no autorizada, uno de los cuales ha proporcionado a WikiLeaks partes del archivo». Según la organización encabezada por Julian Assange, la fuente plantea la necesidad urgente de abordar si las capacidades de pirateo de la CIA exceden a los poderes que tiene encomendados y el problema de la supervisión pública de la agencia, al tiempo que pretende abrir «un debate público acerca de la seguridad, creción, uso, proliferación y control democrático de las ciberarmas».

Responsables de inteligencia y de la aplicación de la ley indicaron ayer de forma anónima a Reuters que desde finales de 2016 estaban al tanto de una grieta de seguridad en la CIA y que se estaban centrando en contratistas de la agencia como la fuente más probable de los documentos.

Rusia, posible fuente

Sin embargo, la sombra rusa vuelve a planear sobre este nuevo escándalo. Según apunta el experto en ciberseguridad James Lewis al diario «The New York Times», es posible que Rusia sea la que haya robado los documentos a traves del hackeo u otros procedimientos, y se los haya entregado a WikiLeaks, que incluso puede no saber cómo se obtuvieron. «Creo que una potencia extanjera es la fuente de estos documentos con mucha más probabilidad que un soplón de la CIA con remordimientos de conciencia».

La opción de Rusia es verosímil si se tienen en cuenta los precedentes, que indican una relación fluida entre WikiLeaks y los servicios de inteligencia de ese país. Las agencias estadounidenses concluyeron tras su indagación que los miles de documentos del Partido Demócrata que la plataforma antisecretos de Assange filtró durante la pasada carrera electoral estadounidense fueron conseguidos como parte de una cibercampaña orquestada por el Kremlin para influir en el resultado electoral en favor de Trump. Las revelaciones sobre los tejemanejes de la dirección del aparato de ese partido en las elecciones primarias para beneficiar Hillary Clinton frente a su rival, Bernie Sanders, le costaron en su momento el puesto a la responsable del comité demócrata, Debbie Wasserman Schultz.

Precisamente, Rusia es además el país que acoge a Edward Snowden desde 2013 y el pasado enero ha renovado por otros dos años el permiso para que permanezca residiendo en él.

El renovado protagonismo de esta entidad filtradora en la vida política norteamericana evoca, por otra parte, las palabras pronunciadas por el ahora presidene durante un mitin el pasado octubre, en el que declaró, acerca de la publicación de las intimidades de los demócratas en internet: «Yo amo a WikiLeaks».

Esta plataforma se convierte ahora en la pesadilla de la CIA, siete años después de la filtración a través de ella de más de 700.000 documentos del Pentágono y cables del Departamento de Estado sobre las guerras de Irak y Afganistán facilitadas por el soldado Bradley Manning (ahora de nombre Chelsea, tras someterse a una operación de cambio de sexo), por lo que se le condenó a 35 años de prisión.

Además, la filtración ha reabierto otro frente: las disputas entre las autoridades federales y las grandes empresas tecnológicas , ya que los documentos expuestos por WikiLeaks revelan cómo las «ciberarmas» de la CIA pueden vulnerar la seguridad de los smartphones de Apple y Android o los ordenadores de Windows para convertirlos en unos instrumentos de espionaje mas.

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