Los fantasmas de Ceaucescu
Rumanía lleva varias semanas sin gobierno, pero a nadie parece importarle demasiado. Los atascos en el tráfico y la lucha por la supervivencia diaria en Bucarest mantienen su ritmo de siempre. A falta de acuerdo con la oposición -que acaba de jugar un órdago al ... presidente centrista, Basescu-, el gobierno caído seguirá interinamente hasta las elecciones presidenciales del próximo 22 de noviembre.
«Italia cambiaba de gobierno cada seis meses en los años noventa, y nadie ponía en duda su solvencia democrática -señala a modo de consuelo el secretario de Estado para Europa, Bogdan Mazuru-; lo malo es que a la crisis política se suma ahora la económica».
El Estado rumano roza la bancarrota y la inversión extranjera ha caído en lo que va de año un 50 por ciento. Como consecuencia es difícil aprovechar las enormes oportunidades de cofinanciación que ofrece Bruselas. «Es cierto que tenemos mucho dinero comunitario, pero no logramos absorberlo por falta de preparación en nuestra Administración y de infraestructura», se excusa Bogdan Mazuru. En 2008, Rumanía podía haber construido 500 kilómetros de autopistas; la realidad se frenó a los 50.
Mazuru cree que la corrupción -un leitmotiv de los sucesivos informes de Bruselas sobre Rumanía-, está «sobredimensionada por los medios». Pero la corrupción ha sido y es una palabra mágica.Explica en cierta medida la masiva huida del país de su fuerza laboral. Y el triunfo de Traian Basescu en 2004, con sus promesas incumplidas de llevar a cabo una vasta campaña contra la corrupción.
Las leyes han cambiado. Rumanía dispone de una Agencia Nacional contra la corrupción y de un Fiscal especial para esa materia, pero es general la percepción de que cualquier pez gordo puede romper las redes.
Daniel Morar, el Garzón rumano, cree en cambio que desde su nombramiento al frente de la Dirección Nacional Anticorrupción el sistema ha recibido aire limpio. «Hemos producido quinientas condenas desde el 2006, en su mayoría de altas personalidades del Estado», afirma Morar durante una entrevista en la imponente sede que tiene la Fiscalía en Bucarest.
Por primera vez en la Rumanía post-Ceaucescu, políticos de renombre se enfrentan a procesos judiciales. La lista, que llega a la veintena, la encabeza hoy el ex primer ministro Adrian Nastase, con cuatro juicios por corrupción. Pero el mismo Morar admite que las penas que impone la actual legislación «son muy bajas y no disuaden». Además, los encausados «logran alargar los procesos» de modo indefinido, y, cuando llegan las penas «muchos saben cómo dejarlas en suspenso», se queja el Fiscal anticorrupción rumano.
El profesor Ioan Stanomir, autor de un proyecto presidencial de reforma de la Constitución que quedó en nada,es aún más crítico con el sistema. «En Rumanía todos los conflictos políticos acaban siendo personales», se lamenta. Stanomir cree además que el actual sistema de equilibrios entre el presidente y el Parlamento «no puede dar estabilidad política», y es partidario de un modelo como el norteamericano. «Pero es una utopía -concluye pesimista-: supondría apostar por descentralizar y la transparencia, y los partidos mantienen todavía los mecanismos internos de la era comunista».
Debate sano
La decepción tras veinte años de democracia y casi tres de pertenencia a la UE está a tono con el aire desmochado de las viejas mansiones de Bucarest. No todo, sin embargo, es el vaso medio vacío en Rumanía. Los últimos años, con los procesos abiertos por corrupción, la investigación de archivos de la Policía secreta, la Securitate, y las denuncias de la prensa. han abierto un debate muy sano en el país.
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