Cristina Fernández Kirchner, de nuevo contra las cuerdas por la corrupción

Al frente de la causa se encuentra el juez federal, Claudio Bonadío, al que la expresidenta recusa siempre que puede y que, como era previsible, ya la ha citado a su despacho. La causa estalla como consecuencia de un trabajo de investigación del diario La Nación y son los periodistas del equipo en el que figura Diego Cabot , los que entregan las «libretas» en Comodoro Py , sede de los tribunales federales en Buenos Aires.

Para entender el último gran escándalo de corrupción de la década kirchnerista, hay que detenerse en los ocho cuadernos del hoy detenido Oscar Bernardo Centeno , chofer de Roberto Baratta, exsecretario de Coordinación y Control de Gestión y número dos del Ministerio de Planificación que comandó el también preso y exmano derecha de Néstor Kirchner, Julio De Vido. En sus páginas, el hombre da cuenta de la e ntrega de millones y millones de dólares introducidos en maletas en las diferentes casa del ex matrimonio presidencia y hasta en la Casa Rosada.

Centeno escribe a mano y con bolígrafo, identifica direcciones, fechas, cantidades y número de «valijas» que traslada él mismo en su automóvil Toyota Corolla junto a su jefe, Roberto Baratta (también detenido). No hay detalle que se le escape. Las ocho libretas, clásicas de anillas en espiral y de pequeño tamaño, siguen un orden cronológico entre los años 2003 y 2015 . En este periódo de tiempo hay un parón o laguna entre la muerte de Néstor Kirchner, en octubre del 2010 y 2013. Según escribe en «el diario», en esas fechas se suspendió la costumbre de hacer de «valijero» para recaudar los sobornos. De acuerdo a sus anotaciones y al testimonio del chofer, la viuda de Kirchner no tardaría en retomar las mismas prácticas . Las empresa recibían beneficios o adjudicaciones de Obras Públicas a cambio de las «cometas» (mordidas).Entre otras, figura Lecsa que perteneció a Angelo Calcaterra , primo del actual Presidente, Mauricio Macri,

Todas las semanas, de acuerdo al material publicado por La Nación, Baratta acudía a la Quinta de Olivos, residencia privada de los presidentes argentinos, para recibir instrucciones y la ruta de cobro que, previamente, había sido acordada con Kirchner y De Vido. El primero, según las anotaciones, solía recibir en «el quincho» (sector cubierto con parrilla) el dinero. Si se trataba de montos chicos su secretario, Daniel Muñoz lo hacía en el piso del matrimonio de la calle Juncal en el barrio porteño de Recoleta.

La obsesión por dejar todo por escrito en papel no era patrimonio exclusivo de Oscar Centeno, Néstor Kirchner se resistía a usar ordenadores, tabletas o cualquier otro dispositivo electrónico en asuntos relacionados a los cobros. Palabra más palabra menos, justificaba su «libreta de almacenero» porque «en ésta no entra virus ni hay apagones».

Roberto Baratta , mano derecha de Julio De Vido, era el hombre que solía tratar con las empresas del sector enérgetico. Dicho de otro modo, en palabras de un alto cargo de una de ellas, «el que te apretaba». De acuerdo a los cuadernos de su chofer, hay más de treinta domicilios donde se recogía el dinero pero también menciona direcciones que se utilizaban como depósitos, «bunkers» o «refugios» para los sobornos , en términos de La Nación.

El pasado mes de enero, el periodista de La Nación Diego Cabot recibió una caja con los mencionados cuadernos, fotografías, vídeos y hasta facturas de compra de los bolsones donde se trasportaban los millones. Secreto a voces durante el kirchnerismo la primera vez que se tuvo constancia de esta modalidad de «cobro» fue con el ex secretario de Obras Públicas, José López , actualmente detenido después de que le descubrieron trasladando esos bolsos en un convento tratando de ocultar el dinero.