Una casta de políglotas
En el barrio de las instituciones europeas se cuenta un chiste según el cual un turista impresionado por las dimensiones de la sede de la Comisión Europea, el famoso Berlaymont, pregunta a un funcionario que pasa por allí: «Dígame, en este edificio ¿cuántas personas trabajan?». ... A lo que este responde: «Seguramente no llegan al 20 por ciento». La historia suele hacer reír hasta a los que trabajan en el inmueble, pero casi siempre porque están pensando que es su vecino de despacho el que forma parte del 80 por ciento de los supuestos ociosos del chiste.
En la UE, los funcionarios tienen reglamentada hasta la amplitud de las ventanas del despacho que les corresponde, según cada escalafón. No podía ser de otro modo, teniendo en cuenta que provienen de veintisiete países y tradiciones diferentes en la función pública, para crear una fórmula ecléctica y pretendidamente neutral. Inicialmente, las ventajosas condiciones de trabajo fueron creadas porque se pensó que sería muy dificil atraer a personas de los países miembros para que se instalasen con sus familias en Bruselas. Hoy, sin embargo, en parte gracias a la presencia de todos esos «eurócratas», la vida en Bruselas es mucho más atractiva que hace medio siglo. Para los belgas, sin embargo, el desembarco de los bien pagados servidores de las instituciones comunitarias significa que los precios de las viviendas suben más deprisa en los mejores barrios.
Alicante y Varsovia
Tal vez el ejemplo contrario al de Bruselas sea el caso de la agencia europea de fronteras, Frontex, cuya importancia no cesa de crecer. Por arreglos políticos del momento, la sede de esa agencia se ha instalado en Varsovia, donde la Comisión tiene problemas enormes para cubrir las vacantes con personal de otros países, mientras que la agencia de patentes, con sede en Alicante, por el contrario, tiene una lista de espera interminable para irse a vivir al plácido sol del Mediterráneo.
Por ello, los funcionarios europeos están obligados a cambiar de puesto cada tres años. La rotación es obligatoria, pero los ascensos no son automáticos. En cada rotación, los funcionarios son sometidos a una evaluación que decide si va a ser ascendido.
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