Alemania rechaza el plan de Bielorrusia de enviarle 2.000 inmigrantes ilegales
Berlín niega haber llegado a un acuerdo con Minsk para desactivar la crisis fronteriza con Polonia
Lukashenko desmantela algunos campamentos de sin papeles y los traslada a naves industriales
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Iniciar sesiónLos improvisados campamentos de inmigrantes ilegales instalados ante la frontera polaca quedaron ayer desiertos. La mayoría de los alrededor de 7.000 extranjeros cuya presencia reconoce Bielorrusia en su territorio han ido siendo trasladados a naves industriales mínimamente equipadas para su acogida provisional. Esta solución ... no supone el final del conflicto, pero sí salvará vidas y se trata sin duda de un importante paso por parte del Gobierno de Minsk, que se produce después de dos conversaciones telefónicas entre la canciller alemana en funciones, Angela Merkel , y el presidente bielorruso, Alexander Lukashenko , una el domingo 14 de noviembre y la segunda dos días más tarde. Bielorrusia aseguró el jueves que había llegado a un principio de acuerdo para repatriar a 5.000 refugiados a sus países y 400 han salido ya de vuelta a Irak; y para hacer pasar a los 2.000 restantes a territorio europeo, presumiblemente Alemania, pero el ministro de Interior alemán, Horst Seehofer, reiteraba ayer su negativa, que ya había comunicado previamente al Gobierno polaco.
«Es una noticia falsa», insistió el ministro, «está claro que hay que brindar ayuda humanitaria a las personas atrapadas en la frontera, puesto que son instrumento de una pérfida estrategia, pero lo que no haremos será ceder a la presión bielorrusa y admitirlos en territorio europeo». Sin esta contrapartida no se explica, sin embargo, el paso atrás del Gobierno bielorruso, que hasta hace solo unos días daba órdenes a su guardia fronteriza para que no permitiese retroceder a los inmigrantes e incluso para que los empujase hacia la frontera polaca. El portavoz de Merkel, Steffen Seigert, se limitaba ayer a desmentir que las conversaciones telefónicas supongan una legitimación de Lukashenko, y evitó hacer comentarios sobre su contenido. Es evidente que, ante la escasamente entusiasta reacción de Bruselas, Merkel esté buscando una salida en otra dirección, en medio de una actividad diplomática inédita, tratándose de una canciller en funciones.
Merkel conversó ayer tanto con el alto comisionado de la Agencia de la ONU para Refugiados (ACNUR), Filippo Grandi, como con el director general de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en busca de «un esfuerzo común para paliar la crisis en la frontera entre Polonia y Bielorrusia», según Seibert. También recibió en la Cancillería de Berlín al s ecretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, que exigió «transparencia» en las conversaciones y garantizó la «plena solidaridad» de la Alianza con Polonia, que está pensando incluso invocar el artículo 4. Preguntado al respecto, Stoltenberg reconoció que «hay conversaciones en marcha» y resolvió que «lo primero es solucionar la situación en la frontera», aunque garantizó que «estamos vigilantes y dispuestos a actuar en apoyo de nuestros aliados en la frontera con Bielorrusia». Merkel, por su parte, delante del máximo representante de la OTAN, justificó sus contactos al respecto con el presidente ruso, Vladimir Putin. «Siempre hemos defendido que es mejor hablar que no hacerlo, pese al enfriamiento que se ha producido», defendió su iniciativa.
El caso es que Putin deduce de esos contactos que hay solución europea y así lo ha declarado, después de comunicarse por su parte con Lukashenko y refiriéndose a «la importancia de establecer una cooperación entre Minsk y la Unión Europea para resolver el problema», sin que nadie en Bruselas pueda precisar de qué cooperación concreta está hablando.
El problema, las sanciones
«Es muy importante que continúen los contactos directos entre Lukashenko y representantes de la UE», ha señalado el portavoz del Kremlim, Dmitri Peskov, aunque en Minsk se pierden las esperanzas de que esos contactos se produzcan a medida que pasan las horas. El ministro bielorruso de Exteriores, Vladimir Makéi, reconoció ayer que «muchos en la UE no están interesados en absoluto en buscar una solución constructiva a las amenazas y desafíos comunes para toda la región» y acusó a Bruselas de «no querer ir al fondo del problema». Desde la Comisión Europea, el portavoz Eric Mamer dejó claro ayer que «mantendremos conversaciones técnicas con las agencias de la ONU y la OIM, para facilitar la repatriación de las personas, pero no hay negociación con el régimen de Lukashenko ni discutiremos con Minsk el tema de las sanciones con motivo de la crisis migratoria».
«El asunto de fondo son las sanciones», dice Jakob Wöllenstein, director de la oficina exterior de la Fundación Konrad Adenauer para Bielorrusia, que asegura que «Lukashenko utiliza a los inmigrantes como arma de presión». Señala además que el régimen de Minsk se beneficia del tráfico de personas y habla de hasta 14.000 dólares de peaje que el país se embolsa por cada uno de ellos que pasa por su territorio. La politóloga Kelly Greenhill, autora del libro «Armas de migración masiva», coincide en que «se trata de un caso de libro y su precedente más directo lo marcó Turquía en 2016, cuando amenazó con dejar pasar a emigrantes sirios a la UE si no recibía una ayuda financiera sustancial. Bielorrusia tomó nota e intenta ahora hacer la misma jugada».
Andreas Pott , subdirector del Instituto para Migraciones y Estudios Interculturales de la Universidad de Osnabrück, quita por su parte dramatismo y señala que la situación no es comparable. «Son emigrantes que viajan en avión y pagan mucho dinero por el transporte, y además no son en cantidad comparables a los de 2015, que llegaban por cientos de miles, por eso la capacidad de Bielorrusia de presionar a Alemania o a la UE es esta vez mucho más limitada».
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