«Ahora somos un pueblo que camina pacíficamente hacia la democracia»
El 10 de diciembre de 1989, un activista de 55 años se dirigía a los 100.000 búlgaros que habían invadido las calles del centro de Sofía, desde los escalones nevados de la catedral de Alexander Nevski, para pedir su apoyo en defensa de objetivo ... bien claro: «Una constitución verdaderamente democrática sin el papel dirigente del partido comunista». Pocos meses después, este licenciado en filosofía por la Universidad «St. Kliment Ohridski» se convirtió en jefe de Estado de Bulgaria. Su nombre: Yeliu Yelev , el primer presidente del país elegido democráticamente.
«El gélido ambiente no heló las gargantas de los activistas de 19 grupos de la oposición que se manifestaron dispuestos a entablar un diálogo con los comunistas en una mesa redonda, al estilo del diálogo que se celebró hace meses en Polonia y que dio al traste con los comunistas», podía leerse en ABC el 11 de diciembre de ese año, que recogía el sentir de un pueblo, que pedía a los dirigentes del Partido Comunista que entregaran el monopolio del poder que habían ostentado durante más de 40 años.
Aquella mesa redonda, que se convirtió en el instrumento principal para preparar «una transición pacífica», reunió por primera vez al Gobierno y la oposición, el 16 de enero de 1990, para «garantizar la celebración de las primeras elecciones libres y democráticas en los últimos sesenta y nueve años, fijada para los días 10 y 17 de junio de 1990», escribía Iván Nedev , por aquel entonces embajador de Bulgaria en España, en la «Tribuna abierta» de ABC de mayo de 1990 .
La «mesa redonda» se convirtió, por tanto, en el foro donde los políticos nuevos de Bulgaria aprendieron el arte de gobernar democráticamente un país a través del diálogo y el consenso.
Parecía llamado a ser el siguiente país que debía dar el salto, tras la caída del muro de Berlín un mes antes, hacia la libertar democrática. Así lo entendían los miles de manifestantes manifestantes, que portaban una gran pancarta en la que se podía leer: «Praga, Berlín Este… Sofía», en alusión a los cambios que se habían producido en las dos primeras capitales europeas.
Otro famosos disidente, Petro Simeonov , se dirigió aquel día a la muchedumbre, para indicarles que era el momento de dar por acabada la época del totalitarismo: «Ahora somos un pueblo que camina pacíficamente hacia la democracia».
Teodor Yizkov, el dirigente comunista más longevo de Europa del Este
Bulgaria, sin embargo, no era ajena a la convulsión política generalizada que se vivía en la Europa socialista, con la caída del muro de Berlín y el desmembramiento de los regímenes socialistas y comunistas a finales de las década de los 80. Los grupos opositores habían aflorado desde que Peter Mladenov asumiera el poder en noviembre 1989 tras la caída de Teodor Yizkov , el dirigente comunista que más años estuvo en el cargo de todos los países de Europa Oriental, resistiendo, incluso, un intento de golpe de Estado en 1962.
En ese momento, Mladenov llevó a cabo una purga de los dirigentes más comprometidos con la ortodoxia comunista, «en un desesperado intento de mostrar al pueblo sus deseos de escuchar los puntos de vista de la oposición». La oposición, sin embargo, calificó aquello como una actitud de «pura cosmética» que no saciaba el deseo de libertad del pueblo.
«Temor en Bulgaria a un estallido de violencia tras las elecciones», titulaba ABC un mes antes de que los búlgaros acudieran a las urnas. Y así fue. Después de que el Partido Socialista obtuviera la victoria, numerosas protestas populares y el ataque a la sede del Partido Socialista Búlgaro el 26 de septiembre –que fue incendiado por varios miles de manifestantes, junto a los símbolos de 45 años de régimen comunista -, provocaron la dimisión del gobierno, en medio de una huelga general, y la formación de un gobierno de coalición.
El 3 de enero de 1991 se firmó un acuerdo de «transición pacífica» y los resultados electorales confirmaron el ascenso de las fuerzas democráticas. Las elecciones presidenciales de enero de 1992 confirmaron a Yeliu Yelev como jefe del Estado.
La transición se había consumado: «Deseo usar el prestigio de la institución presidencial… para reforzar la paz en la población civil», dijo Yeliu Yelev ante las 20.000 personas que se congregaron en Sofía para recibirle .
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