Bulgaria da una segunda oportunidad a Boiko Borisov

Las intensas consultas con los representantes de los ocho partidos que integran el Parlamento daban la sensación de un culebrón de nunca acabar; hasta que se lograron conciliar las posturas de los representantes del Bloque Reformista, de ideología afín a GERB, y del Frente Patriótico, aunque con una muy frágil mayoría. En el último momento, para sorpresa de muchos, el partido de centroizquierda ABV -una escisión del partido socialista del expresidente Parvanov- declaró su apoyo a cambio del puesto de viceprimer ministro.

Quizá con la amargura de que su partido por primera vez en las últimas dos décadas no figura en el Gobierno, el líder del Movimiento de Derechos y Libertades (minoría turca), Liutvi Mestan, afirmó en el debate de investidura, en referencia al Frente Patriótico, que «ahora Bulgaria se gobierna con la participación de un partido nacional-populista y xenófobo, que destruye la legitimidad europea del país».

Mientras los diputados debatían, simpatizantes exaltados del partido ultranacionalista Ataka vociferaban en la calle para exigir la «dimisión» de un gobierno aún no elegido. En ese contexto hubo enfrentamientos con la Policía y se llegó al extremo de que su líder pidió un receso en los debates para sumarse a la protesta callejera.

Este gobierno tendrá que afrontar gravísimos problemas: gran parte de la población sufre una precaria situación económica, la crisis bancaria, ausencia de reformas en muchos sectores, financiación bloqueada en no pocos programas de la Unión Europea para el período 2014-2020.

Todo ello se debe, según Borisov, al «experimento (Plamen) Oresharski », el primer ministro designado por los socialistas que duró al frente del Ejecutivo poco más de un año (entre mayo de 2013 y agosto de 2014). Las protestas populares le obligaron a dimitir.