La yihad extrema la tensión en el mundo
Las potencias democráticas han actuado en el mundo musulmán con mucha fantasía y desconocimiento de la realidad sobre el terreno
La yihad extrema la tensión en el mundo
El 30 de marzo de 2004 un convoy militar norteamericano cayó en una emboscada en la ciudad iraquí de Faluya. Una turba asesinó a los soldados que viajaban en dos todoterrenos y sus cadáveres fueron descuartizados y colgados de un puente. Debajo de uno de ... los vejados cuerpos, los atacantes desplegaron una pancarta con una calavera y dos tibias y el lema: «Faluya, tumba de los americanos». Sobre un cable de la luz pendían una mano y media pierna. Una pequeña multitud cantaba: «Daremos nuestra sangre, nuestras almas por el islam». Era la imagen del infierno en el que Irak se había convertido para las tropas norteamericanas que habían invadido el país. Para muchos, la imagen de un fracaso.
Diez años después, decenas de miles de cristianos y yasidíes (una milenaria minoría religiosa) huían de las ciudades iraquíes de Mosul y Sinjar y relataban cómo los yihadistas que habían proclamado el califato en las mismas habían impuesto un régimen de terror contra las minorías en el que habían torturado y enterrado vivos a algunos yasidíes porque decían que estos eran «adoradores del diablo». Hacía ya meses quela Administración Obama hablaba de bombardear a los yihadistas de Estado Islámico para impedir que estos creasen su «califato». Pero la decisión se había ido postergando indefinidamente. Para muchos, fue ésta también la imagen del fracaso.
Ante el auge del yihadismo, los analistas se dividen entre quienes creen que el intervencionismo militar alentado por el expresidente Bush fue un clamoroso fracaso y quienes sostienen que el «dejar hacer, dejar pasar» de Obama es un inmenso fiasco. Bien vistos sus argumentos, ambos tienen razón.
Las democracias han fracasado ante el auge del yihadismo, que tras el fracaso de la Primavera Árabe se ha convertido en el fenómeno de moda para esa juventud eternamente frustrada del mundo musulmán.
Insulto a la inteligencia
Lo que llama la atención tanto en la vía intervencionista como en la abstencionista es el desconocimiento de la realidad a pie de calle de las sociedades musulmanas. Para un país profundamente patriarcal como Irak, las vejaciones en la cárcel de Abu Ghraib, las bolsas de basura con las que cubrían las cabezas de los detenidos, los registros con perros (animales impuros para el islam), los cacheos a mujeres realizados por hombres al principio de la invasión parecían un insulto a la inteligencia.
A su vez, sorprende la cándida confianza de Obama en que un islam liberado de los viejos dictadores militares, libre de injerencias externas, se inclinaría de forma natural hacia una democracia liberal en la que se impondría el estado de derecho, la independencia de poderes y el juego de partidos a la occidental. El diálogo abierto con Irán puede ser la excepción, pero el interior del país sigue tan inmóvil como siempre.
Hasta ahora, Occidente ha ensayado la intervención militar por activa o por pasiva y la presión política como únicos medios de influir en las sociedades musulmanas. Pero nunca ha reparado en que la principal carencia en los países musulmanes en crisis es la falta de una verdadera sociedad civil. Al revés, ha actuado siempre a contracorriente de la misma. Ha apostado por la fuerza bruta, ha soñado con experimentos políticos y ha apoyado a los más diversos dictadores militares. Nunca ha reparado en la necesidad de ayudar a construir una sociedad civil que recoja los anhelos de la gente común y corriente e intente compatibilizarlos con los de un país abierto y plural.
Al revés, a menudo ha hecho todo lo posible para hundir a la sociedad civil. Si se propician elecciones en los países árabes, es absurdo creer que se votará a la izquierda o la derecha. Votarán a partidos más o menos islamistas, nos gusten o no. En el caso de Egipto, los Hermanos Musulmanes actuaron con un lamentable sectarismo. Pero más lamentable fue el inmediato apoyo prestado por Occidente al golpe militar del general El Sisi.
No es imposible compatibilizar islamismo y democracia. Pero lo que sí es imposible es creer que se podrá influir en un país si se da la espalda a la realidad sobre el terreno. Ante el yihadismo han fracasado tanto la vía intervencionista como la abstencionista. Lo que jamás se han planteado los dirigentes occidentales es empezar por conocer la realidad sobre el terreno sin prejuicios hacia el islam ni complejos de superioridad. Sería el primer paso para ayudar a crear esa sociedad civil ausente, cuyo papel está siendo asumido por el fanatismo yihadista.
Irak, a punto de romperse
Los yihadistas de Al Baghdadiquieren crear un «califato» suní a caballo entre Siria e Irak, desde Damasco hasta Bagdad. Lo del califato no parece muy fácil. Pero lo de romper el país sí es mucho más probable. Entre otros motivos, porque su principal adversario son las milicias del Kurdistán iraquí que están tan interesadas como los primeros en romper el país. Puede que incluso las armas que Occidente envíe a los kurdos terminen siendo empleadas contra el gobierno de Bagdad para terminar de dividir en tres Irak.
La política sectaria llevada a cabo hasta ahora por el gobierno chií de Nuri al Maliki es la principal responsable de la división del país. Pero a la hora de intervenir en Irak hay que tener también muy en cuenta los riesgos de una fractura en tres del país, en la que chiíes, suníes y kurdos se verían condenados a combatir por el control de las reservas de petróleo.
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