Putin continúa sin dar pasos hacia una distensión en el este de Ucrania
Los separatistas prorrusos convierten Donetsk y Lugansk en rehenes de sus ambiciones
rafael m. mañueco
Los insurgentes prorrusos, que sembraron la inquietud y el desasosiego, cuando no el terror y el caos, en Slaviansk, Kramatorsk y otras localidades del este de Ucrania, se disponen ahora a hacer lo mismo con las ciudades de Donetsk y Lugansk, de un millón y ... medio millón de habitantes respectivamente, convirtiéndolas en sus nuevos bastiones e inmediatos campos de batalla en su lucha contra las tropas ucranianas.
Donetsk, capital de la región que lleva el mismo nombre y en donde hasta el domingo se observaba una vida casi normal, a pesar de estar en zona controlada por los separatistas, cerraba ayer sus comercios mientras se empezaba a hacer patente el éxodo de sus habitantes hacia lugares más seguros.
Los separatistas fueron desalojados a finales de la semana pasada de Slaviansk y del resto de los centros de población situados más al sur. Las tropas ucranianas, que hace días tomaron posiciones en la periferia norte de Donetsk, ayer se disponían a cerrar el cerco en la parte oeste y sur de este importante centro administrativo regional.
Una columna de blindados ucranianos llegó procedente de Mariúpol y se concentró en un lugar situado a una veintena de kilómetros al sur de la ciudad. Así que la reanudación de los enfrentamientos armados a gran escala parece cosa de escasos días o incluso de horas. Ayer ya hubo tiroteos al oeste de Donetsk y en el aeropuerto. Se produjeron muertos y heridos en ambos bandos.
Despliegue de tropas rusas
En este inquietante contexto, el presidente galo, François Hollande, y la canciller alemana, Angela Merkel, volvieron a telefonear a Vladímir Putin, el máximo dirigente ruso, para que propicie un nuevo alto el fuego en Ucrania y convenza a los separatistas para que acepten unas negociaciones de paz y cedan a Kiev el control de la frontera con Rusia.
Sin embargo, según el ministro ucraniano de Exteriores, Pável Klimkin, se ha propuesto a los sublevados «conversaciones en cualquier lugar y en cualquier formato, pero siguen negándose a aceptarlas». Por otro lado, según el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa de Ucrania, Andréi Lisenko, «Rusia está volviendo a desplegar tropas en la frontera» con Ucrania.
El presidente ucraniano, Piotr Poroshenko, insiste en que los rebeldes depongan las armas antes de comenzar cualquier negociación. Ayer, Poroshenko puntualizó además que en las conversaciones deberán estar presentes «los representantes reales» de las regiones del este de Ucrania y se refirió en particular a los «mineros, metalúrgicos y todos aquellos que representan la principal fuerza, pero fueron intimidados por las armas».
Mientras, la Unión Europea se apresta a extender la lista de sancionados a once personas más, que se unirán a los responsables rusos que tienen prohibido viajar a los países de la UE y congeladas su cuentas en ellos. Sería la respuesta al escaso entusiasmo de Putin a poner fin a la desestabilización del país vecino. Washington, según la secretaria de Estado adjunta para relaciones europeas y euroasiáticas, Victoria Nuland, también prepara nuevas medidas de retorsión «si Rusia no rompe sus lazos con los separatistas». El portavoz del Ministerio de Exteriores ruso, Alexánder Lukashévich, advirtió ayer que más sanciones «hostiles» terminarán perjudicando seriamente las relaciones entre Moscú y Occidente.
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