Parlamentarios kenianos proponen cerrar los campos de refugiados tras el ataque del Westgate
Se apoyan en motivos de seguridad, es especial por la existencia desde 1991 del campo de Dadaab, el más grande del mundo y cerca de la frontera con Somalia
EDUARDO S. MOLANO
Una semana después de anunciar su conclusión oficial, la crisis de los rehenes del centro comercial Westgate de la capital de Kenia, Nairobi, continua dando coletazos.
En los últimos días, un comité parlamentario del país africano apela por el cierre de los campos de refugiados ... de sus fronteras (en especial referencia a Dadaab , considerado el mayor centro de este tipo en el mundo ), por motivos de seguridad
Para Ndung'u Gethenji, director de la comisión de defensa del Parlamento, «algunas de esas instalaciones están siendo utilizadas como campos de entrenamiento (terroristas)».
De igual modo, Gethenji asegura que el Gobierno keniano tiene que replantearse «su hospitalidad en apoyo de los campos de refugiados» dentro de las fronteras del país.
En octubre de 1991, tan solo nueve meses después de la caída del dictador Siad Barre y ante el incipiente flujo migratorio proveniente de Somalia, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados comenzaba la «edificación» del campo de refugiados de Dadaab, en el noreste de Kenia.
La intención original era la creación de tres campamentos con capacidad para 90.000 personas –Ifo, Dagahaley y Hagadera–, pero a día de hoy el centro acoge a más de 400.000 almas (630.000 según fuentes extraoficiales), algunas de ellas, refugiados de tercera generación. Es decir, hijos y nietos de refugiados que no han conocido más realidad que estos inmensos campamentos.
Sin embargo, la crisis de Westgate –que se cobró la vida de al menos 72 personas, entre ellas 5 terroristas- no ha sido la primera en abrir el debate sobre su estado actual. Para paliar el exceso de sobrepoblación, los gobiernos somalí y keniano anunciaron el pasado junio el retorno voluntario de 80.000 refugiados, al considerar que la situación política y humanitaria de la región comenzaba a mejorar.
«Burbuja humanitaria»
Animaban a otros a seguir el ejemplo. La mayoría de estos refugiados, sin embargo, aseguran no sentirse preparados para volver a su país , tras residir durante decenios en esta «burbuja humanitaria», donde viven familias enteras totalmente desconectadas de su lugar de origen.
En este sentido, durante los meses más cruentos de la hambruna de 2011, las tasas de llegada de refugiados superaron las 1.000 personas al día (30.000 en junio, 40.000 en julio y 38.000 en agosto).
Por ello, debido a este exceso de población, el Ejecutivo de Kenia dedicaba entonces sus esfuerzos a evitar un «efecto llamada» hacia sus fronteras.
Son las contradicciones de esta metrópolis inventada (tercera «ciudad» keniana en términos demográficos tras Nairobi y Mombasa). La de una población local que no entienden por qué su Gobierno debe acoger a nuevos refugiados, mientras se muestra incapaz de detener sus hemorragias internas.
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