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Los supervivientes del ataque de Nairobi reconstruyen sus cuatro días en el infierno
«Desde la puerta disparaban contra todo lo que se movía. Gritaban cosas en árabe o somalí», relata uno de los héroes de la tragedia
Los supervivientes del ataque de Nairobi reconstruyen sus cuatro días en el infierno
George Nonyengo tiene las manos ensangrentadas y el rostro desencajado. Pide agua. A apenas a veinte metros de nosotros, junto a dos cadáveres , exclama: «¡Agua, por favor...!». George es un «askari» (un guarda de seguridad) . Su salario es de apenas ... 90 euros al mes. Entre lágrimas, una mujer británica y su hija le expresan su emoción, su agradecimiento .
Pese a que estaba desarmado, este keniano de apenas treinta años, haciendo una exhibición de coraje, las condujo al otro lado del túnel del horror. George Nonyengo es uno de los héroes surgidos de la tragedia del asalto lanzado por terroristas islamistas de Al Shabab . «Desde la puerta disparaban contra todo lo que se movía. Gritaban cosas en árabe o somalí que no podía entender. Te lo juro, no entendía nada, yo nunca he hecho daño a nadie», cuenta a ABC Nonyengo.
Embarazada
Es cerca de la una del mediodía del sábado 21 de septiembre . Había comenzado la tragedia. Desde el aparcamiento, al menos tres terroristas se dirigen a la parte superior del edificio. Allí se celebraba una fiesta gastronómica organizada por la comunidad keniano-asiática. La famosa periodista Ruhila Adatia-Sood hace las fotos del festejo para colgarlas enseguida en internet. Se la ve feliz. Unos minutos después yace muerta . Estaba embarazada de su primer hijo.
«Escuchamos mucho ruido. Supusimos que algo se había derrumbado o que había habido una explosión . No nos dimos cuenta de lo que estaba ocurriendo en el interior del centro comercial», cuenta el doctor Sunil Sachdeva . El doctor tenía una panorámica global de lo que estaba ocurriendo. Propietario de una clínica odontológica en la última planta, Sachdeva decide encerrarse en el interior junto a sus clientes y su equipo médico . Llama a su hijo para contarle que algo grave pasa.
Desde el aparcamiento, los asaltantes toman el primer establecimiento visible desde la terraza. Allí se encuentra la española María Martí . «Estaba en el café Java, cuando oí un estruendo enorme (…) Tras intentar salir a la azotea, y comprobar que se escuchaban disparos, me encerré en la cocina del establecimiento», recuerda.
Durante un tiempo interminable, esta extremeña de 29 años escuchó varias explosiones antes de poder escapar. Finalmente, «al cabo de una hora y media o dos», un grupo de personas no uniformadas llegó para rescatar a todos los que se habían refugiado junto a ella y conducirles corriendo al exterior del edificio, a través de una salida de emergencia.
«Pensábamos que íbamos a morir. Nunca había tenido la muerte tan cerca»«Pensábamos que íbamos a morir. Yo nunca había tenido la muerte tan cerca. Fue horrible , aunque no vi a ninguno de los asaltantes. Quizá en ese caso no lo estaría contando».
A la llamada de su hijo, cuatro agentes vestidos de paisano acuden a liberar al doctor Sachdeva y a los clientes con los que se escondió. «¡Joder, arriba hay al menos 43 cadáveres!», grita un fotógrafo keniano que acaba de llegar del aparcamiento.
«Tuvimos mucha suerte», nos cuenta aliviada la española Silvia Ojeda . Tras cuatro horas escondida en un probador con su hija de doce años, ambas habían sido finalmente liberadas. «Estuvimos todo el tiempo escuchando disparos (…) No vimos nada porque no nos atrevíamos a salir», nos relata poco después de escapar.
Armado solo con una pistola y a pecho descubierto, Abdul Yusuf Haj i, hijo de un antiguo ministro de Defensa, es uno de esos héroes anónimos que lucha por sacar víctimas del infierno en que se había convertido el centro comercial. Haji no estaba dentro de Westgate cuando se produjo el ataque. Su hermano le envió un mensaje pidiendo ayuda y él acudió de inmediato.
Preguntas sobre el islam
Cinco horas de después del inicio del asedio, comienzan a salir quienes habían quedado atrapados en el fuego cruzado. Entre ellos, Haji y su hermano. «Los terroristas nos hacían recitar la shahada (el primero de los pilares del islam, que reza: «No hay más Dios que Dios y Mahoma es su profeta») o nos hacían preguntas sobre la familia del profeta. Quien no las acertaba era ejecutado» , recuerda Hassan Manina, uno de los recién liberados.
Al principio no podía creer sus palabras. Me parecían fabricadas o víctimas de la confusión. Media hora después, otro testigo nos cuenta lo mismo. Se lo digo a un periodista francés, que me cuenta que él también ha escuchado testimonios similares.
La noche envuelve el centro atacado. Los servicios de inteligencia extranjeros toman el control del exterior de la zona. «Venimos a solucionar este embrollo», presume un ciudadano israelí de cabeza rapada. Camina en mangas de camisa. A su lado, un miembro de Scotland Yard y dos del FBI, a quienes les delata su extemporánea vestimenta.
Con la oscuridad, los servicios médicos y los periodistas somos trasladados al centro indio Oshwal, en la calle perpendicular, donde se establece el centro de comunicaciones.
Los terroristas se reunieron en un super y luego en el casinoMientras, los testimonios se envuelven en una espesa rumorología. Algunos testigos hablan de una mujer blanca entre los asaltantes que daba órdenes de mando. Otros, de al menos cuatro mujeres. Los terroristas, entre 15 y 20, parece que se han agrupado en «Nakumatt», un hipermercado de la planta baja, junto con varios rehenes. Criminales sí, idiotas no: ahí tienen todo el alimento que quie ran. No hay negociación que valga con ellos.
Las veinticuatro horas siguientes son infructuosas. Al Shabab asegura que nadie saldrá vivo del Westgate. A última hora de la tarde del domingo, dos helicópteros realizan un vuelo rasante sobre el edificio.
Leban Onditi , director de la Cámara de Comercio keniana, asegura que los asaltantes se encuentran ya atrincherados en el casino «Millionaires» , un lugar idóneo para blindarse.
El lunes, hacia las 13.30 horas, tres fuertes explosiones sacuden los cimientos del edificio. Una espesa columna de humo negro se alza hacia el cielo de Nairobi. El personal sanitario se pone en alerta, todos sus músculos en tensión ante el inequívoco signo de otra masacre. Aquella columna de humo no podía haber sido provocada solo por una simple granada. Se habían sucedido varias explosiones.
Versión oficial
«De ahí no puede haber salido nadie vivo» , exclama horrorizado Ketan Das , coordinador de servicios médicos. Unos minutos después, el ministro del Interior de Kenia, Joseph Ole Lenku , comparece ante los medios para ofrecer la versión oficial: la columna de humo –dice– fue provocada por los islamistas, que prendieron fuego a unas mantas y colchones para «distraer» a los equipos de asedio .
Imposible de creer su versión. Se habrían necesitado varias toneladas de mantas para avivar un fuego que, hasta última hora de la noche, lanza resplandores al cielo de Nairobi. «No queremos dar una opinión definitiva sobre si creemos que el proceso llegará a un final, pero estamos haciendo todo lo razonablemente posible, de forma cautelosa, para llevarlo hacia un final», afirma el ministro de Interior.
«Ahí dentro no hay más que sangre»Horas después, en el interior del centro Oshwal, un soldado comienza a hacer flexiones. Pese al frío, la escena roza el puro absurdo. Se acerca. Nos pide un cigarrillo. «Tío, ahí dentro no hay más que sangre», nos cuenta cuando le preguntamos por el desarrollo de las operaciones de rescate. Miembro de la fuerzas especiales de combate, el soldado nos cuenta que está descansando antes de una nueva operación prevista para la siguiente mañana. Y sin embargo, la versión oficial es que la situación ya estaba controlada. «Cuando amanezca, entraremos a limpiar . Todavía hay algunos atacantes atrincherados. Son pocos», asegura.
Lo sorprendente es su explicación sobre la gigantesca columna de humo que se había alzado sobre el centro comercial: «Uno de los terroristas se inmoló cuando entraron los equipos de rescate». Luego, el techo se derrumbó.
Calle del paraíso
Al día siguiente comienzan las loas a la misión de rescate:«Hemos humillado y vencido a los asaltantes», presume el presidente keniano, Uhuru Kenyatta». Confirma que 61 civiles y seis miembros de las fuerzas de seguridad perdieron la vida. De las decenas de desaparecidos , según Cruz Roja (no computadas en ninguna cifra de víctimas), ni rastro. Pero ya podemos dar por concluida la tragedia. Se reabre la principal vía de acceso al Westgate, «Peponi Road». Curioso, «peponi» en swahili significa «paraíso».
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