Muro de Berlín
La 'franja de la muerte': el vestigio más estremecedor de la decadencia del comunismo llega a Madrid
Se ha presentado en la capital la exhibición 'El muro de Berlín. Un mundo dividido', una cita que promete repetir los éxitos de 'Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos'
Secretos e intimidades del Muro de Berlín, la herida soviética que mutiló a Europa
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Iniciar sesiónTres moles verticales de hormigón presiden la entrada a la Fundación Canal de Madrid, dulce aperitivo de otras tantas que serán trasladadas a la capital en los próximos meses. Las pintadas blancas y las manchas que las copan podrían hacerlas pasar por restos de ... un edificio en ruinas; nada más lejos de la realidad. Todas ellas forman parte de la historia moderna de aquella vieja Europa que vivía a caballo entre la dictadura y la democracia hace apenas tres décadas. «Embalamos estos tres fragmentos del muro de Berlín la semana pasada, y estoy entusiasmado de verlos aquí como adelanto de la exposición que se inaugurará el próximo otoño».
El que habla es Axel Klausmeier, director de la Fundación del Muro de Berlín. No sabe ni pizca de español, pero, en un inglés perfecto, de esos de academia, da la buena nueva: llega a España 'El muro de Berlín. Un mundo dividido'. La que se convertirá en la primera exposición itinerante sobre la división de la ciudad germana en dos partes –la comunista República Democrática Alemana (RDA) y la capitalista República Federal Alemana (RFA)– levantará en pocos meses la persiana en Madrid con más de 500 objetos originales, fotografías desconocidas, vídeos explicativos y decenas de testimonios de las gentes que vivieron a la sombra de esta barrera. Y de plato fuerte, veinte metros más de muro. Casi nada.
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El lugar en el que descasará este colosal cóctel alberga también mucha solera: la sala Castellana 214. «Es perfecta, cuenta con más de 2.000 metros cuadrados que convertirán la muestra en la más grande que existe sobre la Guerra Fría en Europa», explica Luis Ferreiro, director de 'Musealia', la entidad encargada de darle vida. El español sabe de lo que habla; la empresa que lidera, especializada en la gestión de exposiciones históricas, fue la encargada de organizar también 'Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos', prorrogada en varias ocasiones y disfrutada por más de 600.000 visitantes. En vista del éxito, y de que Madrid y Berlín están hermanadas desde 1988, el viaje de siete años de la exhibición arrancará en la capital española.
Historias personales
Cuesta descubrir qué objetos nutrirán la exposición; los organizadores tuercen el gesto cuando se les pregunta por ello. «Nos gustaría que se descubrieran poco a poco, según llegue la fecha de la inauguración», sentencia Ferreiro. Aunque al final, a golpe de insistencia, desvelan alguno que otro. «Habrá balas que se dispararon contra las víctimas que intentaban saltar el muro; algunas de las bicicletas que usaban los guardias que patrullaban la zona; restos de túneles mediante los que los ciudadanos pretendían huir...». No ha sido fácil recabarlos, pues provienen de diferentes museos de toda Europa; desde Polonia hasta Hungría. Intentamos apretar un poco más a Klausmeier. «¿Cuál será el más impactante?». Por respuesta, una risa y una respuesta ambigua. Habrá que esperar.
Lo que sí desvela a ABC es cómo ha sido el traslado de estos tres primeros segmentos del muro y cómo será el de los siguientes que se llevarán hasta Madrid en un suspiro: «Es el mayor proyecto al que nos hemos enfrentado hasta la fecha, pero hemos tenido la suerte de contar con especialistas en trasporte de arte. Y no es sencillo. Estamos hablando de que cada pieza pesa 2,7 toneladas». Con todo, y a pesar de la dificultad, las primeras piezas han arribado a la capital sanas, salvas y perfectas. «¡Las han tratado como si fueran la Mona Lisa!», bromea Klausmeier. Así, de los 43,1 kilómetros que se extendía el muro de Berlín, España contará con su pequeño trocito de historia.
Pero la esencia de la exposición irá más allá de los objetos, por muy importantes que sean. Según explica Ferreiro, la finalidad última será «explicar a los visitantes lo que supuso para las personas que vivían en Berlín residir en una ciudad dividida». No importarán tanto el contexto internacional y las causas que llevaron a su construcción, que también tendrán su hueco, como las «historias personales de aquellos que intentaron huir de la zona comunista o de los que sobrevivían en su interior». Porque, al final, fueron los que sufrieron. «Todo tiene que ver con la sociedad. Queremos mostrar el contraste entre crecer en una democracia, con libertades, y hacerlo en una dictadura; analizar su día a día; entender si huyeron por opresión o en busca de una vida mejor...», completa, en este caso, Klausmeier.
Diferentes espacios
Antes de poner punto y final a la presentación, Ferreiro recuerda que la exposición quedará dividida en áreas bien diferenciadas. «Empezaremos por el final: la caída, en 1989. Luego recorreremos los elementos y el contexto que explica el muro. Entre ellos, la guerra nuclear», incide. El siguiente capítulo en el viaje será el viaje hacia la construcción; un trayecto que comenzó tras la toma de Berlín por la Unión Soviética en 1945 y terminó en agosto de 1961. «Por entonces la sociedad estaba ya dividida, pero funcionaba como un cuerpo único a nivel social. Había controles, pero la gente pasaba de un lado a otro», explica el español. Fueron días duros, pero nada comparables a la construcción de aquella locura de la noche a la mañana.
La parte central de la exposición, la que más objetos, testimonios y vídeos albergará, será aquella que se extiende desde agosto de 1961 hasta su caída. «Contaremos con muchos testimonios que nos hablarán de ese día a día que tan pocas veces se ha narrado», explica Ferreiro. La última parte de la exhibición estará dedicada a analizar y unir «el nivel internacional con el nivel específico alemán». Este recorrido intentará transmitir dos lecciones clave a los asistentes. «La primera es que no hay ninguna garantía de libertad y de democracia, hay que luchar por ellas. La segunda es que los sistemas que levantan muros solo están ganando tiempo y no resuelven los problemas reales», finaliza el director de 'Musealia'.
Construcción y caída
Ante la inmensa oleada de alemanes de la RDA que huían de la zona comunista de Berlín hacia la Occidental, el gobierno soviético –materializado en el Partido Socialista Unificado de Alemania- tomó la drástica decisión de levantar un gigantesco muro que dividiera la ciudad en dos. Para el grupo político era primordial evitar la fuga de cualquier habitante pues, además de que por entonces el sistema pasaba por una fuerte crisis económica y necesitaba mano de obra, no era bueno para la moral ciudadana que los vecinos hicieran el petate y se marcharan para abrazar al capitalismo, el eterno enemigo desde 1945.
Por ello, y a pesar de que hacía pocos meses que el presidente del Consejo de Estado de la RDA había declarado que nadie quería «construir un muro», el ejército tomó las calles la noche del 12 de agosto de 1961. Así, bajo el más estricto secreto, levantaron el muro de Berlín o 'muro de la vergüenza'. Para poder edificarlo, los entre 40.000 y 55.000 operarios contratados –según otras versiones, obligados a trabajar–, colocaron decenas de paneles de hormigón, ladrillos e, incluso, rollos de alambre y púas a modo de disuasión. Con todo, hubo zonas de la urbe que carecían de moles de hormigón, pero sí contaban con una suerte de franja de la muerte –decenas de obstáculos– que les impedían cruzar.
Con el paso de los años la URSS comenzó a agonizar. Este hecho, unido a los deseos de democracia de los ciudadanos del Berlín Oriental, provocó que en la RDA se empezara a clamar contra el aislamiento y a solicitar los mismos derechos que se disfrutaban en el oeste. Por su parte, el gobierno Oriental se encontraba superado. A aquellos que intentaban escapar se habían unido los que pedían asilo en embajadas extranjeras y los que se huían de la zona a través de Austria. Sin saber cómo resolver esta crisis, Erich Honecker, presidente del Consejo de Estado de la RDA, se vio obligado a dimitir el 18 de octubre de 1981. Pero la semilla ya estaba plantada. El primer síntoma del agotamiento se vio el 4 de noviembre, cuando cientos de jóvenes se manifestaron.
Ante la presión popular, el gobierno determinó el 9 de ese mismo mes la apertura total de las fronteras. No era para menos, pues se había marchado tanta gente de la región que los mismos soldados de la RDA se veían obligados a llevar a cabo tareas tan básicas como conducir autobuses. En cuanto la noticia se extendió, miles de personas acudieron hacia el muro «La noticia del Comité Central fue seguida por la movilización masiva de los ciudadanos berlineses, muchos de los cuales se dirigían al muro con el fin de abandonar, sin más preámbulos, el país», se añadía en ABC.
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