Covadonga: Ferrer-Dalmau lanza una bomba pictórica contra los que niegan la batalla clave de la historia de España
El 'Pintor de Batallas' presenta 'La primera victoria', una obra en la que da vida a la contienda con la que, según la tradición, arrancó la Reconquista en el 722
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Iniciar sesiónA la izquierda, los musulmanes combaten, pero inician poco a poco la huida; a la derecha, los cristianos forman un muro de hierro que cae como una apisonadora sobre el enemigo. Y en el centro de todo, cual enviado celestial, el bueno de Don Pelay ... o. Augusto Ferrer-Dalmau lo ha vuelto a hacer. Tras meses de documentación y trabajo duro, el 'Pintor de Batallas' ha sacado con sus pinceles una instantánea fidedigna de uno de los momentos clave de la historia de España: la batalla de Covadonga. Esa con la que, según la tradición, arrancó la Reconquista en el 722. Porque sí, a pesar de que todavía existan negacionistas de esta contienda –haberlos haylos, como las Meigas–, el enfrentamiento fue tan real como el lienzo.
«Es un instante clave de nuestro pasado, y necesitábamos que se le pusiera una imagen», explica a ABC Ferrer-Dalmau. El artista, experto en fotografiar momentos huérfanos de instantáneas, ha medido al milímetro cada elemento que ha introducido en la composición. No ha dejado nada al azar; desde las hebillas de los cinturones –sí, creánselo, son históricamente precisas–, hasta la misma región de Covadonga, en Cangas de Onís (Asturias). «Recorrí la zona para poder reproducirla de forma exacta», completa. Siempre ha sido previsor, y, por ello, estaba seguro de que 'La primera victoria' –título con el que ha bautizado al cuadro–, iba a agitar el mundo historiográfico. Y vaya si acertó. El debate está servido; que si Reconquista, que si escaramuza... Él lo tiene claro: «La contienda fue real».
Igual de cristalino lo presenta Yeyo Balbás, asesor del cuadro y autor de 'Cova Dónnica' y 'Espada, hambre y cautiverio'. En declaraciones a ABC, el historiador ríe cuando se le pregunta por la posibilidad de que la batalla de Covadonga no fuera más que una invención posterior. «Existe consenso académico: la batalla fue magnificada durante siglos. Las cifras que dieron las crónicas cristianas del contingente musulmán son disparatadamente altas, pero eso no implica que no existiera», confirma. A su favor cuenta con una infinidad de documentos y crónicas de unos y otros. También le llama la atención que se tengan en cuenta tesis que ya han sido destruidas por expertos como Armando Besga Marroquín o Sánchez Albornoz.
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No existe debate; es absurdo. Hubo contienda, y supuso un momento clave para la historia de aquella España que arrancaría con nombres y apellidos varios siglos después. «El escepticismo es natural por lo tardío de las fuentes, pero contra él hay que hacer una labor pedagógica», añade el historiador. Y qué mejor para colaborar en esta tarea que 'La primera victoria', una obra de dos metros de altura encargada por un grupo de mexicanos del estado de Guanajuato que se presentará a primeros de abril en Cangas de Onís, donde quedará expuesta para que los visitantes puedan disfrutarlo. Allí, en la misma región en que Don Pelayo inició una revuelta que el mismo Alfonso II dejó sobre blanco en su testamento.
Revolución artística
Pero no todo es historia; o no debería. Tal y como explica a ABC María Fidalgo, docta en Historia del Arte y asesora de la obra, 'La primera victoria' recoge todo lo mejor del 'Pintor de Batallas': «Tiene una orientación vertical, lo que hace que existan dos partes. La primera, paisajística, es la de arriba. Cuenta con una fidelidad topográfica extraordinaria porque Covadonga está casi igual que hace un milenio y medio. La segunda es la de las figuras».
La experta sostiene que la composición esconde más de una treintena de combatientes –treinta y cuatro, en concreto–, pero cada una ha sido elaborada de forma única. «No son un corta y pega. Cada hombre es una historia en sí misma que integra un todo. Que todas en conjunto tengan sentido es algo muy complejo tan solo a la altura de grandes pintores».
Lo último (y magnífico) de Augusto @DalmauFerrer se titula "La primera victoria". pic.twitter.com/bMF5Pey57F
— Arturo Pérez-Reverte (@perezreverte) March 3, 2023
Fidalgo, al otro lado del teléfono, invita a ver el cuadro para comprender su complejidad. De hecho, insiste en que tengamos delante una imagen del lienzo mientras nos explica sus pormenores. Le hacemos caso. «Mira, una de sus principales características es que la escena cuenta con una especie de bruma. Es vapor de agua, llovizna... No es sencillo conseguir esa atmósfera desde el punto de vista técnico. Son una suerte de transparencias sobre el color. Eso es algo único de Ferrer-Dalmau», completa. Tampoco quiere pasar por alto que la obra «es un combate, no una carnicería». Y explica el porqué: «No hay escarnio contra el enemigo. Al revés, se le da dignidad. La sangre, además, está bastante amortiguada, no hay impactos rojos que sobresalgan».
Paso a paso, hace un análisis de 'La primera victoria'. Habla del volumen de las figuras, pintadas en diferentes planos, y de la cueva de Covadonga, al fondo. Pero se detiene en una característica 'made in' Ferrer-Dalmau: «Dentro de un género en el que estaba todo inventado, Augusto ha dado un paso más y ha creado un sello propio. Antes la pintura de batallas se veía desde el patio de butacas. Él integra al espectador dentro de la propia obra. En la 'Degollá' se te vienen encima los caballos; en San Marcial se te clava la bayoneta. Hay una inmediatez entre lo que él pinta y la recepción del espectador». En este caso, hace referencia a un hueco que existe entre ambos ejércitos. «Ese es el espacio que ha dejado para el espectador».
Covadonga, verdad y mito
Desde el punto de vista histórico existen dos versiones de esta batalla. Por un lado, las crónicas alfonsinas explican que «Alqama, el dirigente musulmán, mandó comenzar el combate y los soldados tomaron las armas». Afirman que los musulmanes usaron fundíbulos para lanzar piedras contra «la casa de la Santa Virgen María, que estaba dentro de la cueva», pero que estos no lograron impactar. Y termina con unas cifras exageradas:
«Como Dios no necesita las lanzas, sino que da la victoria a quien quiere, los cristianos salieron de la cueva para luchar contra los caldeos; emprendieron éstos la fuga, se dividió en dos su hueste, y allí mismo fue al punto muerto Alqama. En el mismo lugar murieron 125000 caldeos y los 63.000 restantes subieron a la cumbre del monte Auseba».
La versión musulmana es diferente, pero corrobora la existencia de la batalla. En ella, se afirma que unos pocos miles de soldados al mando de Alqama acudieron a Galicia para combatir contra «un asno salvaje llamado Pelayo». En palabras de los enemigos, los soldados árabes cercaron a las tropas cristianas hasta que estas murieron casi en su totalidad de hambre. Así queda patente en los textos elaborados por el historiador Ahmed Mohamed al-Maqqari en el siglo XVI:
«Dice Isa ben Ahmand Al-Razi que [...] se levantó en tierra de Galicia un asno salvaje llamado Pelayo. Desde entonces empezaron los cristianos en Al-Andalus a defender contra los musulmanes las tierras que aún quedaban en su poder, lo que no habían esperado lograr. Los islamitas, luchando contra los politeístas y forzándoles a emigrar, se habían apoderado de su país hasta llegar a Ariyula, de la tierra de los francos, y habían conquistado Pamplona en Galicia y no había quedado sino la roca donde se refugió el rey llamado Pelayo con trescientos hombres. Los soldados no cesaron de atacarle hasta que sus soldados murieron de hambre y no quedaron en su compañía sino treinta hombres y diez mujeres. Y no tenían qué comer sino la miel que tomaban de la dejada por las abejas en la hendidura de la roca. La situación de los musulmanes llegó a ser penosa, y al cabo los despreciaron diciendo: 'Treinta asnos salvajes, ¿qué daño pueden hacernos?'».
Balbás, por su parte, carga contra la teoría, extendida hasta la saciedad, de que los musulmanes formaban parte de una patrulla que recaudaba impuestos. «Conocemos bien el sistema fiscal islámico, y no enviaban pequeños grupos para acometer esta tarea», explica. También recuerda que, gracias a las legiones romanas, conocemos a la perfección cómo se movían los ejércitos invasores en la zona de Asturias y Cantabria. «Iban por lo alto de las sierras, no se adentraban en pequeños valles porque sabían que serían vulnerables a la clásica guerrilla hispana», completa. Por ello, está convencido de que las tropas de Alqama formaban una larga columna que remontó la sierra de Covadonga en dirección a los Picos de Europa y el valle del Liébana. «No se adentraron en el valle para evitar problemas», completa.
MÁS INFORMACIÓN
Sí le parece lógico que los cristianos se refugiasen en una cueva: «Es algo muy típico de la Edad del Bronce. Ante una incursión, los pobladores, dispersos por la zona, se reunían, asían el ganado y acudían a un castro o a una cumbre. Y el Auseba cumple estos requisitos». Su idea es que la columna musulmana estaba en movimiento y que los cristianos atacaron parte de la misma. «Eso explicaría que la vanguardia continuara su marcha hacia los Picos de Europa, la dirección que nos dicen las crónicas alfonsinas que tomaron».
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