El 'CIE' de Franco para deportar a inmigrantes andaluces: «Cada día llegan más trogloditas a Barcelona»
Entre 1952 y 1957, miles de personas llegadas a la Ciudad Condal sin empleo ni domicilio fijo fueron encerradas en el antiguo Palacio de las Misiones. Eran españoles y no habían cometido ningún delito, a pesar de lo cual fueron deportados ilegalmente a sus provincias de origen
Madrid
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Iniciar sesiónDiario falangista 'Solidaridad Nacional', 7 de septiembre de 1949: «Cada día llegan más trogloditas a nuestra ciudad. Nos referimos a auténticos trogloditas, a gente que proviene de los poblados subterráneos que abundan en Jaén, Murcia y Granada». Por su parte, el escritor y periodista ... Paco Candel calificó esa llegada masiva de andaluces a Cataluña como «una invasión lenta y pacífica». Sabía de lo que hablaba, puesto que él fue uno de esos inmigrantes en la primera mitad del siglo XX, cuando era un niño.
Las cifras hablan solas. Cuando llegó Candel en 1930, unos 70.000 andaluces vivían en suelo catalán. Al final de la década de 1960, ya eran 840.000. A Cataluña se la conocía como la «novena provincia de Andalucía». El 1971, cuando la revista 'Triunfo' le preguntó al cantaor sevillano Manuel Gerena cómo vivió su llegada a esas tierras años atrás, respondió con sarcasmo: «La parte de Andalucía que más me interesaba era Hospitalet».
Como muchos otros, Candel vivió los primeros años en una de las miles de barracas que se levantaron ilegalmente en la montaña de Montjuïc, todas construidas de la noche a la mañana con materiales frágiles y sin apenas servicios. En el citado artículo se hablaba de «plaga», la cual intentaba combatir el Ayuntamiento sin mucho éxito: «En tres meses, el Consistorio ha destruido tres mil barracas, la mayoría a los pocos días de haber sido erigidas, pero el problema sigue en pie. Quedan miles, y alrededor existe una legión de especuladores, tratantes de miseria humana y desalmados que logran pingües beneficios con el traspaso de las edificaciones o la venta de material para construirlas».
En un informe del Ayuntamiento de 1949, el concejal Carlos Trías –el mismo que dirigió la reconstrucción de la ciudad tras la Guerra Civil– hizo público que en Barcelona había 5.577 barracas en las que vivían 26.081 personas. Las cifras oficiosas, sin embargo, contabilizaban más de 60.000 residiendo en la montaña en condiciones precarias, sin agua ni baños.
El Muro
El barranquismo alcanzó tales proporciones que se levantó un muro de cuatro kilómetros para tapar esa gran vergüenza, hasta que las autoridades optaron por desplegar una política represiva, cuya peor versión fue el Palacio de las Misiones. Era uno de los pabellones construidos para la Exposición Internacional de 1929 que, a mediados del siglo, se convirtió en un centro de «clasificación de indigentes» utilizado para encerrar a los inmigrantes de toda España y deportarlos a su lugar de origen. Todo ello sin que hubieran cometido ningún delito.
La directora del Museo de Historia de la Inmigración de Cataluña (MHIC), Imma Boj, lo descubrió «de casualidad» a través de su marido, periodista de 'La Vanguardia', que fue a cubrir un acto en el que conoció a un hombre que le empezó a contar lo mal que lo había pasado cuando emigró a Cataluña. Le habló entonces del desaparecido Palacio de las Misiones, ubicado en el espacio que hoy ocupan los jardines de Joan Maragall, detrás del Palacio Nacional de Barcelona.
«Él mismo estuvo encerrado allí en los años 50 y le describió al detalle las instalaciones. Le reveló cómo eran las deportaciones. Al llegar a casa me preguntó si yo sabía algo. ¡Ostras, ni idea! Me puse a investigar. Pregunté a algunos autores que habían escrito sobre las barracas de Montjuic y busqué fuentes directas. Averigüé que el edificio perteneció al Ayuntamiento y acudí, entre otros, al Archivo Histórico de la Ciudad de Barcelona. Fue allí donde encontré los primeros testimonios», recuerda Boj.
«La política represiva que nosotros documentamos –explica– se produjo en el Palacio de las Misiones entre 1952 y 1957. No hemos podido documentar más. El gobernador civil, Acedo Colunga, la puso en marcha porque la inmigración procedente de las zonas más devastadas por la guerra, sobre todo Andalucía, se disparó y no había viviendas para todos. Comenzaron a aparecer poblados autoconstruidos desde Montjuic hasta casi Badalona. Zonas de barracas precarias cuya visibilidad empieza a molestar al franquismo, que decide que lo mejor es encerrar a los nuevos inmigrantes que llegan sin vivienda legal y deportarlos. No se les aplicaba una ley concreta, puesto que no habían cometido ningún delito. Tampoco fueron juzgados, pero se les encerraba con la guardia armada en la puerta. Se separaba a los hombres de las mujeres y a los niños de sus madres e, incluso, documentamos que hubo menores no acompañados».
Estación de Francia
La detención se producía, por lo general, en los puntos de llegada, sobre todo la Estación de Francia. De ahí se les trasladaba al Palacio de las Misiones, donde permanecían, según la documentación consultada por la directora del MHIC, entre una semana y un máximo de tres meses. Hay registros con dos viajes al mes y otros con ninguno. La estancia, por lo tanto, era arbitraria y dependía de cómo organizaba los trayectos el Ayuntamiento, que aportaba personal de vigilancia para disuadir a los inmigrantes de regresar. El Gobierno Civil y Renfe pagaban parte de los billetes.
La única forma de evitar la deportación era demostrar que disponían de una vivienda digna, excluidas las barracas, y un trabajo. «Descubrí casos de inmigrantes que venían en el tren 'El sevillano', que saltaban en marcha al entrar en la ciudad para que no los detuvieran y encerraran en el Palacio. Otros se escondían en los baños de la estación 24 horas para esquivar el control policial», asegura el artista catalán conocido como Domènec.
Interesado en el fracaso de la vanguardia arquitectónica, hace unos años descubrió también esta represión de casualidad, leyendo las memorias de un famoso anarquista de Mataró, Lluís Terricabras, que estuvo encerrado allí en la Guerra Civil. Este hecho le llamó la atención e investigó los diversos usos del pabellón, hasta que descubrió que había sido un centro de internamiento para inmigrantes. «Me impresionó mucho porque la retórica de los CIE se sustenta sobre la idea de que los internados no son españoles. En este palacio, sin embargo, existía la terrible particularidad de que sí lo eran y, además, se les negaba todos los derechos como ciudadanos legales, hasta los más básicos. El franquismo creó allí una especie de estado de excepción para los inmigrantes del sur de España», añade.
Ropa tendida en el pabellón
Resultado de esa investigación fue la exposición que organizó en 2018 en otro de los pabellones construidos para la exposición de 1929: el Pabellón Mies van der Rohe, conocido como el pabellón de Alemania. Un ejercicio de memoria en el que Domènec se preguntó qué hubiera pasado si ese edificio de lujo, con más de 400.000 visitantes el año pasado, hubiera sido abandonado como el Pabellón de las Misiones y ocupado por inmigrantes sin casa. Para simular esa ocupación, tendió ropa y sábanas en todas las estancias, lo llenó de camas y muebles viejos, colgó fotos de las barracas de Montjuic y esparció cientos de periódicos de la época en los que se explicaba el fenómeno.
«Convertí el pabellón en una especie de chabola –subraya el artista– para reintroducir ese relato oculto en la esfera pública actual. Y funcionó, porque mucha gente empezó a preguntarse qué había pasado con la inmigración en su ciudad. Hoy no se conoce mucho lo ocurrido en el Palacio de las Misiones por la retórica que se impuso, en las Olimpiadas de 1992, por parte de las instituciones, según la cual Barcelona era una ciudad bella, amable y acogedora. Sin embargo, existe ese sustrato escondido debajo de la alfombra, donde permanecen todas esas vidas rotas por las políticas de inmigración, la ausencia de vivienda pública y la marginación de la época. El caso más extremo es el Palacio de las Misiones, con todas esas detenciones sin juicio y de forma arbitraria de los inmigrantes».
Imma Boj reconoce que no tiene la cifra exacta de la gente que pasó por el pabellón, pero sí accedió a las listas de deportados que realizaban entre el Ayuntamiento, Renfe y el Gobierno Civil, que incluían sus nombres, apellidos, edad, la fecha en la que los recogieron del Palacio de las Misiones y el convoy en el que viajaron. Los listados están en el Archivo del Gobierno Civil. «Ahí lo confirmamos. Nosotros vimos las listas de 1952 a 1957 y contamos a 15.000. Eso no quiere decir que no volvieran a intentarlo después y tuvieran éxito, pero nosotros intuímos que la mayoría pasó por el Palacio de las Misiones», concluye.
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