Viaje a la Alcarria de la Reconquista, las gentes que perdieron en Alarcos y triunfaron en las Navas
ABC visita con el escritor Pérez Henares el lugar donde nació, inspiración de su novela ‘Tierra Vieja’ y fábrica de hombres de frontera
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Iniciar sesiónAntonio Pérez Henares, Chani para sus amigos, no ha bajado aún del todoterreno y ya está estrechando manos. Desde las diez de la mañana hasta la noche no dejará de hacerlo, ni tampoco de hablar. «¿Ese es primo tuyo?» , pregunta alguien de fuera ... señalando a un vehículo que arrastra a toda velocidad un tractor hacia un cerro. «¡Pues claro!». La pregunta es como si alguien apunta al océano dudando de si allí habrá agua. Todo el monte es espliego y todos, o casi todos, en Bujalaro, en el corazón de la Alcarria, comparten la sangre de Chani . «Aquí todos somos familia. Si ando algo loco, ya sabes por qué es», avisa antes de emprender el camino.
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Bujalaro es tierra vieja, historia viva y el epicentro de su nueva novela. La obra recupera la andadura de la auténtica España vaciada, la que a base de guerras entre moros y cristianos acabó aniquilada durante la Reconquista y fue necesario repoblar con gentes venidas de toda la Península bajo la promesa de que, en caso de que lograran sobrevivir al invierno, serían hombres libres, labradores de su propio suelo. «No me siento dueño de nada, solo que pertenezco a esta tierra. Quien dice que no es profeta en su pueblo es que ha dado la espalda a lo que es», comenta el escritor en la localización exacta donde empieza la novela, allí donde dos hermanos leoneses y un castellano de la corte devuelven la vida a este pueblo de lo que ahora es Guadalajara.
Tierra vieja
‘Tierra Vieja’ (Ediciones B) está protagonizada por esas personas humildes que se asentaron durante el siglo XII y el XIII en la frontera para levantar la primera ermita, reconstruir las viejas casas y sembrar la civilización donde solo quedaba destrucción, pero también habla de una Alcarria más reciente, aquella poblada por viejos labradores que han mantenido en pie con el dolor de sus huesos lugares como Bujalaro, Jadraque, Atienza y otros rincones que no tienen hoy nada de vacíos. Son los padres, abuelos, tíos, primos y amigos del escritor... Un capítulo entero está dedicado a su padre Antonio Pérez Moreno, que aún araba con mula y segaba a mano con la hoz a mediados del siglo XX.
«Cuando escucho a los políticos hablar de la España vaciada me hierve la sangre. Es un insulto decir que está vacía, son pocos los que viven aquí, pero son mi gente, tienen nombre, apellido y vidas. Los que piensan que esto es una postal mejor que se marchen por donde han venido. No tienen ni puta idea de lo que es el campo», asegura El Chani (aquí todos los apodos vienen con artículo delante), que se ha vestido para la ocasión con un sombrero de explorador y un cortavientos que se confunde con el paisaje todavía apagado por las heladas. Colgado al cuello lleva una cámara de fotos y unos prismáticos.
«Es una novela que llevaba muchos años en mi cabeza. Quería hablar de esta tierra de dignidad»
El lugar que lo vio nacer y cuya plaza principal lleva su nombre no solo es el escenario de la novela, sino la inspiración de muchos de los personajes que viven en ella. Paseando por sus calles se entremezcla la ficción, la historia y la vida de Pérez Henares, cuyos padres emigraron a Durango por razones económicas, pero no por ello dejaron de volver a su casa en cuanto pudieron. «Es una novela que llevaba muchos años en mi cabeza. Quería hablar de esta tierra de dignidad », dice en medio del municipio, donde los habitantes son el animal en peligro de extinción y las casas viven invadidas por el silencio.
Pocos pero importantes
La primera e imprescindible parada del escritor en Bujalaro, un pueblo con menos de cincuenta habitantes, es el bar Moreno, regentado por Juan Carlos ‘El Calin’ , que inspira uno de los personajes que aparecen en la novela. La ficción menciona de pasada a grandes nombres históricos como Álvar Fáñez o el Rey Alfonso VIII , pero la mayoría de sus páginas están llenas, por una vez, de los otros, de los de abajo, los que trabajan de sol a sol. En las paredes del bar cuelgan fotos de las glorias deportivas del pueblo, de los recuerdos comunes y un perchero hecho con pezuñas de jamón. El encanto de las tierras viejas está en lo indiferentes que son al paso del tiempo.
«Poca hostia… Esto está muy muerto. En Semana Santa faltaron todos», comenta apesadumbrado el dueño del bar, último y primer refugio de vida en el municipio. La pandemia ha terminado de matar a muchas villas que andaban renqueantes. «Y eso que hay pueblos en peor estado, que cuentan los habitantes con los dedos de la mano», añade El Chani, apurando un café americano antes de dirigirse a su bodega, que está en una de las faldas de lo que una vez fue la fortaleza de la localidad. Al fondo, el monte, las parras y la multitud de flores amarillas de las que se extrae el aceite de colza .
El primo de Pérez Henares que subía por el cerro arrastrando un tractor ha terminado las faenas de la mañana y ahora se reúne con él en la bodega familiar para tomar una copa de vino. Una, o varias. Ya se verá. Allí suele llevar El Chani a las visitas ilustres que paran por su pueblo, desde su amiga Carmen Posadas al también escritor Javier Sierra , que solo una semana después de estar en la bodega degustando su tinto y viendo los campos de cultivo recibió el Premio Planeta. «Al pueblo no se puede venir con prisa», advierte Ángel ‘El Pequeño’ cuando Pérez Henares, el mayor de su generación, le apremia para que traiga un poco de jamón para acompañar al vino. «Las canas se respetan», replica en un intercambio de guasa alcarreña donde Chani se mueve como abeja en el panal.
El universo literario del escritor está formado por personas de su vida y por el entorno natural donde se crio. Quien dijo que Castilla no tiene mar es porque no vio las llanuras verdes de la Alcarria mecerse por el viento en primavera como si fueran olas rompiendo contra las encinas, los robles, los enebros… Algunas montañas parecen conos y bustos femeninos perfectamente tallados por los elementos, mientras que los pueblos entre medias se asemejan a unos islotes que tratan de no naufragar en el inmenso campo. Es fácil creer en lo absoluto frente a estas vistas. «Hubo un tiempo en el que creía que había verdades absolutas y que todos los amores son para siempre. Incluso fui comunista . Luego descubres que no, que todo es más complicado», reflexiona ya en suelo del pueblo vecino de Jadraque, donde rematará el vino del aperitivo con un buen asado.
«Cuando esto florece tiene un aspecto impresionante, con esos campos de lavanda por todas partes. Si lo ve Van Gogh, se muere otra vez»
En el restaurante Cuatro Caminos de Jadraque le esperan, aparte de unos espárragos de la zona y un cabrito asado, una canción de Barbra Streisand que, en homenaje al crápula que fue en su juventud, enchufan de fondo los camareros que atienden el establecimiento. «Cuidado con este que es un pájaro», apunta el primo Ignacio, de 88 años, un veterano que hizo fortuna en las Islas Canarias y que está comiendo en el asador. Aquí también hay muchos primos del escritor. Se distinguen por ser gente de estatura alta, facilidad para hacer amigos y dificultad para que les arranquen de su tierra. En Jadraque, Pérez Henares montó en la clandestinidad la primera sede del PCE en la zona.
El Castillo de Zorita
El segundo polo de la novela es Zorita de los Canes , una localidad situada en la otra esquina de la Alcarria y que serpentea bajo las ruinas de su castillo roquero. «Este no es mi pueblo, pero también los conozco a todos», señala donde, literalmente, las aguas del Tajo se vuelven turquesas. Uno de esos conocidos, Dionisio Muñoz, alcalde de Zorita durante 32 años, falleció hace unos meses tras una larga enfermedad. El escritor tuvo tiempo de darle a su amigo la parte de la novela donde aparece un personaje, también un alcalde, basado en él. «Sabía que no iba a llegar, pero quería que lo supiera», relata Chani.
A pocos kilómetros de Zorita de los Canes tiene Pérez Henares una cabaña donde se retira a leer y escribir con las gallinas y su perro Thorin como únicos confidentes. Cuando se pone con una novela, los pasillos de la vivienda se llenan de libros tirados y notas por todas partes. «Se preparan unos líos tremendos. Eso parece un laberinto donde no se puede pisar en ninguna parte. Durante las cacerías va tomando grabaciones de voz y al llegar a la cabaña se pone con el ordenador. No para», explica el primo Ángel en cuanto el escritor se pierde saludando a otros paisanos, lo cual hace como quien respira. La literatura lo engulle por momentos.
Cuando alguien le pregunta por su vida, a veces responde con fragmentos del 'Cantar del Mío Cid', del mismo modo que si se le interroga sobre la Edad Media , sale con episodios de su vida. Así es Pérez Henares, poeta, viajero y, como resulta evidente, un hombre de la vieja escuela. Si se pierde buscando el molino que la orden de Calatrava colocó cerca de Zorita, pues lo hace con toda la parsimonia del mundo y sin tocar el GPS ni por casualidad. Ni la noche ni lo escarpado del terreno le mudan el gesto o empañan sus ojos azules. Está en su tierra. En su casa, donde siempre hay tiempo de mirar una vez más atrás: «Cuando esto florece tiene un aspecto impresionante, con esos campos de lavanda por todas partes. Si lo ve Van Gogh, se muere otra vez».
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