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Segunda Guerra Mundial

La «Shitotsu bakurai», la locura suicida que inventaron los japoneses para combatir tanques con minas

Desde la óptica norteamericana, aquella forma de proceder suicida resultaba inexplicable y no dudaron calificar este arma como «idiot´s stick», «el palo de los tontos»

Un soldado australiano, sargento Leonard Siffleet, a punto de ser decapitado con una Katana. Wikimedia

ABC Historia

Entre la infinidad de armas usadas por los soldados para combatir las moles de acero que suponen los tanques, los japoneses desarrollaron un mecanismo de una simplicidad y un coste económico mínimo, salvo por el pequeño detalle de que requería a un soldado dispuesto a morir en la acometida. « La Shitotsu bakurai » consistía en una pértiga de cerca de tres metros con un componente explosivo en uno de los extremos. Concretamente un cono de chapa de acero de unos 12 centímetros de largo con un relleno de 2.9 kilogramos de explosivo (ácido pícrico). Suficiente para inmovilizar cualquiera de los tanques aliados.

Como si se tratara de una pica, el soldado suicida debía clavar esta mina en su objetivo con el empuje de su cuerpo. Un clavo en la punta de «la pica» activaba la explosión con el impacto . Este extremo frontal estaba formado por tres patas de 13 cm. de largo para aumentar el poder de penetración del arma, siendo esta de unos 15 centímetros en ángulo recto y 10 si contactaba con un giro de 60 grados.

El principal objetivo de estas minas suicidas fueron, como explica el blog de historia militar Bellumartis , las tropas estadounidenses desplegadas en el Pacífico tanto en Filipinas como en la defensa de Saipán , Okinawa y el archipiélago nipón . Desde la óptica norteamericana, aquella forma de proceder suicida resultaba inexplicable y no dudaron en calificar este arma como «idiot´s stick», «el palo de los tontos».

La vida o la honra

Y ciertamente era algo incomprensible fuera de la particular y estricta cultura japonesa. Los soldados japoneses del Imperio del Sol Naciente se guiaban por un código ético basado en el tradicional «camino del guerrero», el Bushidō popularizado por los samuráis, en el que su existencia no era tan importante como la defensa del Emperador y el país. La muerte honrosa era la opción preferente, ya fuera a través del « harakiri » (el suicidio ritual japonés por desentrañamiento) o de una carga «banzai» contra el enemigo. La mina suicida era un buen ejemplo de esta segunda categoría de muertes honrosas.

Los cazas suicidas japoneses y los buceadores suicidas de la Marina Imperial Japonesa hicieron que cualquier avance militar de EE.UU. en los territorios controlados por Japón resultaran un baño de sangre para ambos bandos. Concretamente estas «minas humanas» acuáticas requerían que un buceador se desplazara debajo de los barcos enemigos y colocara un explosión a la altura del casco. Para llevar a cabo su cometido, el buceador llevaba aire comprimido y 9 kilos de plomo para poder caminar bajo el agua durante 6 horas con una mina a cuestas.

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