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Phineas Gage

El extraño caso del obrero al que una barra le atravesó la cabeza en 1848 usado para exculpar a Patrick Nogueira

La abogada del descuartizador de Pioz recurrió a este accidente del siglo XIX por el que un trabajador cambió su personalidad y se volvió violento e irascible

Patrick Nogueira (izquierda) y Phineas Gage ABC

I. Viana

El martes pasado, la abogada de Patrick Nogueira , Bárbara Royo, sorprendió en el juicio al comparar el caso de su cliente con el de Phineas Gage , un obrero estadounidense al que una barra de un metro de largo le atravesó la cabeza durante un accidente laboral en 1848. La letrada defendía que, aunque aquel trabajador sobrevivió milagrosamente, sufrió un cambió radical de personalidad y temperamento que de alguna manera también podría explicar la violenta e inesperada reacción que llevó asesino de Pioz a matar y descuartizar a cuatro miembros de su familia en 2016.

La abogada presentó una neuroimagen del acusado . Un Pet-tac realizado por una serie de especialistas para demostrar que Nogueira, al igual que Gage, también sufre un daño cerebral. El mismo acusado lo explicaba así en el juicio: «Tuve un accidente al principio de mi adolescencia. No frontalmente, pero sí, tuve un trauma craneoencefálico. Con el paso del tiempo me di cuenta de que mis emociones, la forma en que reacciono, no son como las de los demás. Siempre estaban agravadas. Si lo pudiera controlar, sería maravilloso no solo para mí, también para los demás. Aceptaría que fuera con fármacos. Todo lo que sea para que me cambie».

Según la letrada, este accidente le habría hecho desarrollar la conducta violenta que le impulsó a asesinar brutalmente , el 13 agosto de 2016, a sus tíos Marcos y Janaina y a sus primos David y María Carolina. Los dos pequeños, de uno y cuatro años, respectivamente. El objetivo de Royo —que consiguió por primera vez en la historia que una neuroimagen fuera aceptada en la justicia española— era sentar un precedente con la supuesta alteración neurológica, para lograr que Nogueira viera rebajada su pena a 25 años de cárcel, en vez de la prisión permanente revisable.

Pero, ¿es comparable el caso de Gage y el de Nogueira un siglo y medio después? ¿Cómo fue el aquel «horrible accidente» de 1848, como lo calificó el diario « Boston Daily Courier », que llevó a Phineas Gage a convertirse en el paciente más famoso de la historia de la neurología? ¿Cómo se obró el «milagro» de que no muriera un segundo después de que la barra de hierro le atravesara completamente el cráneo? ¿Por qué sufrió un cambió de personalidad y conducta?

El extrañoa caso de Phineas Gage

Gage tenía 26 años y era capataz de una cuadrilla de obreros de la Compañía Rutland and Burlington Railroad . En el momento del accidente se encontraba en Cavendish (estado de Vermont, Estados Unidos) con su equipo, construyendo una línea de ferrocarril. Entre sus obligaciones estaba la de preparar las cargas explosivas que debían demoler las rocas para nivelar la ruta donde debían descansar los raíles. Para ello taladraba el granito, rellenaba los agujeros con pólvora negra e insertaba en ellos una mecha que cubría después con arena.

Patrick Nogueira, durante el juicio EFE

La barra de hierro que le atravesó la cabeza era la que Gage utilizaba para comprimir esa arena dentro de los orificios mediante pequeños golpes. Aquel fatídico 13 de septiembre de 1848, Phineas se despistó y golpeó el granito antes de que la arena, que funcionaba como aislante de la pólvora, hubiera sido colocada. La chispa que produjo cayó sobre la carga y provocó una una gran explosión. La barra —de 108 centímetros de largo, 3 de diámetro, 1,5 de punta y 6 kilogramos de peso— salió disparada a tal velocidad que le entró por el pómulo izquierdo (región zigomática) y le emergió por la parte más alta del cráneo (vértex), para salir disparada a 25 metros de distancia antes de caer al suelo envuelta en sangre y tejido cerebral.

El famoso capataz cayó al suelo sobre su espalda, pero no perdió el conocimiento. Ante el asombro de sus compañeros, tan solo sufrió algunas convulsiones. A los pocos minutos empezó a hablar, se levantó y caminó hasta subirse por sus propios medios a una carreta tirada por bueyes que le llevó a Cavendish. Menos de una hora y media después apareció un joven médico llamado John Martin Harlow , gracias al cual sabemos hoy, 170 años más tarde, todo lo que se documentó sobre este caso.

Una de los carteles que en 1848 anunciaba el extraño caso de Phineas Gage ABC

La herida era tan profunda que a través de la abertura del cráneo se podían ver los latidos del cerebro mientras el paciente explicaba con detalle lo ocurrido, con toda racionalidad. Contestaba con coherencia a todas las preguntas que se le formulaba. Harlow dejó por escrito que Gage no presentó la más mínima dificultad para recordar lo ocurrido, así como ninguna otra laguna en su memoria con respecto a su vida. Tampoco le fallaban los movimientos, ni el equilibrio, ni la vista ni ninguno de los demás sentidos. Su cuerpo funcionaba perfectamente.

Otros periódicos se hicieron eco de la noticia, calificando el incidente de «maravilloso accidente». Pero, aunque salvó su vida, no fue todo lo maravilloso que cabe desear. A los 14 días del suceso, la herida se infectó y comenzó a sentirse deprimido e irritado. Aquello derivó en una meningitis con pus y un enorme absceso sobre su frente que tuvo que ser drenado inmediatamente. Después fue perdiendo progresivamente la visión en su ojo izquierdo. «Yo lo cuidé y Dios lo sanó», declaró Harlow durante el tiempo que Gage estuvo entre la vida y la muerte, hasta que acabó perfectamente recuperado, sin ninguna secuela aparente.

El capataz no presentaba ninguna merma física ni psíquica cuando, a mediados de 1849, se reincorpora a su puesto de trabajo. Antes de marcharse, sin embargo, el doctor había percibido que su personalidad había cambiado desde el accidente. Ya no era el trabajador modelo que era antes, ni el mismo joven alegre, cordial y extrovertido. En las pruebas de personalidad que le realizó, Phineas Gage demostró que sabía distinguir perfectamente entre el bien y el mal, aunque su nuevo comportamiento demostraba a todas luces que era incapaz de aplicar esos principios a su vida diaria. Se había convertido en una persona caprichosa, impaciente, fácilmente irritable, con mal genio, que insultaba continuamente a resto de los empleados y, en ocasiones, hasta demostraba una actitud violenta. Se había vuelto, en definitiva, tan insoportable, que sus compañeros empezaron a rechazarlo.

El despido

Toda esas características nuevas fueron intensificándose hasta que la convivencia en el trabajo se hizo insostenible. Al final fue despedido y no le quedó más remedio que ponerse a trabajar en el museo Barnum. Su cometido: presentarse frente a los visitantes como si del mismo hombre elefante se tratara. Se sentaba en una de las salas expuesto con la barra de metal que le había atravesado la cabeza. No aguantó mucho. Después de aquello estuvo cerca de una década mudándose de un sitio a otro hasta que fue a parar a Valparaíso, en Chile, donde trabajó como conductor de carruajes de caballos. Su peregrinaje duró hasta febrero de 1860 en que decidió volver a casa de sus padres en California.

Los problemas no se acabaron ahí. Pronto comenzó a sufrir los primeros ataques epilépticos, que fueron a más hasta que una crisis le ocasionó la muerte el 21 de mayo de 1861. Tenía 38 años y no se le hizo ninguna autopsia. Fue enterrado inmediatamente con sus escasas pertenencias.

Nogueira, con su abogada, durante el juicio EFE

Cinco años después, sin embargo, John Martyn Harlow convenció a la familia de que la permitiera exhumar su cadáver para hacerle el examen postmorten que no se le había realizado en su momento. Más tarde recibió la barra de metal y su cráneo. El informe que publicó en 1868 a raíz de su estudio es considerado aún hoy como el mejor relato de un cambio de comportamiento como resultado de una lesión del córtex prefrontal. «El equilibrio y balance entre sus facultades intelectuales y su propensión animal se destruyó. Se volvió impulsivo, irreverente y en ocasiones se permitía las blasfemias más groseras (lo que antes no era habitual en él), manifestando muy poco respeto por sus compañeros. No toleraba las restricciones ni los consejos cuando estaban reñidos con sus deseos y, muchas veces, era obstinado, caprichoso e indeciso [...]. Su forma de ser cambió radicalmente, por lo que decididamente sus amigos y conocidos decían que “había dejado de ser Gage”», escribió el médico, entre otras conclusiones que la abogada de Patrick Nogueira intentó utilizar para la defensa del descuartizador de Pioz, la semana pasada, tras su accidente en la adolescencia.

Los peritos citados por la letrada del acusado ratificaron este diagnóstico en el juicio. «La parte derecha del lóbulo temporal de Nogueira está claramente afectada, funciona menos y además tenía repercusión en otras áreas del cerebro porque llevaba mucho tiempo» afectada, aseguró Antonio Maldonado , jefe del servicio de medicina nuclear de la clínica Quirón donde se había realizado el Pet-tac. Este insistió, además, en que había que tratarle de inmediato, incluso sugería la cirugía, para que no fuera a peor. Una teoría que fue avalada también por José Miguel Gaona , quien cree que esa alteración cerebral habría transformado la conducta de acusado. El psiquiatra reconoció que decidió aceptar el caso cuando le visitó en la prisión y este le dijo: «En las guerras también mueren muchos niños y muchas personas y no pasa nada».

«El comportamiento de Phineas Gage cambió, pero no cometió ningún crimen. El daño cerebral brutal no lo convirtió en asesino. Se volvió un ser amoral, irresponsable, un golfo, pero no se convirtió en asesino», respondió el psicólogo y criminólogo citado por la acusación, Vicente Garrido . Finalmente, el veredicto del jurado popular ha declarado este lunes culpable al asesino de Pioz, tras descartar cualquier tipo de daño cerebral que le impidiera contenerse y le empujara a matar.

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