Objetivo «matar al indio en el corazón del niño»: así eran los tenebrosos internados para nativos en Canadá
Con el nacimiento de la Confederación Canadiense, el jefe del nuevo estado impulsó para los nativos una estrategia de hambrunas, represión y reeducación masiva a través del Canadian Indian Residential School System
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Iniciar sesiónLos sucesivos hallazgos de fosas con restos humanos y tumbas sin marcar en los terrenos cercanos a antiguos internados estatales dirigidos a niños nativos han echado sal sobre una vieja herida en Canadá y a una crítica pendiente, la de cómo los ... estados anglosajones trataron a las comunidades indígenas durante el siglo XX, que ni norteamericanos ni británicos terminan de digerir.
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Frente a la necesidad de integrar en el sistema a las distintas minorías amerindias, hoy en día el 5% de la población , Canadá desarrolló una estrategia de asimilación forzosa enfocada, sobre todo, a los más pequeños. En los siglos XIX y XX, se crearon una serie de internados financiados por el Estado y gestionados por organizaciones religiosas para educar a los jóvenes indios en las tradiciones europeas. Cientos de miles de menores hicieron un viaje de ida a estos centros, pero no para todos hubo viaje de vuelta.
Enfermedades, abusos y falta de fondos
A raíz de la comisión real encabezada por el gobernador británico Charles Bagot en 1842, la política colonial en Canadá cambió de un enfoque que enfatizaba la «coexistencia» con los pueblos indígenas a uno que priorizaba la «cristianización» de estos. Esto pasaba, entre otras cosas, por separar a los niños indígenas de sus padres para alejarlos de su vida tradicional y asimilarlos a la cultura eurocanadiense. En la línea del darwinismo social, distintas teorías antropológicas de la çepoca, como la del evolucionismo de Edward B. Tylor , planteaban la existencia de tres estadios (salvajismo, barbarie y civilización) que todos los pueblos debían atravesar. Según estas ideas, los pueblos aborígenes debían evolucionar, por las buenas o por las malas, del salvajismo a la civilización .
Cuando en 1867 la Confederación Canadiense se hizo autónoma del Reino Unido, el jefe del Estado John Alexander McDonald , escocés de nacimiento y protestante de religión, impulsó una estrategia que se valió de hambrunas, compra de tierras a cambio de simbólicas compensaciones económicas, represión cultural y reeducación masiva a través del Canadian Indian Residential School System (Sistema canadiense de escuelas residenciales) para empujar a los nativos a la civilización.
John A. MacDonald, quien además de primer ministro era ministro de Asuntos Indígenas, ordenó la creación de tres escuelas residenciales en el oeste del país, lo cual supuso el inicio de un proceso basado en el modelo de escuela residencial para nativos fundada en 1879 en Pensilvania, EE.UU. A falta de personal cualificado y de presupuesto, la labor educativa recayó en manos de organizaciones religiosas que desde el siglo XVII estaban dedicadas, sin grandes avances, a la evangelización de las naciones indias . La falta crónica de fondos, que algunos centros subsanaron obligando a los niños a trabajar medio día, y el hacinamiento provocaron una masiva propagación de enfermedades.
Alertados por la gran mortalidad de estos centros, el propio gobierno canadiense encargó al doctor Peter Bryce , en 1907, la realización de un informe al respecto que, debido a la gravedad de los hallazgos, fue ocultado durante más de una década. En 1922, Bryce en un opúsculo publicado bajo el título ‘The Story of a National Crime’ reveló que, según sus investigaciones, el 24% de los alumnos que entraban en estas escuelas fallecían a causa de la tuberculosis, fruto de las condiciones de insalubridad de estos centros y de la falta de personal sanitario suficiente. Además, este doctor encontró casos tan extremos como el de la escuela residencial de la reserva de File Hills , en la que se estima que, desde su apertura, el 75% del alumnado había terminado falleciendo.
La falta crónica de fondos, que algunos centros subsanaron obligando a los niños a trabajar medio día, y el hacinamiento provocaron una masiva propagación de enfermedades
Miles de testimonios de maltrato físico, sexual y psicológico y la aparición reciente de fosas han completado un relato tenebroso de lo que ocurría en estos centros de los que muchos niños nunca regresaron. Una comisión de investigación en 2015 identificó a 3.200 estudiantes aborígenes en todo Canadá que nunca volvieron a su casa, mientras que el Proyecto Niños Perdidos ha elevado a más de 4.100 menores fallecidos durante su estancia en los internados, de los que muchos fueron sepultados en los propios recintos escolares.
«Quiero deshacerme del problema indio»
En todo Canadá llegaron a existir más de 130 internados de este tipo entre 1860 y 1996 por los que pasaron 150.000 niños aborígenes, una medida también aplicada en el vecino Estados Unidos, que tuvo un sistema similar con al menos 357 internados hasta 1978. Durante esas décadas, los niños eran apartados de sus familias, se les quitaban sus ropas tradicionales, se les cortaba el pelo y los pequeños tenían prohibido hablar sus idiomas o practicar su cultura autóctona. En algunos casos, incluso se asignaba a cada niño un número por el que eran llamados para evitar su nombre indio. El objetivo prioritario era forzar su asimilación en la sociedad canadiense, tal y como la entendía la mayoría anglo-francófona. Algo tan crudo como «matar al indio en el corazón del niño».
Al comienzo de cada año escolar, un agente de asuntos indígenas, acompañado de policías, hacía un recorrido por las comunidades autóctonas –en su mayoría nómadas– para llevarse a los pequeños durante el curso. Desde 1920 y tras una modificación de la ley sobre los indígenas, el consentimiento de los padres ya no era necesario. Duncan Campbell Scott , superintendente adjunto del Departamento de Asuntos Indígenas en esas fechas, declaró sus intenciones de forma muy clara:
«Quiero deshacerme del problema indio. De hecho, no creo que el país deba proteger continuamente a una clase de personas que pueden mantenerse solas. Nuestro objetivo es continuar hasta que no haya un solo indio en Canadá que no haya sido absorbido por el cuerpo político y no haya una cuestión india, ni un departamento indio, ese es todo el objeto de este proyecto de ley».
Hacia 1930, más de 80 escuelas residenciales indígenas operaban en todo Canadá y tenía bajo su cargo a cerca del 37% de los menores de todos los pueblos nativos. En ese momento, la Iglesia católica manejaba 44 de esos centros, la anglicana, 21; la unida de Canadá 13, y la presbiteriana, 2.
Las escuelas fueron cerrando a lo largo de los años sesenta y algunos menores fueron trasladados a los pueblos nativos que quisieron tener sus propias escuelas. En esas fechas tomo el relevo a los internados un nuevo escándalo relacionado con el proceso masivo de adopciones de menores indios llevado a cabo tras retirar el gobierno la custodia a sus padres entre 1960 y 1990.
A la hora de retirar la tutoría a los padres, los trabajadores sociales alegaban maltrato, negligencia o simplemente razones económicas . La entrega de los menores a familias de clase media permitió al gobierno ahorrarse en torno a 100.000 dólares por individuo –según datos recogidos por Ana Romano Galdo en su estudio 'Canadá frente al espejo de la historia: la tragedia tras el intento de aculturación de las poblaciones aborígenes'–, que de otra manera habrían tenido que ser invertidos en las escuelas residenciales que estaban en proceso de cierre.
Esto hizo que, si en 1959 apenas un 1% de los niños tutelados por el Estado eran aborígenes, en la década de 1960 esta cifra ascendiera al 30-40%, según datos de Emily Alston-O'Connor en su estudio 'The Sixties Scoop' (vol. 11 N° 1 Edición Especial Indígenas).
Dudas sobre las tumbas
Desde el descubrimiento de una fosa con niños supuestamente asesinados el 27 de mayo en la escuela indígena de Kamloops, en la provincia de Columbia Británica , Canadá estalló en una gran polémica que saltó al extranjero como prueba innegociable del «genocidio», en palabras de las comunidades indígenas, que sufrieron los niños nativos en este tipo de escuelas. El primer ministro Justin Trudeau se refirió de inmediato al asunto como «un capítulo oscuro y vergonzoso» en la historia de Canadá y pronto vinculó las tumbas a casos de violencia contra los menores.
La autora del hallazgo, la joven antropóloga y profesora en la Universidad de Fraser Valley Sarah Beaulieu , usó un radar de penetración terrestre para identificar a cerca de 200 niños enterrados que, según concluyó su equipo, sufrieron «muertes indocumentadas». Si bien, algunas voces se han elevado desde entonces en medio de la tormenta mediática para cuestionar las conclusiones del descubrimiento. El historiador Jacques Rouillard, profesor emérito de la Facultad de Historia de la Universidad de Montreal , ha publicado recientemente en el portal canadiense DorchesterReview.ca un texto recordando que «ningún cuerpo» de niño fue encontrado como tal y mucho menos se hallaron evidencias de que alguno de ellos fuera asesinado.
«El informe preliminar de Sarah Beaulieu, en realidad, se basa en depresiones y anomalías en el suelo de un huerto de manzanas cerca de la escuela, no en restos exhumados», alerta Rouillard, que cita el testimonio del experimentado antropólogo Scott Hamilton , que trabajó en cementerios de escuelas residenciales similares entre 2013 y 2015, advirtiendo de lo precarias que son las conclusiones derivadas del empleo de radares de penetración en el suelo, pues se trata de un instrumento capaz de realizar solo un mapeo superficial.
Siguiendo los datos de la comisión de investigación de 2015, en la escuela residencial de Kamloops desaparecieron 51 menores, lo que no coincide con la cifra de 200 muertos estimada en la fosa ni con las circunstancias de su fallecimiento registrado. En su trabajo de investigación , Rouillard ha localizado a 37 de estos 51 estudiantes «desaparecidos»: 17 de los cuales murieron en el hospital, ocho como resultado de un accidentes en su reserva o cerca de la escuela, y dos fueron registrados de forma duplicada por un error burocrático (lo que elevaría el total a 49). De estos, 24 están enterrados en su cementerio de reserva y 4 en el cementerio de la reserva oficial de Kamloops.
«Esto está muy lejos de las afirmaciones no verificadas de que las autoridades no registraron las muertes, que los familiares no fueron informados o que los restos nunca fueron devueltos a sus familias», defiende este historiador en línea con las indagaciones del ex juez Brian Giesbrecht, que llegó de forma independiente a la misma conclusión.
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