La insólita farsa de Salazar: el dictador derrocado al que hicieron creer que todavía gobernaba
En 1966, el mandatario que había dirigido Portugal con mano de hierro durante 36 años sufrió un derrame cerebral y fue apartado del poder, pero sus ministros prefirieron simular reuniones con falsos embajadores, escenificar elecciones con actores y publicar periódicos falsos para hacerle creer aún era presidente
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Iniciar sesiónLa sorpresa que se llevó Roland Fauré , el 6 de septiembre de 1969, debió ser impresionante. El redactor del diario francés ‘L’Aurore’ había llegado a Lisboa con el encargo de recopilar las novedades surgidas sobre Antonio Salazar , que había pasado una ... larga temporada en el hospital por un derrame cerebral. Ya le había entrevistado tres veces, así que usó sus contactos para reunirse con él de nuevo. Al llegar al palacio São Bento, residencia oficial del dictador desde que instauró el Estado Novo en 1937, se lo encontró sentado tranquilamente en el jardín, vestido con un elegante traje blanco y una corbata negra. Tenía la parte izquierda del cuerpo paralizada, pero parecía animado a juzgar por el entusiasmo con que recibió a su invitado y le dio todos los detalles de la actualidad parisina, con la caída de Charles De Gaulle incluida.
De repente, Fauré le interrumpió y le preguntó sobre su sucesor, Marcelo Caetano, a lo que Salazar respondió: «Es inteligente y tiene autoridad, pero se equivoca al no querer trabajar con nosotros en el gobierno. Porque, como usted sabe, él no forma parte del gobierno. Sigue dando clases de Derecho en la universidad y a veces me escribe diciéndome lo que piensa de mis iniciativas. No siempre las aprueba, pero tiene el coraje de decírmelo». El periodista se quedó paralizado. ¿Cómo? ¿El viejo león desconocía que lo habían destituido hacía más de un año?
Efectivamente, sabía todo lo que ocurría en el mundo y nada de Portugal. Pensaba que su jefe de Estado, Américo Tomás, había asumido sus funciones cuando estaba hospitalizado, pero que luego había vuelto a ocupar su trono, como podía comprobar el redactor de ‘L’Aurore’. Este hecho surrealista lo descubrió Marco Ferrari en su primer viaje a Portugal, en 1974, y durante años se dedicó a «recopilar testimonios, historias y grabaciones» para publicar ahora ‘La increíble historia de Antonio Salazar: el dictador que murió dos veces’ (Debate, 2022).
El podólogo y el periodista
Fauré no se atrevió a decirle nada y salió del palacio espantado, aunque con la exclusiva de su vida. El periodista se pasó toda la noche escribiendo la crónica, que ocupó la portada de su periódico al día siguiente. ‘Salazar cree que todavía gobierna en Portugal’, reveló el titular. «La censura seguía en vigor y nadie sabía lo que estaba pasando en São Bento. Solo la élite política estaba al tanto de la farsa, mientras esperaba a que el mandatario muriera para no tener que contarle nada. Cuando se publicó el artículo, ningún medio portugués difundió la noticia y los dos únicos ejemplares de ‘ L’Aurore ’ que llegaron al aeropuerto de Lisboa fueron quemados», cuenta el autor a ABC.
Este episodio poco conocido fuera de Portugal comenzó a tejerse el 3 de agosto de 1968, cuando Salazar recibió la visita rutinaria de Augusto Hilário , un humilde podólogo que le visitaba en el Fuerte de Santo Antonio (Estoril) para curarle el juanete, los callos y las uñas encarnadas del pie. Cuando estaba preparando sus instrumentos, el dictador se cayó de la silla y se golpeó la cabeza. Aún pálido, no quiso que llamasen al médico ni que se contase lo sucedido.
«Salazar, que tenía 79 años y ostentaba el poder desde 1932, pensaba que la tarea de guiar, civilizar y cristianizar la inmensidad del imperio portugués era una orden que le había llegado de Dios. Se consideraba heredero de los grandes conquistadores y el centro de un sistema político que, si no fuera por él, se habría derrumbado. No obstante, ninguno de nosotros es eterno, ni siquiera el dictador más longevo del mundo», explica Ferrari.
«¡Ay, Jesús mío!»
De regreso a casa, el podólogo escribió una nota a su cliente más ilustre: «Excelentísimo señor presidente, me fui impresionadísimo y preocupado. Ruego a Dios que una caída tan tremenda no haya tenido consecuencias». El dictador respondió escuetamente: «Parece que no las ha habido, aparte de los dolores en el cuerpo». El primer examen, sin embargo, confirmó lo contrario: «Presenta los primeros signos de hemiparesia derecha [arrastrar la pierna derecha], lagunas en la memoria y otros trastornos».
En agosto su estado empeoró. En la primera reunión del nuevo consejo de ministros tras las vacaciones, celebrada el 3 de septiembre, el dictador se mostró ensimismado, silencioso y ausente. A la mañana siguiente, tuvo dificultades para firmar la correspondencia y por la noche sufrió una hemiplejia en el lado derecho. El día 16 fue operado de urgencia, pero ya era tarde. Tras salir del quirófano y almorzar, miró al médico y le dijo: «Estoy muy afligido. ¡Ay, Jesús mío!». A continuación se desmayó y entró en coma.
Durante los siguientes diez días, los ministros se dividieron entre los que creían que debían respetar al dictador y mantenerle en el cargo y los que sugerían que ya no se iba a recuperar y que había llegado la hora de encontrarle un sustituto. Contra todo pronóstico, eligieron la segunda opción. El 25 de septiembre, Américo Tomás informó a Marcelo Caetano que era el elegido y el 26 por la noche se anunció su nombramiento por radio y televisión. En su discurso, el nuevo presidente admitió que el país «había estado gobernado por un hombre excepcional, pero que ahora tendría un gobierno de hombres como todos los demás». La dictadura portuguesa agonizaba en la habitación 68 del hospital de la Cruz Roja, con todos los ministros esperando el desenlace fatal.
A los cuatro meses, sin embargo, Salazar despertó y recibió el alta. Dona Maria, su ama de llaves y la persona que le había cuidado en los últimos años, pidió una ambulancia para trasladarle a casa. El director del hospital, extrañado, preguntó: «¿A qué casa?». La asistenta contestó indignada: «Ustedes saben de sobra cuál es su residencia oficial. La de Vimeiro [localidad donde nació] no está en condiciones de recibir a un hombre en este estado». Aquella era su forma de decir que el palacio de São Bento seguía siendo su hogar.
La gran farsa
«Todos los ministros habían sido nombrados por Salazar y ninguno se atrevió a decirle la verdad, que ya no ejercía el poder, así que escenificaron la mayor farsa política que ha conocido la Europa moderna», asegura el autor. Y añade: «Dona Maria creía en la recuperación del líder y esperaba que, al final, su corte se convenciera de que el imperio portugués no podía existir sin él. Cuando se convenció de que no había vuelta atrás, fue ella quien acabó invitando al periodista francés para que sacara a la luz aquella farsa montada en perjuicio de la persona que ella quería. Fue su venganza aquellos otros hombres de poder desagradecidos», apunta Ferrari.
Durante 23 meses se escenificó la obra de teatro más impresionante que ningún poder político e institucional haya montado jamás. Su equipo le mantenía engañado haciéndole firmar documentos sin ninguna validez, pidiéndole consejos para los ministros que ya no ejercían, dejándole escuchar noticiarios radiofónicos preparados solo para él y celebrando reuniones de Gobierno inservibles que se grababan en vídeo para montarle un telediario exclusivo que no veía nadie más.
Sus colaboradores más estrechos fingieron que seguían teniendo las mismas funciones, le entregaban correspondencia, le hacían creer que enviaba despachos a todo el imperio con instrucciones precisas, simulaban que la Policía investigaba a los opositores que él señalaba y le mostraban proyectos de infraestructuras que no se pensaban construir. Para el escritor, «el invento más surrealista fue hacer un único ejemplar del ‘ Diario de Noticias ’ para el dictador. El director Augusto de Castro, gran amigo suyo, iba a la imprenta a las cuatro de la mañana, quitaba cualquier referencia a Marcelo Caetano y hablaba de un país aún en sus manos».
Las elecciones inventadas
Con el tiempo recuperó su anterior ritmo de vida y celebró hasta tres reuniones diarias, pero nadie le revelaba que ya no mandaba. El episodio más controvertido se produjo el 26 de octubre de 1969, cuando Salazar acudió a la sede de la Freguesia de Lapa para votar en unas supuestas elecciones legislativas. Parecía una escena sacada del pasado, cuando el dictador controlaba la vida de los portugueses. Sus ministros reunieron a cientos de actores que simularon festejar la llegada del coche blindado del antiguo mandatario mientras un buen número de fotógrafos y cámaras de televisión recogían cada detalle.
Los detalles aportados por Ferrari sobre este suceso son inauditos: «En los archivos de la Radio Televisión Portuguesa (RTP) se ve claramente a un Salazar sonriente en el asiento trasero del vehículo al lado de Dona Maria. El presidente de la mesa electoral se acerca al coche y recoge el sobre cerrado de manos del político sin que baje a darse el tradicional baño de multitudes. Meses antes esas imágenes habrían abierto todos los telediarios e inundado las emisoras coloniales, pero el vídeo fue a parar a los depósitos de la archivo estatal y no se emitió hasta después de la muerte del dictador».
El 13 de julio de 1970, el viejo león desarrolló una infección renal que se extendió al resto de órganos. Entró en diálisis el 21 y, aunque parecía que podía recuperarse, su estado se agravó tres días después. El 27 por la mañana murió de una embolia como consecuencia de una flebotrombosis. Por la tarde, la mayoría de los periódicos publicaron una edición especial. ‘Salazar: el exjefe de Gobierno ha muerto hoy a las 9.15’ , titulaba el ‘Diario de Lisboa’... y el telón se bajaba.
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