Josema Yuste: «No quería ser abuelo por coquetería, ahora me parece algo maravilloso»
El cómico, que estrena la función 'Que Dios nos pille confesados', nos habla de su primera nieta, recuerda a madre y nos confiesa sus pecados capitales
La polémicas de Josema Yuste, el defensor de 'humor blanco'
Josema Yuste
Hace más o menos año y medio, Josema Yuste fue abuelo por primera vez, pero quiso que quedara en la intimidad: «Es que, además, era algo que yo quería retrasar al máximo. No quería ser abuelo, yo creo que por coquetería, pero ahora ... me parece algo maravilloso. La veo y es que me la como. No sé cómo explicarlo, cuando la tengo delante se me abre el corazón, me dan ganas de seguir viviendo. Se llama Elisa, es graciosísima».
El cómico ha descubierto la ventaja de ser abuelo frente a la paternidad: «Puedo disfrutar más de ella sin ninguna responsabilidad que me ate, porque la educación ya no me corresponde. Lo mío es puro goce». Y ahora también goza en los escenarios con la función 'Que Dios nos pille confesados', «una comedia cómica que sigue un poco en la línea de las obras de Agatha Christie y Alfred Hitchcock, pero en clave paródica, en la que el robo de un cuadro de El Greco se convierte en motor de todo un enredo», explica su protagonista, que comparte reparto con Javier Losán y Santiago Urrialde.
Josema encarna al padre Beltrán, un sacerdote cuya verdad saldrá pronto a la luz y nos hará ver que todo es mentira. Nos preguntamos qué pasaría si, llegado el caso, Josema se viera con Dios sin confesarse: «Pues me pillaría con el carrito del helado, pero no creo que fuera al infierno. Soy imperfecto, tengo mis cosas, pero soy buena persona. Hay muchos peores que yo». En cuanto a pecados, Josema va bien servido: «En lujuria tengo un aprobado».
A su edad, 69 años, con más de 30 años de matrimonio y tres hijos, un aprobado es muy buena nota. En cuanto a la gula, la cosa se complica: «Me gusta comer, pero no puedo hacerlo. Soy de caprichos, pero sufro de esófago de Barrett (una enfermedad que produce reflujo crónico) y me lleno enseguida, así que como muy poco, sobre todo por la noche». La avaricia no es lo suyo: «Tampoco es que sea conformista, pero con poco soy feliz. Tampoco soy consumista». La pereza es su pecado veraniego, exclusivamente: «Soy bastante activo. Me levanto temprano, hago deporte, me gusta ocupar mi tiempo. Solo desconecto si estoy en modo vacaciones, disfrutando en la playa, con la familia o amigos».
Josema Yuste y Millán Salcedo recibiendo la recibido la Distinción de Honor en los Premios de las Artes Escénicas 2021
Pero Josema reconoce que caería en el lado oscuro por culpa de la ira: «Procuro controlarme. A veces me contengo, pero otras estallaría. Sobre todo por culpa de la vagancia de la gente, que es algo que me saca de quicio, me dan ganas de gritar '¡Mueve el culo!' para que reaccionen». En cuanto a la envidia, «la que tengo es 'envidia sana' cuando veo a alguien que me genera admiración, no porque tenga algo que quiera yo… Si veo que tocan el piano de maravilla, o hablan inglés, cosas así. Yo en realidad no tengo envidia, al revés, me alegro que la gente prospere con esfuerzo y talento. Eso lo valoro mucho». Su pecado capital sería, lo reconoce, la soberbia: «A veces me pongo tonto, pero no me ocurre muy a a menudo. Pero en ocasiones me paso de listo. En realidad, eso me ocurre cuando siento que el otro es más débil y me aprovecho de ese momento. Tengo que corregirlo porque no me gusta».
La foto: con su madre, Carmen, y su dolorosa ausencia
Ella es Carmen, la mujer que cogía a Josema en brazos y lo sentaba en su regazo para dormir plácidamente. El cómico todavía recuerda el olor de ese momento. El olor de su madre: «Lamentablemente, cada día me quedan menos recuerdos, se van borrando, pero hay cosas que no olvido. Como su costumbre de guardarse unos picos para, después de comer, acompañarlos de un onza de chocolate». Su madre falleció de una cardiopatía cuando Josema apenas tenía nueve años: «Fue un proceso lento. Estuvo encamada. Yo la veía delgada y triste».
De aquellos momentos tiene más sensaciones que recuerdos precisos, pero esa ausencia fue traumática: «Estuve muy malito, ingresado un año en una clínica para niños con anemia. En aquellos años no se sabía lo que era, en realidad era una depresión. Me marcó, me hizo más sensible, más expuesto a cualquier ataque, más introvertido, más inseguro. Cuando falta una madre se genera un vacío. A mi padre, que era un trabajador nato, le veía poco. Fue mi tía Isabel, mi segunda madre, aunque no era lo mismo».
Josema Yuste y su madre Carmen
En el colegio, Josema «no destacaba por listo ni por tonto, pero a partir de los 13, se me despertó el sentido del humor, como imitaciones de los profes, pero no lo hacía para buscar el aplauso, lo hacía porque me divertía. Lo sigo haciendo por la misma razón. A través del trabajo hago felices a los demás, y eso me hace feliz». Es su foto favorita («recuerdo que nos la hicieron en un estudio en el centro de Madrid)», tanto que tiene un óleo pintado por una monja adoratriz, compañera de una tía suya: «Lo teníamos encima de la chimenea, pero nos hemos mudado y aún lo tenemos en el trastero».
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