lo que me apetece
La falsa princesa es una loba herida aullando
Los testaferros deben ser vigilados y desconfiar
Madrid
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Iniciar sesiónSiempre he pensado que es mejor encontrarte con un tonto rodeado de listos que un listo rodeado de tontos. Siempre he tenido la teoría de que los apoderados, los testaferros y muchas veces hasta los administradores son personas, salvo excepciones, que deben de ... ser vigilados e incluso hasta es necesario e higiénico desconfiar de sus gestiones y de su trabajo. Parte de la solución pasa, como en muchas ocasiones en la vida, por ejercer una gran dosis de generosidad, pero siempre desde cierta disimulada desconfianza con manga ancha y leve sonrisa, desde la severa seriedad que no hay jamás que perder.
Cuando yo recibí mi primer dinero de mi padre para estudiar me dijo: «Recuerda que los duros de provincias son pesetas en Madrid». También me recomendó no avalar nunca a nadie y si fuera muy amigo darle el dinero, pues, con el tiempo vería si se trataba de un verdadero amigo, al devolverme el préstamo o de lo contrario que diera por perdida esa amistad.
En definitiva son muchas las antiguas fortunas que desaparecieron de manos de sus titulares, para pasar a las de los administradores por desidia, aburrimiento y dejadez de sus propietarios.
La historia está llena de ejemplos así. La artista y la política. La primera fama y arte, la segunda fama, dinero y alhajas. La famosa cantante viajó a ultramar y la poderosa señora entabló una amistad enorme con ella, hasta el punto de que se convirtió en su testaferro, poniendo a su nombre una ingente fortuna para que la custodiara, por si un día la titular tuviera que salir del país huyendo rápidamente hasta otro lugar del mundo. No pudo ser, las herederas nunca accedieron a entrevistarse con la testaferro, que dio buena cuenta de esa imponente fortuna para su satisfacción personal y de su familia.
Las fabulosas joyas que le había regalado su amante, el armador, se las ponía en la intimidad la testaferro. Habría sido muy descarado que las hubiera lucido en publicó.
La historia de la amante bandida, falsa princesa, descarada hasta límites insospechados, ejemplo de 'ambición rubia', ahora despechada, desesperada e incluso desolada, ha perdido el norte y el rumbo de su vida, porque las traiciones se pagan tarde o temprano, las mentiras y falsedades también, refugiándose en un 'serial' que a buen seguro terminará por unirla en el fango en el que se ha metido por dinero. Nunca más va a poder convertirse en lo que decía ser y muchísimo menos en conseguir trabajos como los que hacía.
Salvando las distancias le ruego que se informe de quien era Christine Keeler y como fue su final. Ambas personas faltas de escrúpulos, ligeras y sin principios, pero rodeadas de personajes poderosos que fueron seducidos por encantos sin límites.
Y diga lo que se diga, la falsa princesa quería se reina, sin darse cuenta que la historia de Porfiria, cuando le dijeron que su marido tenía amantes y contestó: «Capillitas, capillitas… la catedral soy yo», se le puede aplicar a ella. Y la catedral acaba de cumplir años.
Ahora es como la loba herida dando aullidos, como la pantera dando zarpazos o como la gata erizada, ante la posibilidad de que tuviera que devolver un regalo que nunca recibió como tal.
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