Los 80 de Carmen Maura, una actriz formidable que más de una vez se preguntó a sí misma «¿qué he hecho yo para merecer esto?»
Este 15 de septiembre la actriz madrileña entra en la octava década de su vida
Carmen Maura: «Mi vida personal ha sido muy difícil, pero la vida profesional ha sido un regalo»
Álex Ander
Más de una actriz mataría por tener un currículum ligeramente parecido al de Carmen Maura. A lo largo de cuarenta y pico años de carrera, la madrileña ha trabajado en más de 150 ficciones y ha podido rodar bajo las órdenes de directores ... como Almodóvar, Colomo, Saura, Camus, Trueba, De la Iglesia o Coppola. También supo ganarse el cariño y reconocimiento de un público que la ayudó a llenar las vitrinas de galardones. Cuatro Goya, un César y dos premios de la Academia Europea, por nombrar solo algunos, avalan el talento de una intérprete superdotada.
«Nunca he estado en paro, también porque no soy exquisita. Hay mucha gente que no hace según qué cosas», comentó ella en una entrevista en la que también decía que lee todos los guiones que le mandan y que no se plantea dejar de trabajar. «Ser actriz me ha salvado de volverme loca. Creo que estaría bastante desequilibrada si no. He tenido una vida muy complicada».
Ciertamente no exagera en eso último que dice. Hija de padres burgueses, Maura estudió de niña en un colegio de monjas, donde aprendió a hablar francés, y con siete años ya montaba funciones de teatro con sus amigas. Pero a sus progenitores no les hacía ninguna gracia la idea de que la 'Gorda', como la llamaban cariñosamente, pudiera dedicarse a la interpretación, oficio que para ellos equivalía a algo así como ser una ramera.
Quizás por eso a los 19 años se fue de casa y se casó con el abogado Francisco Forteza, padre de sus dos hijos, Carmen y Pablo. Con 25, Maura regentaba una galería de arte de la que a veces se escapaba para hacer sus primeros papeles como figurante, y un día, sin decir ni mú a nadie, se presentó a una prueba para trabajar como actriz semiprofesional en el Ateneo madrileño. La pasó, entró a formar parte de una compañía en la que descubrió un mundo que le parecía divertidísimo, y un buen día tomó la decisión de dedicarse plenamente al asunto después de que un crítico teatral le comentara que tenía potencial.
Cuando lo habló con su marido, este le soltó: «Eres muy vieja para empezar ahora, acabarás loca tirándote a un camión». Pero Maura estaba decidida a intentarlo, así que ignoró sus palabras. El matrimonio se rompió en 1970 y ella pasó mucho tiempo enfrentada al abogado, quien la acusó de abandono de hogar y, gracias a una decisión judicial, se pudo llevar a sus hijos pequeños a Canarias. «Después de 10 o 12 años de lucha decidí que ya no podía más, que ya vendrían cuando tuvieran que venir», contó al respecto la actriz, para quien el trabajo se convirtió en un refugio: «Interpretando olvidaba todas las páginas oscuras de mi vida, era libre». En esos duros años pasó por el teatro universitario e independiente y grabó cortometrajes dirigidos por compañeros de aspirantes a director como Pedro Almodóvar. El manchego no tardó en convencerla para que colaborase en alguno de sus cortos y la convirtió en protagonista de su primer largo amateur.
Según la de Chamberí, desde el principio se quedó prendada de la imaginación del director: «Yo no era nada moderna y él me metió en la movida [madrileña]. Era todo nuevo para mí. Y él me protegía, y yo lo trataba genial. Habiendo nacido en sitios diferentes, habiendo sido educados de manera diferente, teníamos un sentido del humor en el que nos encontrábamos mutuamente. Creo que entiendo sus chistes mejor que nadie». Luego él la eligió para protagonizar varias de sus películas más redondas, como '¿Qué he hecho yo para merecer esto?' (1984), 'La ley del deseo' (1987) o 'Mujeres al borde de un ataque de nervios' (1989). Pero el rodaje de esta última resultó tan tenso que director y musa se distanciaron (y ella se planteó incluso dejar la actuación para siempre).
Pasaron tres lustros sin querer volver a trabajar juntos, pero en 2006 tuvieron una conversación y acordaron hacer 'Volver', donde queda demostrado que formaban un tándem formidable. «No creo que vuelva a trabajar con Almodóvar», dijo ella unos años después. «Porque sus rodajes son tensos y no me apetece. Álex [de la Iglesia] es más joven y simpático, no hay color».
Para entonces, Maura llevaba ya unos cuantos episodios traumáticos a la espalda. Cuando tenía 30, recibió un día la inesperada visita de un militar que se hizo pasar por fan para que le abriera la puerta y la violó. «El proceso que siguió fue peor que la propia violación», relató la actriz. «Me vi en una sala rodeada de militares, preguntando sin ningún cuidado. Hoy una chica de 20 años no se puede dar cuenta de cómo era entonces la situación de la mujer». Al poco de eso fue traicionada por Antonio Moreno Rubio, un contable al que otorgó poderes notariales para poder gestionarlo todo y con el que estuvo saliendo hasta 1993.
«Un día me entero de que lo tenía todo hipotecado. Me dejó con dos millones y medio de euros de deuda, con mis casas embargadas, mi campo embargado... Otro hubiera huido para no pagar, pero con mi profesión... como para esconderme». Tras experimentar semejantes vivencias, encadenó proyectos que la ayudaron a sanear sus cuentas, pasó una temporada afincada en Francia y reconoció que «ni por lo más remoto» echaba de menos a una pareja.
A sus 80 primaveras, la actriz se define como una mujer que saborea cada uno de sus momentos de soledad elegida, tanto en su chalet en Miraflores, en la sierra madrileña, como en su ático del centro de la capital madrileña, zona por la que, al menos hasta hace poco, no era raro verla paseando a Rita, su yorkshire terrier. «Soy positiva, echada pa'lante. Como la vida no ha sido superfácil para mí, la nostalgia no me parece práctica», ha comentado Maura, que acaba de presentar en el Festival de Venecia Calle Málaga, un filme de la realizadora hispano-marroquí Maryam Touzani que, curiosamente, supone su primer desnudo en cine. «Nunca pensé que llegaría a lo que he llegado», reconoció a 'Vanity Fair'.
«Imaginaba que viviría de esto, sobre todo haciendo teatro, pero nada más. He tenido una suerte enorme y un ángel de la guarda superlisto que me ha colocado en los sitios en los que tenía que estar. Siempre he intentado hacer lo que el director me mandaba. Así te trata bien y te deja en paz. Si empiezas a quejarte, te hace la vida más imposible. Me gusta mucho que los demás actores estén contentos, porque un rodaje puede ser muy divertido pero también puede ser un suplicio».
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