Armando del Río: «Si digo que soy un romántico, mi mujer se va a reír»
El actor, de gira con la obra 'El crédito', nos habla de su familia, de su carácter, de su pasión por la libertad y de sus viajes más especiales
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Iniciar sesiónEste verano, Armando del Río se pasa viajando los fines de semana llevando la obra 'El crédito' por toda España. Y disfruta con ello: «Es que me gusta todo lo que rodea una gira. Me encanta salir de casa, la vida de hotel, con ... sus desayunos. Lo único duro a veces son los viajes en coche de una plaza a otra». No es un actor de rituales, pero antes de cada función se estira, moviliza todo su cuerpo para entrar en calor y se enfrenta a Pablo Carbonell en una comedia tremenda sobre esta sociedad capitalista y deshumanizada.
Armando la vive con intensidad porque atraviesa un momento personal muy especial: tiene 53 años y se siente libre, como lo demuestra en sus redes sociales, donde es un activista: «El mundo está lleno de gilipollas. Antes pasaba de ellos, pero ya no. Me supera la hipocresía, la injusticia, los abusones. No temo las consecuencias de mis palabras. Si alguien no quiere contar conmigo por lo que pienso, yo tampoco quiero trabajar con él». Por eso ha montado su propia productora y se embarca en proyectos como 'Barrabás', que espera dirigir para los Teatros Del Canal con Raúl Tejón. «Reconozco que tengo mala leche», se sincera, «pero soy un tío majo. No tengo maldad. Soy muy despistado y luego me olvido, no guardo rencor».
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Con cinco hermanas, una esposa, una hija y una gata, Armando se siente a gusto en el mundo de las mujeres: «Mi carácter encaja con rasgos más femeninos, no soy nada machirulo. Tengo un gran respeto y entiendo que hay que cuidar las palabras y los comportamientos hacia ellas. He crecido rodeado de mujeres y he visto cómo se han sentido tratadas». La paternidad le ha enseñado a ser más paciente: «Aún me cuesta, pero ser padre es un trabajo constante. También me ha hecho sentir que debo dejar un legado a la persona que quiero». Es uno de esos padres a los que se le cae la baba con su hija: «Sí, lo reconozco. No quiero que crezca, es tan mona, tan pequeñita. Pero cuando lo haga y sea mayor, me gusta pensar que estudiará cosas fascinantes y luego las compartirá conmigo». Lo que le preocupa es el mundo que le vamos a deja en herencia.
Armando está casado con una actriz, Laia Alemany, con la que ha trabajado y con la que lleva 13 años: «La convivencia entre actores puede ser difícil, porque es una profesión inestable. Luego también está la lucha de egos, que no es nuestro caso. A veces pienso que hubiera estado bien que ella fuera arqueóloga o astrónoma para hablar de otras cosas, pero la vida -y el amor- es así». No se considera un romántico a la vieja usanza: «Si digo que lo soy, mi mujer se va a echar a reír. Soy demasiado vergonzoso para ser romántico. Hay pequeños gestos bonitos, pero no me gustan esas cursiladas preparadas que, en el fondo, disfruta más quien las organiza. Creo que en realidad son actos un poco egoístas». Tal vez, uno de los detalles más bonitos que tiene con ella es que, todos los años, para la semana de su aniversario de boda, el 25 de septiembre, se reserva una semana para ir a una casita de madera que tienen en Guadalajara: «Normalmente, y tal y como están las cosas, la ponemos en alquiler». Allí, aislados del mundanal ruido, Armando puede hacer lo que más paz le procura: «Estar con ella en el sofá, entrelazados».
La foto: Una pareja en la Roma clásica
Armando y Laia habían sido padres hacía poco y el matrimonio quería desconectar, pasar unos días juntos: «No es que quisiéramos un viaje romántico, necesitábamos estar tranquilos los dos. Nunca habíamos estado en Italia, era un destino que se nos resistía. Roma nos encantó, con toda la grandiosidad de las ruinas rodeándote. Yo me imaginaba cómo sería vivir en aquella época, con el Coliseo, el Panteón y esa maravillosa ciudad que ahora puedes descubrir desde las innumerables terrazas de los tejados».
A Armando no le gusta el rollo turista: «Prefiero perderme, empaparme de la vida de los países que visito. He sido muy mochilero». Es de los que hace la maleta en un pispás: «La hago rápido y me agobio esperando a los demás. Las cosas que son 'el camino', como hacer la maleta, me molestan. Yo lo que quiero es llegar, estar allí». Lejos queda su primer viaje, a los 18 años, cuando descubrió los misterios de la noche tras un concierto de Locomía en Ibiza. Ha llovido mucho desde entonces.
Le encanta viajar solo: «No tienes que preguntar, que preocuparte, tienes tus tiempos y no dependes de nadie». Pero también disfruta de las aventuras con su mujer: «Los planes, la diversión juntos, ir a cenar, hacer actividades y luego, al acabar el día, compartir los momentos, revisando las fotos, comentando las anécdotas». Aunque Laia no parece compartir el mismo sueño que Armando, el actor fantasea con un gran viaje a África: «Hacer un safari, descubrir los contrastes de un continente todavía salvaje, con sus riesgos, es una aventura que me pone».
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