¿Es posible amar para siempre?
Lucía Vallejo Rodríguez, profesora del Instituto CEU de Humanidades Ángel Ayala, asegura en este artículo que la crisis del compromiso matrimonial no es casual
Hablar de amor eterno en la sociedad contemporánea es una provocación. En un mundo marcado por la fugacidad digital y el individualismo líquido, como lo describiría Bauman, la idea de prometer amor para toda la vida parece tan obsoleta como escribir cartas a mano. ... Hoy, lo que nos enamora, mañana nos aburre. Como sociedad, hemos asumido el relato de aceptar como imposible lo que, en el fondo, verdaderamente anhela el corazón del ser humano con una intensidad silenciosa: la promesa de algo que nos trascienda.
En este escenario, el amor se ha convertido en una mercancía más, intercambiable, consumible y desechable. El amor a menudo se reduce a un intercambio constante de deseos, emociones y expectativas. «¿Qué me das tú?» es la pregunta implícita que rige muchas relaciones, lo que lleva a concepciones utilitarias y transaccionales del amor.
El amor para siempre desafía esta lógica. Amar a alguien no es simplemente un intercambio implica, por el contrario, el reconocimiento y la aceptación de la otra persona en su totalidad. Es una decisión consciente, una elección diaria de amar al otro con sus contradicciones. No se trata de esperar reciprocidad inmediata, sino de dar al otro en su libertad, sin pretender cambiarlo.
La crisis del compromiso matrimonial, observada como un síntoma de los tiempos, no es casual. Si entendemos el tiempo como una sucesión de momentos desconectados y fugaces, cualquier promesa a largo plazo parece absurda o incluso heroica. Prometer, es decir, amar, entraña riesgo, no es un cálculo. La promesa de amar no consiste en la promesa de una vida sin dificultades, implica el compromiso de permanecer a pesar de ellas.
La verdadera cuestión no es si el amor puede durar para siempre, es si estamos dispuestos a hacer de nuestra vida una promesa. Vivimos en una época que nos invita a cambiarlo todo por algo más rápido y accesible. Pero, a pesar de la fugacidad de las emociones, seguimos buscando algo más profundo, algo que nos resista y nos mantenga. La verdadera promesa no está en lo que se puede ofrecer, radica en lo que elegimos dar, a pesar de los tiempos que corren.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete