«Muchos padres se enteran de que sus adolescentes tienen relaciones sexuales al encontrar el envoltorio del preservativo»
Sara Desirée Ruiz, autora de 'El día que mi hija me llamó zorra', especialista en adolescencia, asegura que el sexo sigue siendo un tema tabú en las familias
La experta también recuerda que «hay que dejar de castigar» a los adolescentes «porque no les ayuda a aprender ni a responsabilizarse»
«Nos quejamos de los adolescentes cuando viven en casa como si fuera un hotel, pero los padres tenemos mucha responsabilidad»
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Iniciar sesión«Cuando Candela tenía tres años era una niña 'redondita y preciosa' de rizos castaños. Era encantadora... Con catorce años estaba en el sofá de casa concentrada en su móvil. Cristina, su madre, le dijo que se pasaba todo el día con el dichoso trasto, ... que tenía que ordenar su cuarto y lavar los platos. Le explicó que no vivía sola y que tenía responsabilidades. Entonces, Candela la miró con un desprecio infinito y le dijo: 'Eres una zorra'».
Así empieza Sara Desirée Ruiz su libro 'El día que mi hija me llamó zorra' (Toromítico). Esta educadora especializada en tratar los problemas de los adolescentes asegura que el título es verídico. «Es algo que suele pasar en la adolescencia -explica-. Las personas adolescentes en esta etapa empiezan a responder de forma inesperada. Y muchas veces faltan al respeto por toda esa emocionalidad que les caracteriza».
¿Ven venir los padres la adolescencia o les coge de sorpresa?
Más bien lo segundo. Llevan toda la infancia acompañando y se han acostumbrado a una manera de hablar, de hacer las cosas... y, de repente, las familias perciben que esa persona ha cambiado totalmente, que empieza a hacer cosas que antes no hacía y se preocupan. Se trata de las típicas conductas que identificamos como adolescentes. Conviene observar esas señales a partir de los 9-10 años. Esos primeros síntomas se identifican en los cambios físicos que se empiezan a producir en el cuerpo y, a partir de ahí, ya sabemos que están iniciando esa transición hacia la vida adulta que pasa por la adolescencia.
Con 9-10 años son unos niños...
Totalmente. Y se les sigue viendo así a sus hijos con 13 años (risas). Físicamente no han hecho todo el cambio pero su cerebro se está desarrollando a un nivel complejo.
A pesar de su comportamiento, aseguras en el libro que 'No es personal, es cerebral y te necesitan más que nunca' ¿Tienen los padres que acompañarles en esta etapa aunque parezca que no les necesitan?
Totalmente. Es más necesario que nunca. Sin embargo, pensamos lo contrario porque como son más mayores, toman sus propias decisiones y te dicen 'no te necesito', 'no quiero', 'no me ayudes'... Pero en realidad no es así. Las personas adolescentes necesitan a sus padres más que nunca porque los cambios que están experimentando les impulsan a hacer cosas arriesgadas. No hay que olvidar que la seguridad es algo que da la familia, quien a su vez establece los límites, que son necesarios. Necesitan que sus padres estén ahí para ir dando significado a las experiencias nuevas que están viviendo y que son muy intensas. Si de repente dejamos de acompañar, les estamos dejando a merced de todas esas cosas que les están pasando. Es muy importante estar ahí, a cierta distancia, pero prestando mucha atención. Y aprender a comunicarnos con las adolescentes para que esta etapa no se convierta en algo difícil en casa.
«Las personas adolescentes necesitan a sus padres más que nunca porque los cambios que están experimentando les impulsan a hacer cosas arriesgadas. Necesitan que sus padres estén ahí para ir dando significado a las experiencias nuevas que están viviendo»
¿Por qué temen tanto los padres a la adolescencia?
Por muchos motivos, hay muchos miedos. El primero es el temor de los progenitores a que dejen de necesitarles, que se alejen, que no quieran estar con ellos, perderles... También hay miedo a que sufran, lo pasen mal, tengan experiencias desagradables, se equivoquen... Y todos esos miedos aparecen cuando la familia empieza a ver cosas que no esperaba. Es entonces cuando empiezan a controlar, a poner límites sin sentido, de manera autoritaria, con castigos...
¿Cómo es una persona adolescente?
Están empezando a dirigirse hacia su vida adulta. Para ello, reciben el impulso biológico de separarse de la familia, empezar a tomar decisiones y sentirse más independientes. A ello se une el proceso de construcción de la propia identidad, que también requiere que se separen de sus mayores, y una serie de cambios físicos que conllevan una liberación de las hormonas sexuales, cambia su manera de sentir, etc.
De hecho, la parte del cerebro que se encarga de las emociones hace que sientan de una manera muy intensa, todo son picos porque la dopamina va arriba y abajo. Además, la amígdala del cerebro se secuestra con facilidad, por ello sienten muchísimo estrés y les cuesta volver a la calma. Por tanto, tenemos cambios físicos, relacionales y emocionales.
Y, además, en la corteza prefrontal, que es la zona que controla nuestra conducta social, va muy lenta porque también se está desarrollando. Por tanto, las emociones les impulsan a hacer cosas y el córtex no puede retener esa conducta. Por eso hacen cosas sin reflexionar y nos parecen impulsivas. Luego se arrepienten y hacen conductas compensatorias: te dan besos, hacen algo que te gusta, al día siguiente están de otra manera, etc.
¿Cuáles son los principales errores que cometen los padres en esta etapa?
Hay que dejar de castigar porque no les ayuda a aprender ni a responsabilizarse. A mi me gusta hablar de consecuencias lógicas, no de castigos, porque tienen que tener relación con la conducta que queremos mejorar. Por ejemplo, quitarle el móvil porque ha llegado tarde: una cosa no tiene que ver con la otra y la persona adolescente solo aprenderá a mentir o a hacer las cosas de forma clandestina.
Las consecuencias tienen que tener relación con la conducta que queremos mejorar, han de ser acordadas y deben ser proporcionales. Por tanto, si un día ha usado el móvil dos horas más de lo que le tocaba, no tiene sentido que esté sin teléfono un mes, sino que al día siguiente lo use dos horas menos.
Aprendemos equivocándonos, reflexionando sobre la conducta, dándole significado a lo que ha pasado y para eso hay que acompañarles. Nadie aprende porque se le quite el móvil o le dejes sin salir. Eso va a propiciar que se escondan, mientan, etc.
Otra cosa que tampoco debemos hacer y que es muy común es criticar a sus amistades y aconsejar. Hay que evitar frases tipo «Estos amigos no te convienen», «¿Dónde has conocido a esta chica?», etc. Yo recomiendo todo lo contrario: acercar a casa a esos amigos que no nos gustan. Es difícil pero es más eficiente conocer a sus amistades, ver qué tipo de relación tienen y, a partir de ahí, ayudar.
Por último, criticar sus preferencias, la forma de vestir, la música que escuchan, las películas o series que ven... es otro error muy común. Todo lo que rodea a su vida, que tiene que ver con la construcción de su identidad, no hay que criticarlo porque están en un momento de transición y tienen que experimentar.
«Hay que dejar de castigar porque no les ayuda a aprender ni a responsabilizarse. A mi me gusta hablar de consecuencias lógicas, no de castigos, porque tienen que tener relación con la conducta que queremos mejorar»
¿Se sigue educando en la adolescencia o está todo perdido?
Por supuesto, ¡más que nunca! Solo que cambia la manera. Ahí está la clave. La gente no sabe lo que les pasa, por qué hacen lo que hacen.... y el rol de la familia es clave. La persona adolescente pide que se le reconozca como persona independiente y las familias desconocen cuál es su papel en esta etapa. Se dificulta mucho su desarrollo y la convivencia en casa se vuelve complicada. Para que esto no pase, hay que saber actuar. Cuando son menores o vamos a ser padres, leemos con ellos, nos informamos… Pues la adolescencia es lo mismo.
Cuentas en el libro que entre los 13-15 años se inician en las relaciones sexuales. ¿Siguen los padres sin hablar de sexo con sus hijos?
Sí. Hay familias que desde la infancia han trabajado en ello y es lo que se debería hacer. Pero la gran mayoría vive la sexualidad como un tema tabú. Entre los progenitores hay también mucha confusión en cuanto a la identidad de género y no saben qué hacer cuando su adolescente les dice que es bisexual o de género fluido. Y la identidad es justamente muy importante en esta etapa.
Las personas adolescentes, en general, sienten mucha vergüenza cuando los padres les abordan para hablar de sexo, se van, responden con un «ya lo sé» .... pero en realidad no saben nada. Yo recomiendo llevarlas a hablar con un profesional porque es cuando se atreven a hacer preguntas. Muchos padres se enteran de que tienen relaciones sexuales porque se han encontrado con el envoltorio del preservativo en la papelera o porque les han pillado. Lo importante es que estén informadas porque internet no es una fuente fiable y la pornografía menos.
Hablas también de las conductas de riesgo en la adolescencia: drogas, alcohol.... ¿Qué pueden hacer los padres?
El tema de las drogas es tremendo. También con el alcohol. Sabemos que no hay consumo seguro de nada y es importante que tengan información. Partiendo de eso, hay que tener claro que en algún momento pueden consumir pero eso no significa que vayan a desarrollar una adicción ni que les vaya a pasar algo tremendo. La adolescencia es una etapa en la que se experimenta con muchas cosas, pero es lógico que nos preocupe como padres. Por tanto, sugiero que los adultos acompañen cuando el consumo aparece y que estén alerta para detectar si hay indicadores de riesgo, ya que puede ser necesaria la ayuda de un profesional si consume de manera habitual. Si es ocasional, podría entrar dentro de lo propio de la etapa, de la experimentación.
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Hay progenitores en esta etapa a los que la culpa les pasa factura. ¿Son realmente los culpables de que el adolescente conteste mal, discuta, tenga un comportamiento hasta entonces desconocido, etc.?
Yo siempre intento quitar la culpa. Cada familia lo hace como puede y todos cometemos errores. Lo que pasa en la adolescencia no es culpa de la familia. La familia ha puesto unas bases desde la infancia, junto al colegio, el entorno, etc. y algunas cosas están relacionadas con esos cimientos o no Es muy complejo. Culparnos no nos ayuda como familia. Ni a ellos. Padres y madres solo se fijan en lo que han hecho mal y no hay que olvidar que la maternidad es muy complicada.
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