«Hemos pasado de la obediencia a los padres en la propia infancia a obedecer a los hijos»

Nora Rodríguez, especialista en nuevos liderazgos ye innovación educativa, analiza este curioso fenómeno de los progenitores de hoy

Una experta en bullying advierte: «La adolescencia no es un thriller, es una oportunidad»

ABC

«La dinámica familiar es un tapiz en constante evolución, y uno de los hilos más fascinantes en su diseño es la transformación de roles a través de las generaciones», apunta Nora Rodríguez, consultora de organismos internacionales como la OIM, especialista en innovación educativa ... y autora, entre otros libros, de 'Educar para la paz'.

A su juicio, «es común observar cómo los hijos, tras estar sujetos a la autoridad paterna, crecen para convertirse en padres que ejercen esa misma autoridad. Sin embargo, un fenómeno cada vez más perceptible y digno de análisis es el de aquellos padres que, habiendo obedecido rigurosamente a sus propios progenitores, se encuentran ahora, paradójicamente, obedeciendo a sus hijos».

Esta inversión de papeles, recalca Rodríguez, «no es necesariamente una señal de debilidad o falta de autoridad, sino más bien un reflejo de los profundos cambios culturales».

El fenómeno de los padres que fueron criados bajo estricta autoridad y ahora obedecen a sus hijos genera perplejidad. ¿Cómo lo interpretas desde tu enfoque interdisciplinar?

Lo que observamos no es una simple inversión de roles, sino una fase de transición dentro de un proceso adaptativo más amplio, con raíces tanto neurobiológicas como culturales. En ningún caso se trata de padres «débiles», sino que se están enfrentando una disonancia interna. Fueron moldeados por la obediencia, pero viven en una era que exalta la autonomía infantil, y que les resulta difícil encajar. Y por si fuera poco, lo que se les aconseja es ser más duros que lo que fueron sus padres ( estilo Amy Chua, que creó «Madre tigre, hijos leones»), o se los estigmatiza con la noción de que son «padres helicóptero». Creo que va siendo hora de abrir conversaciones más realistas, lo que les exige reformular su noción de autoridad.

¿Es decir…?

Desde la neuroeducación, diríamos que están transitando entre sistemas de crianza donde predomina la «colaboración emocional», una transición propia en momentos sociales de grandes cambios, donde hay poco tiempo para estar con los hijos, sumando a una sobrecarga de información poco profunda. Por lo tanto, más que sumisión a los hijos, es reconfiguración adaptativa. Es no saber muy bien dónde están parados…

Lo que significa que si conocemos cuáles son los factores que provocan que tantos padres estén desorientados a la hora de proveer a los hijos de un marco de conducta, la solución estaría más cerca…

En efecto, sólo mencionaré alguno de esos factores, específicamente los que permitan una mirada sistémica.

1. Hay una empatía hiperactivada por espejo emocional de todo lo que los padres leen en las redes sobre «qué es ser buenos padres». Están hiper estimulados para controlar las emociones de sus hijos, con una excesiva promoción de la idea de bienestar, lo que lleva a buscar evitar las relacionadas con el enfado. Sin embargo, sentirse mal por estar frustrado es natural a la condición humana, también en los niños. Es muy positivo que a veces se frustren para aprender poco a poco el autocontrol.

2. Hay demasiada sobreinformación sobre cómo ser «padres comprensivos» sin integrar lo que ocurre en el cerebro de los hijos en las diferentes etapas del desarrollo. Están en un estado de alerta crónica (amígdala hiperactivada), lo que paraliza la toma de decisiones a la hora de poner en marcha estrategias para delimitar cuáles han de ser las normas.

3. Este esfuerzo trae aparejada fatiga emocional y regulación deficiente del estrés. El cortisol elevado ante situaciones que los superan les produce tal colapso interno que los paraliza.

4. Sumado a la culpabilidad crónica por ausencia física. El sentimiento de culpa activa mecanismos de compensación afectiva, que el niño decodifica como permiso sin límite, lo que deteriora la función parental autorreguladora.

5. Y ni qué contar de esa rebeldía silenciosa contra la herencia autoritaria que muchos padres guardan en su interior, por temor al trauma infantil, por no haber construido una narrativa crítica de su propia infancia, por lo que no se pone en marcha la propia autoridad.

¿Cómo pueden los padres cambiar esas pautas de aprendizaje?

Entendiendo que hay un mapa nuevo que consiste en ver que el entorno demanda nuevas cosas. Una mayor adaptabilidad que nace de fortalezas parentales diferentes de las de los propios padres. Esto es inteligencia evolutiva. En términos de neurociencia, hablamos de la capacidad de neuroplasticidad parental, que depende de la habilidad del cerebro adulto para reorganizar sus respuestas frente a nuevas demandas relacionales.

La fortaleza está en tener una brújula más precisa. Haber obedecido los vuelve sensibles al concepto de límites y normas. Si integran esa vivencia en lugar de negarla, pueden usarla como autoridad consciente desde lo que les dicta el corazón, la intuición, y la observación del carácter y el temperamento del hijo. Howard Gardner señala que «la inteligencia interpersonal se basa en reconocer emociones y responder de forma adecuada», y eso es lo que los padres pueden lograr si aprenden a regular, reflexionar y redirigir sin reaccionar desde la sobre estimulación de información. Observar, observar, y actuar desde el corazón, la intuición, el amor y los límites.

Nora Rodríguez propone 10 estrategias, con base neurocientífica y cultural:

1

Ejercer autoridad desde la coherencia, no desde la imposición

La corteza prefrontal necesita claridad para sostener decisiones. Los padres necesitan alinear sus propios valor como padres a las normas que la familia como grupo ha de seguir.

2

Darle un nombre a las emociones cuando hay conflicto

Esto fortalece el desarrollo de la corteza orbitofrontal en los hijos, clave para la empatía y el autocontrol.

3

Delimitar rutinas

Delimitar rutinas que acabarán funcionando como estructuras protectoras. El cerebro infantil prospera en la previsibilidad. Rutina basada en normas no es rigidez, es es contención.

4

La regla 70/30

Aplicar la regla del 70/30: El 70% del tiempo es conexión, el 30% estructura. Esta proporción activa vínculos seguros.

5

Revisar la historia familiar

Revisar la historia familiar personal y resignificarla. Esto implica, integrar lo vivido permite que el hipocampo parental cree una nueva narrativa, que pueda dar un nuevo sentido a su historia pasada generando una nueva dirección.

6

Fortalecer el cuidado interngeneracional

Fortalecer la red de cuidado intergeneracional. Incluir abuelos, otros padres, educadores. La red social mejora el control emocional parental.

7

Anclajes

Usar metáforas culturales como anclajes. En vez dar órdenes secas, usar cuentos, proverbios o relatos ancestrales.

Esto, concluye Rodríguez, «activa el sistema de resonancia narrativa del cerebro».

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