María (65 años) y madre de acogida de urgencia: «Cuidar de un bebé es perfectamente viable en esta etapa vital»
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Madrid
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Iniciar sesiónEn cuanto se jubiló, María Columna, enfermera de 65 años, empezó el acogimiento de urgencia y desde entonces, además de dar un hogar a estos niños tutelados por la Administración, tiene un objetivo en la vida: «Dar voz y visibilizar y concienciar sobre la existencia ... de estos pequeñines hasta que me muera o mi mente se despiste», explica con rapidez, a la vez que tiende la ropa del bebé de casi dos años que tiene en estos momentos en casa. «Siempre hay cosas que hacer. Ahora estoy empezando con la preparación y adaptación del peque a su nueva familia y tengo que elaborar el 'libro de vida', los álbumes de fotos… Y no todo el mundo puede permitirse dedicarse en exclusiva a esto. Pero hoy en día los mayores estamos súper bien, aún podemos hacer este esfuerzo y la vida cobra un nuevo sentido», explica esta mujer, especializada en esta medida provisional para menores en situación de desamparo, con una duración legal máxima de seis meses.
Ella tuvo conocimiento de esta medida de protección a la infancia por su trabajo como enfermera. «Me hicieron una valoración que duró unos seis meses hasta que recibí la idoneidad. A partir de ahí, tenía que estar de guardia. Y a la semana me llamaron un día a las diez de la mañana para que estuviese lista para recoger a una bebita a la una de la tarde. En esas horas me fui corriendo a comprar pañales». Es verdad que cuando acabas el acogimiento, reconoce, «tienes que hacer un cierre, porque sientes un gran vacío. Te sacan de la lista para que descanses física y mentalmente y poder volver. Este que cuido ahora se va en adopción y el duelo es todavía mayor, pero a la vez siento que él ha aprendido lo que es un apego seguro»
Columna, además de atender a estos menores, ha creado una web, ha escrito un cuento llamado 'La Sonrisa que Une' y se dedica a informar a través de las redes sociales sobre este sistema de protección (@maria_columna), que sigue siendo una medida muy desconocida por la sociedad. «No puede ser que en España haya cada vez más menores viviendo en centros residenciales», denuncia.
Se refiere esta mujer a los más 17.000 menores que según los últimos datos hechos públicos por el Ministerio de Juventud e Infancia (de 2023), viven en régimen de acogimiento residencial en nuestro país. De ellos, informa la Asociación Estatal de Acogimiento Familiar (ASEAF), cerca de 1.200 están por debajo de los 6 años, lo que según el presidente de esta entidad, Pedro Pérez, «incumple flagrantemente la Ley firmada en 2015 por la cual no tiene que haber niños y mucho menos de estas edades en centros de acogida».
Ahora, viuda, y con tres hijas ya mayores, la dedicación de Columna a la modalidad de acogida urgente, que tiene por objetivo el retorno con la familia biológica y suele tener una duración de seis meses, es absoluta. «Necesitas dedicación exclusiva, no puedes trabajar, es como cuando tienes un recién nacido y estás de baja maternal», explica. Lo relevante, específica Helena Escalada, médico, madre de tres hermanos de acogida y directora general de ASEAF, «es que en la acogida de urgencia la persona o la familia pueda responder adecuadamente a las necesidades concretas del menor: cuidado constante, disponibilidad plena, atención a eventuales necesidades médicas o psicológicas y colaboración activa con los servicios técnicos y, para esto, la legislación no establece límite de edad».
Después la idoneidad de estos perfiles, matiza Escalada, «debe evaluarse de forma individualizada, en función del menor y no sólo del perfil del adulto. Durante el acogimiento de urgencia no se prevé escolarización infantil, ya que lo que el menor necesita es una figura de cuidado estable y disponible las 24 horas del día. Que tenga capacidad de cuidar con sensibilidad, continuidad y seguridad».
Perfil habitual
Suelen ser personas, expone esta profesional, «con disponibilidad completa, en buen estado de salud y con experiencia previa en cuidados. Algunas, como en este caso, ya están jubiladas, pero otras disponen de condiciones personales o familiares que les permiten una dedicación plena. Muchas cuentan con red de apoyo. Aunque la legislación no establece límite de edad, y esta no es determinante, sí que tienen que tener esa capacidad efectiva de proporcionar un espacio o entorno seguro, sensible y continuado durante el tiempo que dure la medida. Son personas comprometidas, emocionalmente disponibles y muy conscientes de la temporalidad de la intervención».
Al principio, apunta Columna, «pensé que por mi edad mi perfil no era adecuado. Es verdad que un crío de cuatro o cinco años tiene que estar con una familia más joven, por muchos motivos: tiene que estar cerca de otros niños, necesita mucha actividad física… Pero para cuidar de un bebé y que esté tranquilo, emocionalmente bien y crezca fuerte y sano es perfectamente viable en esta etapa vital en la que me encuentro ahora».
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En realidad este trabajo, concluye esta madre de acogida, «es una puesta al día en todo. En lo físico, en lo mental, en lo emocional. Hay que bañarlos, pasearlos, alimentarlos… Yo tuve que aprender incluso a realizar el método de Baby Led Weaning (BLW) No solo es lo que les damos nosotros, es lo que nos devuelven ellos. ¿Sabes lo que es ver sonreír a un bebé, mientras le das el biberón? Ver que están bien, cómo crecen y saber que están acompañados y no solos en un centro es maravilloso, por muy buenos que sean los técnicos o trabajadores que les cuiden, en una familia aprenden algo importantísimo para el resto de su vida, que es que el adulto no les va a defraudar, que pueden confiar en él».
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