Síndrome de Alienación Parental
«La bestia que él llevaba dentro fue contra mí y atacó lo que más me podía doler: nuestro hijo»
El testimonio de María es uno de tantos de mujeres y hombres que sufren la manipulación de sus parejas para poner a los hijos en contra del otro progenitor
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Iniciar sesión«No podía creer lo que estaba diciendo Rocío Carrasco en la televisión este fin de semana. ¡ Era como escuchar mi propia historia. Todo lo que yo he vivido, sentido y sufrido en silencio durante tantos años! ». María, nombre ficticio de este testimonio ... real, percibe que las confesiones de la hija de la tonadillera van a ayudar a destapar una realidad que sufren muchas mujeres y hombres cuando sus parejas tratan de manipular a los hijos comunes para que generar gran odio hacia el otro progenitor.
«En mi caso —recuerda María— la relación con mi marido estaba siendo muy tormentosa por su adicción al alcohol. Llevaba tiempo que quería separarme por la situación que nuestro hijo y yo vivíamos cuando él bebía más de la cuenta. Pero, aunque deseaba hacerlo, nunca me decidía a dar el paso». Sin embargo, una noche todo cambió.
Llegó ebrio, y tras una fuerte discusión, dio un puñetazo a María. Un golpe que, aunque le dolió más en el alma que en la cara, le abrió los ojos para atreverse a denunciar y acabar de una vez por todas con aquella relación tan dañina.
Al enterarse que la denuncia incluía la agresión, «se revolvió la bestia interior que llevaba dentro y decidió ir contra mí y hacerme daño donde más me podía doler: en nuestro hijo».
«Mi hijo parecía envenenado»
Por haber existido violencia de género, la custodia del menor le correspondía a esta madre. El padre tenía una orden de alejamiento respecto a su mujer. Sin embargo, el pequeño comenzó a ir en fines de semanas alternos con su padre y también le veía algunos días a la salida del colegio. «Cuál fue mi sorpresa cuando tras regresar del primer fin de semana con su padre, mi hijo, que siempre había estado muy apegado a mí, era muy tranquilo y de muy buen corazón, comenzó a dar patadas a las macetas y a gritar frases horribles como "ojalá te mueras, te odio". No podía dar crédito a que aquellas palabras salieran por su boca. Mi hijo parecía envenenado».
Esta madre supo tiempo después que su marido manipulaba a su hijo y le hablaba muy mal de ella. «Le decía que yo era un auténtico monstruo, que había roto la familia y que por mi culpa él iría a la cárcel, y que para evitarlo debía hacer las cosas que él le dijera. En una ocasión le dijo que le mandara por escrito un whatsApp con estas frases: "mamá no me quiere dar de comer", "me hace dormir en el suelo". Era el peaje para comprarle una Play para jugar. Mi hijo accedió. Yo pude ver los mensajes en el que su padre le hacía esta petición y me sirvieron como prueba en el juzgado. También decía que se escapara de casa y gritara que su madre le había pegado. Tuve que poner cámaras en mi casa para demostrar lo contrario».
En una ocasión, el padre llevó al pequeño a la comisaría «diciendo que mi hijo estaba en riesgo porque le pegaba. Logró llevarse al niño a su casa. Un mes después hubo un juicio, que tardó en dar una sentencia otro mes. Estuve dos meses sin poder tener ninguna comunicación con mi pequeño . Como madre, fue una auténtica tortura. Finalmente, vieron que el niño mentía coaccionado por su padre y volvió a mi casa. Volvió en un estado lamentable».
«Si por mi fuera, yo a este señor no le volvía a ver en mi vida. Pero mantengo una relación de aparente y falsa buena sintonía que en su momento me sirvió para que mi hijo se fuera acercando de nuevo a mí»
El padre no paraba de comprarle cosas al pequeño y de programar actividades de ocio para tenerle en sus redes. Comenzó a ser el padre que nunca fue en atenciones. Estaba claro que si un juez le preguntaba con quién querría ir a vivir se iría con él por todo lo que le estaba dando. «No podía soportar la idea de que mi hijo viviera con un maltratador y manipulador. Tampoco podía creer que no pudiera hacer nada al respecto. Como madre, he tenido que ceder y hacer creer, como él siempre me insistía, en que una reconciliación con mi ex podría ser posible . He tenido que elegir esta opción antes que ver a mi hijo sufrir. Dejé que se acercara dándole una cierta esperanza, y empezamos a "llevarnos bien". Si por mi fuera, yo a este señor no le volvía a ver en mi vida. Pero mantengo una relación de aparente y falsa buena sintonía que en su momento me sirvió para que mi hijo se fuera acercando de nuevo a mí. Hoy vive conmigo y ni de lejos se plantea la opción de vivir con el padre. Todo ello a pesar de tener custodia compartida, porque en el juicio civil el padre obligó a declarar que quería vivir con los dos bajo amenaza de que si no decía eso, se olvidara de ver a su padre nunca más, algo que me contó mi hijo a los pocos días».
«No todas las mujeres tienen esta opción»
Pero no todas las mujeres tienen esta opción. «Y si la tienen, no todas, en su derecho, están dispuestas a tener que tratar con un psicópata de libro. Me repatea tener que hablar con él, cuando sé que su única intención es tenerme controlada y saber si tengo o no tengo relación con otro hombre o si salgo a divertirme o de viaje con amigas. Este es el precio que tengo que pagar. Que he tenido que pagar. Porque gracias a Dios veo cada vez más claro que ya no le va a ser fácil volver a utilizar a mi hijo. Me ha costado años ir capeando así la situación. Soy consciente. Unos lo entienden y otros no. Y no hay derecho».
María confiesa que hasta que no te ocurre algo así «no puedes creerte que pueda pasar. Aunque mi vida esté condicionada y me sienta presa de mi ex, creo que ahora, hoy por hoy, es lo que debo hacer para que mi hijo crezca sano tanto física como psicológicamente y no bajo las garras de un hombre muy tóxico. Dentro de lo malo es lo menos malo».
Entre suspiros, esta madre asegura con voz angustiada que no se imagina «cómo hubiera acabado mi hijo si hubiera seguido viviendo con su padre». «¿Que qué le diría a otras personas en esta situación? No le recomendaría mi elección porque ni todo el mundo tiene esa opción ni tiene porqué seguir bajo el control de un maltratador. Es mi elección y la que me ha llevado varios años de pico y pala. Ahora ya siento que no le va a ser posible utilizar a mi hijo con la edad que tiene y con lo que ha vivido este tiempo de "paz". Llega el momento de poner distancia. Por supuesto no entrar en el mismo juego que el padre y hacer lo mismo que él. Creo que eso a un hijo le destrozaría psicológicamente.
Y entiendo que en muchos casos, por desgracia, no queda más remedio que renunciar y dejar al niño que se vaya con su padre. De lo malo, lo menos malo », insiste.
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