«En la ciudad a mi hija se le caía el pelo y bajó su rendimiento escolar. En el pueblo saca sobresalientes»
De la ciudad al campo: la iniciativa «Pueblos Madrina» de la Fundación Madrina ofrece una nueva vida y esperanza a las familias más vulnerables con hijos
Nancy, con sus dos hijas mayares, a las puertas de su nueva casa en Muñotello (Ávila)
Cuando Nancy vio que a su hija, buena estudiante, se le empezaba a caer el pelo y se le atragantaban los exámenes, le saltaron todas las alarmas. Entonces reflexionó sobre cómo la situación personal de la familia había empeorado notablemente a raíz de la pandemia, ... y cómo sus dos hijas adolescentes estaban empezando a hacer suyos los problemas. «Antes del coronavirus yo trabajaba como cuidadora de personas mayores, como empleada del hogar... pero con la crisis, estuve muchos meses sin ingresar nada, y me entró un agobio total. No tenía nada, y recurrí a la organización que tan acertadamente preside Conrado (Giménez)», relata esta madre, que también tiene un bebé de pocos meses.
El perfil de esta mujer, de 41 años, con hijos a cargo y con una gran vulnerabilidad , careciendo de posibilidades de empleabilidad o de acceso a un hogar se adaptaba perfectamente al análisis de personas en riesgo que hacen en Fundación Madrina para el proyecto de Pueblos Madrina enfocado a realojar a estas familias en zonas rurales despobladas. «Nuestra experiencia nos dice que los niños y los jóvenes son los más perjudicados por la falta de hogar de sus padres, ya que en esta presión permanente de deshaucio, unida a condiciones inhumanas de convivencia en pisos donde se hacinan los miembros de una misma familia en una habitación u hogar les genera invariablemente estrés, enfermedades y fracaso escolar», apunta Giménez.
Esa era justo la situación de Nancy, que había alquilado un cuarto en un piso compartido con una pareja para alojarse con sus dos hijas adolescentes y el bebé. «No poder solventar ni siquiera lo que íbamos a comer era terrible, y las chicas estaban empezando a absorber la situación. A la mayor se le empezó a caer el cabello y, aún siendo muy buena, las notas empezaron a flaquear...», rememora todavía preocupada la mujer. El presidente de Fundación Madrina lo corrobora: «Los niños asumen los problemas de los padres y esto es terrible» .
Se comprueba que, por el contrario, prosigue Giménez, «estos mismos niños, cuando van con su familia al entorno rural, son más felices, desapareciendo el estrés y mejorando las calificaciones escolares». Así ha sido en el caso de esta mujer. «Nos cambió la vida. Estamos más tranquilas, hay más espacio, las niñas están muy bien, contentas, tienen nuevas amistades en el colegio y han mejorado las notas, hasta el punto de que vuelven a sacar sobresalientes», asegura.
La comunidad del pueblo se ha volcado con esta mujer. «Los vecinos nos apoyan, nos dan frutas y verduras de sus fincas... Siempre hay un repollo o leche de vaca para nosotras. No nos ha faltado nada de comer ni un solo día desde que llegamos, el pasado mes de 14 noviembre, esa es la realidad», señala Nancy. «Además nos han prestado una casa con un bonito patio... Mi única preocupación ahora es que con el Covid todo está muy parado para buscar un trabajo, pero parece que en verano habrá más movimiento. Eso espero, de corazón, para poder vivir con tranquilidad. Estamos felices aquí», finaliza.