«Asumimos que le perdemos a él, pero no te podemos perder a ti mamá, necesitamos un cuidador»

Es el caso del marido de María, cuyo marido Antonio, cayó enfermo hace 7 años. «Mi esposo fue ingeniero, economista… Las demencias no saben de inteligencia» , advierte esta mujer, quien describe con tristeza el rápido deterioro del hombre que la quiso y cuidó de ella toda su vida. «Primero pensamos que era Parkinson , pero no le temblaban las manos. Hace dos años empezamos a ver que veía “cosas” y nos alarmamos. Fuimos al médico, le hicimos pruebas y le diagnosticaron una demencia con cuerpos de Lewy ».

La situación en casa de María poco a poco, pero sobre todo en los últimos meses, se estaba volviendo insostenible . «Nuestras hijas están todavía estudiando y empezando a trabajar. No me pueden ayudar. Pero se dieron cuenta de que la cosa se había agravado mucho. Él había perdido ya la memoria y se perdía dentro de casa. Todavía camina, pero muy despacito, aunque no le puedo pasear porque se cansa mucho, ni dejar solo en casa para ir a la compra. Tampoco tengo fuerzas para levantarlo de la cama, porque padezco de lumbago. Ellas fueron las que vieron que mi salud peligraba física y mentalmente y me dijeron: asumimos que le perdemos a él, pero no te podemos perder a ti, mamá. Necesitamos a un cuidador ».

«Al principio me costó hacerme a la idea pero ellas tuvieron claro que iba a entrar en una depresión y me iba a hacer daño porque ya no podía físicamente con él, por lo que insistieron mucho en esta vía». La familia buscó varios presupuestos y al final se decidieron por la atención domiciliaria de Qida. «Mira que soy una mujer fuerte, y que he cuidado de mi madre cuatro años en casa hasta que ya a sus 96 años necesitó cuidados médicos permanentes y no la pude cuidar más», se excusa.

Pero a Antonio, advierte, «mientras él esté razonablemente bien y no necesite atención médica las 24 horas, no lo vamos a llevar a ninguna residencia . Mientras yo pueda tener a alguien de confianza en casa, estará con nosotras. En casa le lavo su ropa, le hago la comida que le gusta… y le tranquilizo cuando le dan esos bajones por culpa de la demencia, en los que dice que se quiere morir. Él sabe que algo le pasa y se nos parte el alma».

A su lado está Antonio, viendo la televisión, acompañado de Jony, el profesional de Qida que vela por este hombre y que le ofrece a Marian el respiro que esta mujer necesita . «Le doy gracias a la vida porque, dentro de mi desgracia, puedo costear la ayuda de este profesional, al que veo una persona buena, sana, y que sabe lo que hace. Le levanta, le ducha, le afecta… Es súper solicito y su ayuda me tranquiliza mucho, en este punto para mi es imprescindible. Lo necesitaba y me tranquiliza. Antonio ha trabajado mucho durante toda su vida, y el dinero es para esto. No me duele nada», asegura.