Un superviviente de los Andes, a un psicólogo: «Sabemos que hay personas que han salido de la depresión tras escucharnos»
Eduardo Strauch y Rafa Guerrero presentan el próximo lunes 6 de octubre la charla magistral: 'Soy Capaz'
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Madrid
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Iniciar sesiónA día de hoy, más de medio siglo después de sobrevivir al famoso accidente de avión en la cordillera de los Andes en el que viajaba con su equipo de rugby, Eduardo Strauch Urioste (Montevideo, 13 de agosto de 1947 ), todavía se emociona ... al recordar aquella experiencia, sin duda grabada a fuego en sus mente. «Ni siquiera en la actualidad consigo controlar la emoción al recordar el momento en que escuché el sonido de los helicópteros y el Ave María», confiesa este hombre, mientras se limpia unas lágrimas y sigue contando su historia, y el durísimo aprendizaje que aquella famosa vivencia, en plena juventud, trajo consigo.
Le acompaña en la charla el psicólogo Rafa Guerrero, autor de 'Trauma' (Editorial Cúpula), con quien representará, este próximo lunes 6 de octubre, en el Teatro La Latina: 'Soy Capaz'. El objetivo de la cita es hablar de cómo reaccionamos las personas ante la adversidad, por qué unos se reponen y otros no, de la gestión emocional que llevamos a cabo y, cómo no, del trauma, etc.
Porque todo lo que extrajo Strauch de lo ocurrido en Los Andes fue «positivo». Todo aquel dolor, el sufrimiento, el proceso transformador de ayudar a los demás… Esa es la base del diálogo que mantiene con Guerrero sobre la importancia emocional de resistir, sanar y crecer ante la adversidad. «Sabemos que hay personas que han salido de depresiones, o han decidido no suicidarse, gracias a este relato. Me gratifica saber que transmitir la historia a gente que lo pueda necesitar es de utilidad», apunta el uruguayo.
A su lado, este psicólogo tratará de explicar por qué algunas personas desarrollan un trauma y, otras, como en el caso de este famoso superviviente y sus compañeros, no lo hicieron. Más bien al contrario, salieron fortalecidos de una situación de extrema dureza, como fue quedarse en medio de la nada, a menos treinta grados bajo cero, heridos, sin alimento, y sin conexión con el mundo civilizado ni perspectivas de rescate, ante una muerte certera.
Ni Strauch ni los otros dieciséis supervivientes reconocieron haber desarrollado un trauma después de aquello ni ninguno, recordemos que fue en 1972, acudió en aquel momento a un profesional de la salud. «No lo pienso, nunca necesité de ninguna ayuda profesional, y tras un breve periodo de pánico, volví a montar en avión al poco tiempo, pero es verdad que me sigue haciendo mucho bien compartir lo vivido. De hecho, he llegado a la conclusión de que seguir contando nuestra historia cincuenta y tres años después es una forma de terapia», admite.
El relato es perfecto, apunta Guerrero, «para demostrar que en circunstancias muy complejas, siempre hay por ahí un rayo de sol, siempre hay una posibilidad de sobrevivir, de hacer de esa experiencia una aprendizaje importante para tu vida y, en el caso de Eduardo, hubo un antes y un después en ese accidente, que le permitió conectar con él mismo, ser más consciente de quién era».
De hecho, «es curioso -remarca aquí Guerrero- como los supervivientes llegan al hospital tras el rescate tienen todos dos síntomas muy evidentes, a parte de la desnutrición: Miedo a quedarse solos y la necesidad imperiosa de hablar, de poner en palabras la situación tan impactante que habían vivido. Es un ejemplo claro de cómo ante el trauma, tanto el cuerpo como la psique necesitan expresar».
Recientemente, y gracias a la impresionante e impactante película escrita y dirigida por J. A. Bayona, 'La Sociedad de la Nieve' de 2023, Strauch reconoce haber podido viajar por México, Venezuela… y tomar contacto con otras generaciones que no habían escuchado al respecto. «Fue realmente maravilloso ver cómo chicos de 12, 13 años, que nos estaban prestando atención plena, conectados durante una hora y media sin mirar a sus móviles», señala.
Aprendizajes vigentes
Es un detalle que muestra cómo el interés de la sociedad y los aprendizajes siguen plenamente vigentes a día día de hoy. En este tipo de encuentros, Strauch siempre trata de transmitir «el potencial que tenemos y no utilizamos hasta que no te llega una situación así, en la que afloran una cantidad de cosas que no sabías y puedes más y más y más. Es la fuerza de la mente». Pero para eso es importante, advierte, «tener un objetivo. Y nosotros lo teníamos: Volver sanos y salvos a casa. Aprendí lo fundamental, la importancia del amor a nuestra familia, a nuestros seres queridos. Ese fue el motor que nos permitió aguantar y bancar esos momentos de incertidumbre».
Junto con aquel objetivo potente y claro el equipo fue, como no, crucial. «Nos fuimos transformando en un mismo órgano y tomamos conciencia en seguida de que todos íbamos en el mismo carro y de que teníamos la misma meta... Sin duda, eso fue una de las cosas que facilitó sobrevivir y llegar a casa. Cuando uno estaba decaído, el otro lo levantaba… Esa unidad, en parte, ya venía armada de antes, porque habíamos sido un equipo deportivo y teníamos un líder natural».
Strauch se casó y tuvo cinco hijos, con los que «he intentado no ser muy pesado y a los que trato de transmitir la importancia del amor, de mojarse, y de aliviar el peso de la mochila, que esta sea liviana. He intentado promover en ellos el contacto con la naturaleza, con los animales… Fuimos arrancados de ese entorno y puestos en medio de estas ciudades inhumanas… Yo valoro mucho el silencio. Es fundamental en esta sociedad que nos dispersa, nos desorienta… El silencio para mi es fundamental, como también lo es la meditación y vivir el presente, el momento».
En aquel entonces el silencio, prosigue este superviviente, «no lo buscábamos, estaba ahí. Imagínate, en lo alto de esa cordillera, en el Valle de las Lágrimas, sin viento y con la nieve que amortiguaba cualquier ruido. La mayor parte del tiempo estábamos callados, con la mente en cámara lenta». Esta situación le llevó, a él en particular, relata, «a vivir lo que llaman un 'cambio de estado de conciencia'. En tres ocasiones conecté de manera totalmente espontánea con el universo, estaba en paz. No lo busqué, se dio. Después traté de revivirlo, pero no volvió más».
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La vida, reflexiona este hombre, «es un regalo. Es algo que concluyes cuando te ronda la muerte durante dos meses y medio te queda muy claro que estar vivo es maravilloso a pesar de cualquier circunstancia que tengas que vivir. Vale la pena, siempre. Mi mensaje a los jóvenes sería que no desperdicien el tiempo sin hacer nada, que estudien, investiguen, hagan lo que sea, el tiempo, que parece eterno en la juventud, se acaba en cualquier momento».
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