Eduardo Strauch, superviviente del accidente de los Andes: «Llegué por telepatía hasta mi madre para sentirme vivo»
Entrevista
El uruguayo, en Sevilla para una conferencia, aborda sin ambages las secuelas psicológicas de una «odisea» que acabó con la vida de 29 personas
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Sevilla
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Iniciar sesiónPara él no fue un milagro. Fue una odisea. Eduardo Strauch (Montevideo, 1947) fue una de las 45 almas —40 pasajeros y cinco tripulantes— que tomó desde Uruguay el vuelo 571 aquel viernes 13 de octubre de 1972. Concretamente el Fairchild FH-227D, ... que debió aterrizar en Santiago de Chile. Sólo volvieron con vida dieciséis personas tras una espera agónica de 72 días en la yerma cordillera de los Andes. ¿Qué es lo que le queda 53 años después de uno de los accidentes más conocidos de la historia? El silencio negro y ensordecedor de aquella montaña y varios mensajes que como ser humano aspira a compartir con todos.
- Cuando se dirige a un público, sea a través de una conferencia, de una entrevista o un libro, ¿le sirve como terapia?
- Yo lo veo así. Me motiva mucho tener el feedback de tantísima gente. Eso confirma lo que ayuda a mucha gente nuestra historia. Tengo casos increíbles, ¿no? De personas con sus cordilleras. Historias muy difíciles. Que han cambiado el rumbo de su vida, con adicciones como el alcohol o las drogas. Personas que estaban al borde del suicidio. Depresiones profundas.
- ¿Por qué no somos capaces de ver, salvando toda distancia con su caso, las cordilleras a las que nos enfrentamos cada día?
- Es impresionante. Hay mucha gente perdida en muchas montañas. De problemas reales y con muchas dudas. Lo que siento es una responsabilidad de seguir contando lo que pasó. Aparte que a mí me hace mucho bien, me encanta.
- ¿Cuántas veces piensa hoy día en ese día? ¿Le da menos vueltas con el tiempo a la tragedia?
- (Tuerce el gesto). No me gusta llamarlo tragedia. Yo lo llamo odisea, porque fue una experiencia muy dolorosa, y por cierto, seguimos sufriendo mucho por las consecuencias de las pérdidas de amigos y familiares. Pero nunca me gustó que se le llamase tragedia o milagro. Las madres lo decían habitualmente: 'La Virgen hizo el milagro'. ¿Qué milagro? Si nosotros luchamos dos veces y medio. El milagro es el ser humano, así que me gusta llamarlo odisea.
- ¿Le ayuda verlo como un trance para comprender la dimensión del siniestro?
- Pasamos por una experiencia brutal, maduramos rápidamente y aprendimos muchísimas cosas. Salimos con un elixir, conocimiento y algo de luz. Con una capacidad diferente.
- Llevan más de medio siglo preguntándole lo mismo, déjeme una vez más: ¿Cómo se tiene la cabeza en la tierra pensando en aquel accidente?
- Es una cosa natural. Sin pensarlo mucho. Pero todo el horror, todo el sufrimiento, eso quedó atrás hace ya años. Ahora queda todo lo positivo, que lo sigo cultivando. He tenido años para tener una vida en paz, plena y feliz, a pesar de los problemas que tengo como todo el mundo. Ahora sé manejarlos y sé que los voy a superar, que voy a salir mejor de como empecé a vivir.
- Le escuché decirle a Alberto Herrera en COPE que lo más difícil fue llegar a despedirse allí arriba de su madre, que lo esperaba aún en Montevideo. Tener la certeza de que era el final.
- Eso era angustiante, angustiante. Me acuerdo cuando escuchábamos la publicidad de la radio, que estaban en otra cosa. Y sentíamos que se nos iba olvidando, pensábamos que se había suspendido la búsqueda.
- La publicidad como sinónimo de normalidad: que la vida sigue.
- Exacto, estuvimos muy desconectados. Nos desconectamos de la realidad. Llegamos a pensar realmente que nuestras familias habrían seguido con sus vidas. Era desesperante, y por eso hicimos tantos esfuerzos mentales y llegamos hasta nuestras madres. Con telepatía o como se llame. Llegué por telepatía hasta mi madre para sentirme vivo. Era importante tener esperanza y un objetivo para vivir.
- ¿Cómo recuerda su proceso de repatriación?
- Estuve unos cinco o seis días en Santiago de Chile. Y tengo un recuerdo maravilloso, porque eran días de felicidad absoluta.
- ¿Qué valoró entonces?
- Todo. Estaban papá y mamá, y comíamos sin parar. De todo, y en Chile fue muy cariñosos con nosotros. Nos llevaban bombones, vinos y marisco. No podíamos parar.
- ¿Somos conscientes de que cada día es una nueva oportunidad?
- En algún momento, tras el accidente, entré unos años en la vorágine de ruido que te dispersa y te separa del rumbo. Y un día frené y dije, ¿qué está pasando? Me incorporé y procesé todo lo que me sirvió en la vida y me sigue sirviendo. De ahí que también escribiera el libro 'Desde el silencio', que es importantísimo. Desde la pandemia me fui a vivir al campo.
- Hizo carrera como arquitecto en Uruguay.
- Así es. Durante más de 50 años, y tenía mi propio estudio. Hice más de 450 obras, entre ampliaciones y obras nuevas.
- Ahora dedica su mayor tiempo al plano mediático. ¿Cómo escapa del ruido?
- En España el 80 por ciento habla de los políticos. De lo que han dicho uno y otro. Es un desastre, no solamente aquí, pero en España está muy agudizado, ¿no? Se ven las cosas que hacen algunos, las matufias, la corrupción, y no se puede hacer nada, porque el sistema está hecho de esta manera.
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